Capítulo 38

4.4K 313 5
                                    

SEBASTIAN

Ella termina la llamada... Miro el teléfono, a punto de escribirle un mensaje de texto, pero hago una pausa. Necesita algo de tiempo.

La he lastimado y para arreglar las cosas, necesito mostrárselo y darle el tiempo que necesita...

Me recuesto en mi silla de oficina y miro al techo. Su marca de nacimiento... He estado tratando de investigar ese símbolo durante tanto tiempo que tal vez deba buscar en Nacida de Sangre y Celestial Lunar...

Lo revisaré en mí otra computadora portátil.

—¡Sebastian! —oigo la voz de mamá. Apago el teléfono, lo guardo en el bolsillo y salgo de la oficina, cerrando la puerta con llave. El olor a café me llega a la nariz antes de verla caminando por el pasillo, sosteniendo la taza.

—Ahí estás. Te preparé café. ¿Te vas a acostar temprano hoy? —pregunta preocupada. Niego con la cabeza. 

—No, estaba trabajando un poco. ¿Dónde está papá?

Su sonrisa se tambalea, sabiendo que no estamos en los mejores términos en este momento, e inclina la cabeza. 

—Afuera. Se fue con sus amigos a su noche de juegos semanal, ¿recuerdas?

—Ah, sí, lo olvidé —digo. Ella inclina la cabeza y me observa.

—Sebastian, ¿estás bien? Has estado entrenando muy duro últimamente. He oído... —Mira a su alrededor como si alguien pudiera vernos—. He oído que has estado cambiando con más frecuencia y saliendo... a correr.

Lo dice como si fuera algo de lo que avergonzarse. 

—¿Y no es eso apropiado? Soy un hombre lobo, mamá. Encuentro paz cuando acepto esa parte de mí—, digo en voz baja.

Las palabras del libro de Zaia me vienen a la mente y frunzo el ceño ligeramente. Esta conversación con mamá es algo que nunca hubiera cuestionado, atribuyéndola simplemente a que es una madre preocupada. Pero ahora me está mostrando cuánto nos estamos alejando de nuestra verdad y de quiénes estamos destinados a ser.

—Lo sé, pero tenemos que domar a las bestias que hay dentro. Mira a los pícaros, la gente piensa que te estás volviendo salvaje —dice, llevándome suavemente al lavadero y cerrando la puerta—. Porque no tienes pareja.

Niego con la cabeza. —Entonces no tienes por qué preocuparte porque no me estoy volviendo salvaje. No hay nada de que avergonzarse —murmuro, tratando de ocultar mi irritación. Ella asiente, sonriendo en tono de disculpa. 

—Lo siento, querido. Una vez dije lo mismo y me metí en tantos problemas que no me atreví a volver a cambiar de forma.

Frunzo el ceño y la miro antes de alejarme, tomar la taza y apoyarme en la encimera. El olor a suavizante de telas es fuerte en el aire y el zumbido de la secadora se escucha suavemente de fondo.

—Hazle saber a papá que no me casaré con Cara. Tengo hijos, mamá, y no necesito otro heredero. No me casaré con nadie.

—¿Y crees que tu padre y Hugh Toussaint lo permitirán, y mucho menos Zaia? —pregunta, sorprendida por mi repentino cambio de tema.

Frunzo el ceño. —Ellos no tienen voz ni voto, solo se tendrá en cuenta la opinión de Zaia y no voy a arrebatársela a ella, a nuestro hijo. Cuando sea mayor, lo haré el heredero oficial de esta manada. Mira, mamá, si alguna vez me gano el favor de Zaia y me deje ver a los niños, entonces no quiero traer a cualquier mujer a sus vidas sin motivo alguno.

Sé cómo funciona la mente de mamá y espero que si ve a los niños como un incentivo, esté de mi lado.

—Ah... entonces... ¿qué pasa con Zaia? He oído que rechazó a Alpha Payne... —Hay un brillo en sus ojos mientras me hace el juego, aunque se está saliendo un poco del tema. Ella y sus hábitos de emparejamiento nunca mueren.

—No, mamá. Zaia y yo hemos terminado, pero los niños también son míos, ¿no? Así que dile a papá que no quieres a Cara como nuera. ¿Por favor?

Se muerde el labio inferior, inclina su cabeza de pelo castaño y casi puedo ver cómo se mueven los engranajes. Bebo un sorbo de café y le permito reflexionar sobre todo lo que acabo de decir.

—Déjamelo a mí —dice después de un momento—. Pero tengo una condición. —Vuelve a tener esa mirada en los ojos, la que usa para hacer trueques en las tiendas.

—¿Qué es? —pregunto, mientras bebo el último sorbo de café caliente. Ella frunce los labios.

—Vale, sé que has dicho que Zaia y tú habéis terminado; PERO, imagínate si pasa algo o surge algo... Quiero decir, si consigues ver más a los niños y pasar más tiempo con Zaia, entonces quiero que vuelvas a intentarlo. Quiero que reavives el amor que sé que ustedes dos tenían en su matrimonio. La belleza del vínculo matrimonial brilló entre ustedes dos.

Ah, eso pienso hacer, mamá. 

—Está bien —digo. Mamá suele dejar que los demás se enteren de las cosas y quién sabe a quién podría acabar diciéndole algo, así que no le diré nada más.

—Muy bien, entonces. Haré que ese pensamiento desaparezca de la mente de tu padre antes de que pueda correr... —tose y la miro horrorizada. ¿Estuvo a punto de decir lo que creo que dijo?

—Quizás tenga pesadillas —murmuro, con arcadas internas

—Bueno, no deberías estar tan disgustado, querido, así es como te hicimos. Además, es solo ciencia, querido, ahora que ayudaste a crear dos niños, sabes todo sobre...

—Mamá, por favor. ¡No necesito oír eso! —gruño, pasándole la taza de café y saliendo del lavadero. La oigo reír y sacudo la cabeza.

Saco mi teléfono y le envío un mensaje a Justin, mi beta. Como voy a volar, necesito asegurarme de que todo esté en orden aquí...

Yo soy la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora