Capítulo 76

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SEBASTIAN

El sonido de mi corazón latiendo con fuerza en mis oídos es todo lo que puedo escuchar mientras sus palabras resuenan en mi mente. ¿No soy su hijo? ¿Cómo es eso posible?

Me parezco más a él que a mamá... Aunque no quiera admitirlo, es la verdad. —¿Cómo que no soy tu hijo? —pregunto en voz baja, aunque la sorpresa se nota en mi voz. 

—No quiso decir eso, Sebastian. Aran, por favor, no hagas esto —me ruega mamá, con el dolor reflejado en sus ojos.

—¡No! ¿Por qué no debería hacerlo? Su arrogancia y su actitud no son algo que pueda tolerar. Ya no más —dice papá con frialdad—. ¡Ahora tienes la verdad! No quiero a un hombre inútil que...

—Soy un Alfa. Aunque no quieras admitirlo, sabes que tengo el aura de un Alfa. ¿Quién es mi padre, entonces? —pregunto bruscamente. Mamá me agarra de la manga. 

—Sebastian, tu padre es tu padre...

—Me refiero a mi padre biológico, mamá —gruño, tratando de controlar mi ira. ¿Por qué las mentiras? Tengo más de treinta años y ahora él decide decirme eso? ¿Mamá decide decirme esta mierda ahora? ¿Ahora que no necesito saberlo?

—No lo sabemos —gruñe papá—. ¡Por lo que sabemos, podría ser un omega de baja categoría! Mamá frunce el ceño, su corazón palpita con fuerza mientras nos mira. Pero puedo ver la decepción en sus ojos cuando ve a papá soltando sus estupideces.

—Es nuestro hijo, Aran. ¡Tuvimos un donante de esperma porque no podías concebir! ¡Cómo te atreves a decir que no es nuestro! —espeta ella.

—¡No lo es! ¡Su arrogancia, su actitud e incluso su rostro me enfadan! —gruñe él.

—¡Aran, basta! —Me paso la mano por la cara, apartándome de ellos y de su discusión. Entonces, ¿no nací alfa? Pero entonces, ¿por qué mi aura es más poderosa que la de cualquier otra persona que haya conocido y no me estoy enorgulleciendo?

—¿Quién es mi padre, entonces? —gruño, volviéndome hacia ellos, con los ojos brillantes y plateados. Se quedan en silencio mientras mamá suspira.

—Usamos... un donante de esperma y te tuvimos por FIV porque estábamos teniendo problemas para concebir y tu padre quería un heredero. Así que decidimos que era lo mejor que podíamos hacer —continúa mamá.

—Sí, ya ves, no eres mi hijo ni mi sangre, ni tienes ningún derecho real a ese título de alfa que tanto te gusta reclamar como tuyo.

Mi cabeza se gira hacia él y, aunque la revelación me sacude, más que eso, estoy furioso. ¿Cómo se atreve...?

Me burlo con frialdad. —Bueno, parece que tú eres el que faltaba. Tú eres el que no pudo engendrar un hijo. Donante de esperma o no... Tú eras el que quería crear un hijo, así que, te guste o no... yo soy tu hijo, alfa o no—. Gruño.

—¡Exactamente! Es tu hijo, solo tuyo. De nadie más. ¡Así que deja de decir tonterías! —exclama mamá. No me pasa desapercibida la forma en que intenta controlarse, casi como si hubiera más detrás de sus palabras de las que deja ver y quisiera disimular las cosas.

—Pero sigo sin entenderlo. ¿Por qué esa sería la razón por la que no le agradaba a los Toussaint? Hay más. ¿Qué es lo que ustedes dos no me están diciendo? Todos sabemos que soy capaz de ser Alfa. Todos lo saben. Mamá mira hacia abajo y yo frunzo el ceño... ella sabe algo...

—Por favor, Sebastian, déjalo así —suplica.

—No. Necesito saberlo. Estoy harto de mentira tras mentira. Primero, los Toussaints le han ocultado tanto a Zaia y ahora ustedes dos. ¿Acaso ninguno de ustedes tiene una maldita vergüenza? —gruño.

Yo soy la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora