SEBASTIAN
Las primeras palabras que mi hijo me dice son sobre mi fracaso hacia mi familia, un recordatorio de que, pase lo que pase, este es un período que siempre recordarán y sabrán que yo no estuve aquí.
Las intensas emociones que siento al estar en la misma habitación que ellos por primera vez me hacen querer abrazarlos a los tres y no soltarlos nunca.
Quiero abrazarlos, besarlos, pedirles perdón, hacerlos reír, jugar con ellos, secarles las lágrimas y prometerles que siempre los cuidaré. ¿Es este el amor de un padre? No sé cómo explicar lo que siento.
Los amo, los amo muchísimo. Por primera vez desde que nacieron, estamos juntos, pero no puedo simplemente abrazarlos y prometerles que a partir de este día todo estará bien. Voy a hacer todo lo posible para recuperar el tiempo perdido.
Puede que sólo tengan tres años, pero aún son lo bastante grandes para entenderlo todo. La pregunta de Zion es prueba de ello. Zaia avanza al instante y se arrodilla junto a Zion mientras sostiene a nuestra hija.
—Zion, eso es porque... —empieza a decir, pero la interrumpo y le pongo una mano en el brazo. Su corazón da un vuelco cuando nuestras miradas se cruzan, una mirada interrogativa en la suya.
—Lo siento hijo, pero lastimé a tu mamá y la puse triste, así que decidió irse y cuidarte donde sabía que estarías seguro y feliz—, le explico, con ese nudo en la garganta desapareciendo.
Zaia me mira fijamente y sé que está a punto de discutir conmigo cuando la miro y niego con la cabeza.
—Déjame encargarme de esto —le digo en voz baja. Sé que ella lo ha estado pensando, pero no puedo dejar que los niños la culpen por esto. Yo fui quien arruinó todo. La forma en que manejé las cosas estuvo mal.
Zion me mira mientras intenta mantenerse valiente y yo extiendo la mano hacia sus manos nuevamente y por más que quiero jalarlas hacia mis brazos y abrazarlas a ambas, necesito que sean ellas las que den el paso voluntariamente.
Me aclaro la garganta lo más silenciosamente que puedo mientras observo a mi hijo observar mis manos.
—¿Qué hiciste? —pregunta con curiosidad. Sus ojos azules me recuerdan a los míos y no puedo evitar sonreír levemente.
Es un pequeño inteligente, eso lo heredó de su mamá.
—Herí sus sentimientos. Le mentí sobre algunas cosas y le rompí el corazón, pero prometo que no volveré a hacerlo. Nunca más. Siempre cuidaré de ustedes tres. De ahora en adelante, nunca volveré a lastimar a tu mami y compensaré el daño que le he causado... ¿Trato hecho, campeón? —digo.
Hay cosas que nunca podré reemplazar. El dolor que le hice sufrir siempre será algo de lo que me arrepentiré. No hay forma de que pueda perdonarme por eso, aunque espero que algún día ella pueda perdonarme.
Él mira a Zaia, pero yo me niego a hacerlo, sabiendo que eso solo alterará aún más mis emociones. La deseo muchísimo, pero no entiendo qué es lo que ella realmente quiere.
La amo con todo mi ser. La quiero en mis brazos. Quiero despertarme con ella a mi lado y dormirme con ella en mis brazos todas las noches de mi vida.
Sé que ella todavía está luchando con el pasado y estoy dispuesta a darle el tiempo que necesita. Sólo deseo entender un poco más lo que está pasando por esa mente suya.
Miro a Zion, que está sumido en sus pensamientos mientras reflexiona sobre lo que he dicho. Me duelen los brazos por haber estado estirados tanto tiempo. El dolor punzante que me sube por la espalda y la pierna amenaza con derribarme en cualquier momento, pero no voy a dejar que mi cuerpo ceda delante de mis hijos.
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Yo soy la Luna
WerewolfRechazada por otro, la vida de Zaia Toussaint se desmorona a su alrededor cuando su marido le pide el divorcio nada menos que por su exnovia. Expulsada de su hogar y posición, Zaia abandona la manada, llevando consigo un secreto que espera que su es...