Capítulo 57: Dos en el mundo.

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57.

—¿Me acompañas, linda? -me preguntó Emma mirándome tierna.

—Si claro, ¿donde vamos? -dije, poniéndome de pie.

—A comprar para el desayuno, al pueblo a unas cuadras de aquí. No está tan lejos -respondió, haciendo un ademán con la mano.

—Está bien -sonreí- Espera, voy por mi chaqueta -dije subiendo escaleras arriba.

—¡Te espero afuera!

Cuando llegue hasta el cuarto en el que estaba miré al costado y observe a Abraham jugando con Gabi en el cuarto de enfrente, sonreí y me adentré a nuestro cuarto.

—¿Donde estás? ¿donde... ¡Acá! -exclamé tomando mi chaqueta que estaba tirada en el suelo.

Abraham, mugriento seguramente la dejó aquí en vez de ponerla en la jodida percha...

Salí de allí con la chaqueta puesta, apenas abrí la puerta me topé con Abraham cargado en ella.

—¿Donde vamos? -preguntó, acercándose a mi con una sonrisa.

—Acompañaré a tu prima al pueblo, tiene que ir al súper -dije, enredando mis brazos a través de sus hombros.

—¿A Emma? -preguntó tomándome de la cintura.

—Si... -susurré rozando su boca con la mía.

—Ten cuidado, ¿si? -dijo, besando mi nariz- no es muy agradable el camino al pueblo... Ya sabes, cuidate.

Asiento.

—Ya me voy, nene -besé sus labios para después acariciar sus mejillas- Te amo.

Cuando llegué a la salida me encontré con Emma sentada en las escaleras que dan al patio, al verme sonrió y se puso de pie.

—¿Nos vamos? La abuela está insistente con los ingredientes del desayuno, si los nietos no comen, ella se desespera -dijo, simpática.

Y si, no pude evitar sentirme mal por eso... Mi abuela era muy parecida a ella, tanto física como personalmente, apreté mis párpados no podía llorar, no ahora.

—¿Estás bien? -preguntó Emma, deteniéndose en medio de la caminata que comenzábamos a hacer.

—Sí, sí, y dime, ¿qué hay que conseguir? -intenté desviar el tema.

Sacó la lista y comenzó a nombrar cada ingrediente que se necesita para preparar panques, yo sólo asentía y sonreía cada vez que era necesario, no me ingresaba entablar ningún tipo de conversación, esta chica había logrado deprimirme a tiempo récord.

Cuando llegamos al pueblo después de treinta minutos tortuosos de caminata, nos adentramos al súper mercado, ella me entregó la lista y tomó un carrito para comenzar a empujarlo por los pasillos.

—La Nutella creo que la vi en el pasillo anterior -comunique, siguiéndole los pasos.

—Oh bien, vamos a por ella -dijo, dándole la vuelta al carrito.

Cuando llegamos para tomar el producto sentí mi celular vibrar en mi bolsillo, si, definitivamente me estaban llamando.

—Lo siento... -dije tímida- dame un segundo -dije, apartándome para contestar, ella sonrió.

¿Hola? -dije, apenas descolgar.

—¡Mana, al fin! ¿cómo estás? ¿estás bien? ¿qué pasó? --pretuntó Cris, desde la otra linea.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora