Extra II | Un amor de avión

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Londres, Reino Unido 

— ¡Qué le bajes a la puñetera música, coño! —grité, golpeando la mesa del escritorio.

— Oye hermano, relaja la raja que no le estamos haciendo mal a nadie. —exclama Román desde el sofá.

— Mira tío, mañana tengo un examen a primera hora y no he estudiado toda la maldita semana para que tú vengas a arruinarlo. Asi que cómo no le bajes a la música, te meto el bolígrafo por el culo, ¿Esá claro? —hablé hacia él conteniendo las ganas de tomarlo por el cuello.

— Bueno tú, relájate. Y tú, apaga esa mierda que no se puede ni hablar, en serio. —Germán se pone de pie luego de dar indicaciones y viene hacia mí—. Escucha niño, no sé cómo serán en España, además de encabronarse por todo, pero en mi país la vida se disfruta. Has estado todo el día metido en ese libro, ya no te dirá más de lo que sabes. Además, llevas dos meses aquí y no conoces ni el Big Ben. Asi que, cierras esa cosa y te vienes conmigo por una cerveza.

Cerró mi libro con fuerza a lo que tuve que quitar las manos si quería seguir comiendo sushi con palillo.

— Anda vamos, un poco de aire fresco no te hará mal. Yo invito el trago. —insistió dirigiéndose a la puerta—. Ah, y toma tu chaqueta. Hace un frío que te cagas.

Con pocas ganas pero sin más opción me dirigí a la salida con él, me puse el abrigo y salí al pasillo. Bajamos a la calle y comenzamos a caminar hasta un bar cercano, ésta cuidad está lleno de ellos, con razón tanto borracho.

Entramos y el ambiente estaba bastante tranquilo a comparación de lo que imaginaba. Son las diez de la noche y hay poca gente en el lugar, posiblemente porque mañana es día laboral. Hay unas cuantas parejas sentadas conversando, hombres en la barra intentando ligar con la barman, otros jugando al tiro en una esquina y otros simplemente bebiando sin más. Tomamos una mesa y nos sentamos a que vengan a tomar el pedido.

— No eres de salir mucho, ¿verdad? —cuestionó Germán.

— Define "salir"—pedí, mirándolo con gracia.

— Tú sabes.., fiestas, un par de rolas, ir de putas..

— Yo no pago por sexo, hermano. —contesté riendo—. ¿Tú sí?

— Mírame, ¿Tú te crees que no?

Ambos comenzamos a reír en lo que se acerca una chica de uniforme a nuestra mesa.

— Buenas noches, ¿Qué puedo servirles? —sonrió en mi dirección, entonces no me quedó de otra que devolverle el gesto.

— Una cerveza y para mi amigo igual. —conestó Ger, mirándome.

— ¿Con o sin hielo?

— Con. —respondió.

— De acuerdo, ¿Algo más?

— No lo sé, ¿Quieres unas papas? —me preguntó.

— Creo que estaría bien..—asentí a la muchacha.

— ¿Con queso? —me preguntó, guiñando un ojo.

— Sí, por favor. —respondí, desviando la mirada.

Sonrió nuevamente y se fue, diciendo que volvería en seguida. Entonces, mi compañero comenzó a reírse.

— Oye, si hasta ahora no has pagado por sexo.., hoy es tu día de suerte. —comentó entre risa, comiendo maní que había sobre la mesa.

— No soy amigo de las inmoralidades. Además, tengo novia.

— Oh, con que tienes novia.. Bueno, otra cosa que sé de ti, además de que eres un español mañoso.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora