Capítulo 112: Cábala

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112.

— Ya, en serio, ¿Qué estaría haciendo tu novio en un club gay? -preguntó Juan posando su brazo através de mis hombros.

— ¿Experimentando, tal vez?

— Ay, por favor. -negó con la cabeza.

— Podría ser posible..

— ¿En serio? -alzó la voz con ironía.

— Oye, yo sé lo que vi, ¿de acuerdo? Las historias de Instagram no mienten.

— ¿Y cómo sabes que era exactamente un club gay?

— ¿Alguna vez asististe a una discoteca decorada con fotos de Ricky Martin en zunga y un montón de tipos encuerados?

— Uy, no.. Pero, en serio , ¿Qué hacía ahí? Yo me preocuparía si lo hubiese visto bailando en un caño con una streeper.

— Créeme, hubiera dolido menos.

— Pero si no dolió.

— No, pero me confundió y me asustó, mucho he de decir.

Le dí un sorbo a mi descafeinado café con leche de soya y me abracé a Juan, el otoño ya se está sintiendo.

— ¿Por qué no le preguntas?

— ¿Por qué? Porque hace dos días que estoy evitándolo, intento hacer huelga de atención. Mi casilla de mensajes robosa de lamentos y no pienso llamarlo al fin para un planteó ridículo sobre su orientación sexual.

— Cálmate, ¿está bien? Ven, entrarás allí, te aprenderás la rutina y te concentrarás en que todo salga bien ésta noche, es importante. Yo pasaré a ver cómo está aquella gente e iré a reservar tu tren hacia Toulouse. Nos vemos luego.

— De acuerdo, Adiós.

Me acerqué a besar su mejilla pero el muy maldito se aprobechó de mi inocencia y me dio un pico de despedida.

— Agradece que me contuve y no hice lo que tengo ganas de hacerte. -bromeó volteando a mirarme.

— Idiota. -murmuré riendo.

Me volteé e ingresé por las puertas del estuudio, maldecí cuando vi un letrero donde indicaba que el estudio de danza estaba el el quinto piso, sumándole a un enorme cartel que decía que los ascensores están fuera de servicio. Tuve que quemar más calorías subiendo cinco pisos que bailando Clint Mansell. 

Cuando llegué, entré con timidez, o conozco a nadie aquí. Tengo miedo. Cuando llegué intenté ser lo más invisible posible, busqué con la mirada a Jason, podría estar aquí, pero no. Me puse en la busca de un coach, o algún adulto que se viera con poco más de autoridad que un grupo de francesas desabridas.

Hice conección con mi cerebro y elegí las palabras exactas para hablarle a la instructora que tenía en frente. Mots français.

— ¿Jari?, ¿eres tú? -me interrumpió antes de que yo hablara.

— Sí, hola..

— ¿Eres quien viene por Xenia? Sí, me habló de ti. Ven, acercate.

Me dirigió a un vestidor y me comentó la rutina. Me reí internamente cuando menionó algo sobre el clásico parisíno que iban a hacer, Juan tenía razón. En un momento quise golpearla con una silla de tanto que hablaba, ni siquiera me había dejado presentarme.

Fui hasta la sala de estudio, estaba haciendo un precalentamiento al compás de la armoniosa voz de Lucy Hale, interpretando "Let It Go", esperé a que termiaran para unirmeles en la siguiete ronda, después de todo yo sólo haría la pasada final. Mientras tanto, me entrentuve cantando, amo esa canción.  

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora