Capítulo 67: Doble condón.

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67.

- ¡Hey! -escucho como murmuran- Jari, ¿estás bien?

Presiono mis párpados soltando un gemido por la boca, abro los ojos y me encuentro en el suelo, mi cabeza duele y siento un ardor insoportable en mi muñeca, miro a un lado donde una botella de licor se encuentra en pedazos, gotas de sangre se destacan a un lado de mi, miro mi brazo el cual está repleto en sangre. Levanto la mirada y veo a un Abraham mirándome con preocupación.

- ¿Qu... ¿Qué... ¿Qué me pasó? -balbuceo, desconcertada.

- Me echaste y justo cuando estaba por irme, oí un ruido horrible, y aquí estás... -dijo.

- ¿Por qué te eché?, ¿qué pasó?

- Porque estás loca, a ver, muestrame esa mano... ¡Ay Jari, te estás desangrando! -exclamó, tomándome en brazos.

Yo no entendía nada, no sé porqué me desmayé, ni qué hacía con una botella, ni como hice para a cortarme, ni porqué lo eché, ni porqué ahora mismo estoy llorando... ¿Por qué estoy llorando?

- A ver, sientate aquí -dijo él, sentándome sobre la encimera de la cocina- ¿Tienes gasas o algo con lo que pueda vendarte? -dijo, tomando mi mano con delicadeza.

- ¡Ah! -exclamé cuando acarició levemente la herida- Sí, en el baño hay un botiquín de primeros auxilios.

Él fue desesperadamente por lo dicho y yo me quedé analizando la situación, lo último que recuerdo es estar hablando con los chicos mientras mirábamos una película en la pantalla plana de mi sala, no recuerdo más, lo único que sé es que me duele muchísimo la mano.

- Bien, ¿está mejor? -me dijo, cuando terminó de vendar mi mano para que dejara de perder tanta sangre- Igualmente nos vamos ahora mismo a emergencias -declaró.

- ¿Qué? Abraham, estás exagerando. Estoy bien.

- Te estoy diciendo que vamos, ve y toma tu chaqueta. Yo llamaré a tus padres.

Y no pude hacer nada al respecto ni mucho menos resignarme a ir, me dolía la mano horriblemente y contando con lo que decía él se hacía y punto, no había forma de hacerlo cambiar de opinión. Así que rápidamente fui por mi chaqueta y me reencontré con él en la puerta del departamento cuando se encontraba hablando con mi madre, al verme se despidió de ella y me dedicó una sonrisa.

- Dicen que están viniendo, que los esperemos aquí e iremos con ellos.

Al llegar al hospital entramos por urgencias y me entendió uno de los médicos de Abraham, porque creanme, un rugbier frecuenta muchísimo el hospital, y él no era excepción. Cuando quitó la venda de mi muñeca declaró que la herida si era profunda y que habían hecho muy bien en traerme ya que al desinfectarla dijo que tenía pequeños trocitos de vidrio en ella, yo solo pensaba en que me dolió como la mierda cuando la desinfectó y aplicó los puntos. Este también era un exagerado.

- Creo que ya quedó, no te quites la venda ni te toques porque no queremos que la herida se abra. -dijo y asentí.

- ¿De verdad era necesario lo de los puntos? -pregunté.

- Si, si eran necesarios, la herida era muy profunda como para solo vendarla y ya.

- Okey, usted sabrá.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora