Capítulo 82: La ola está llegando.

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82.

Jari's POV

Día uno en cautiverio...

Apenas llevo un par de horas aquí y esto es realmente un infiero, miro mi ropa, y le doy la bienvenida a mi pijama de hospital, veo a mi alrededor viendo las pálidas y eclesiásticas paredes rodearme, miro al ventanal reforzado con una seguridad inigualable. Sí, solo falta la camisa de fuerza y me recibo de loca.

Siento una suave respiración contra mi rostro, y al abrir los ojos me encuentro con una tipa mirándome fijamente. Me sobresalté de la cama, y la miré.

— ¿Qué haces? -le pregunté.

— Olerte, el olfato es el único sentido que nunca miente -respondió.

Fruncí el ceño.

— Me llamo Laura -se presentó, aún sin apartarse de mí.

— Jari... -murmuré.

— Hueles muy bien, me gusta -dijo.

Yo la miré extrañada, si ésta se piensa que pateo para el otro equipo, está equivocada...

Al instante entró una enfermera con una bandeja en manos, salvándome de la incómoda situación.

— ¡¿Por qué estoy en una habitación con una loca?! -me quejé.

— Anda, toma tus pastillas -me ordenó.

Yo la miré, para después mirar la bandeja que había dejado sobre mi cama, donde habían un blíster de pastillas, un vaso con jugo de naranja, agua, y una variedad inmensa de comida. Devolví mi mirada a ella y la vi entregándole a la loca su medicación. Quien se las mandó sin más, para después beber jugo bajo la supervisión de la enfermera nefasta que está aquí.

Ella revisó su cavidad bucal para corroborar de que las haya ingerido.

Seguido de eso, regresó a mí acercándome la bandeja de comida. Tomó las pastillas y el vaso de agua y se acercó a mí.

— Vamos -me alentó.

— ¿Qué es esto? -pregunté extrañada.

No entiendo que quiere que yo haga con eso.

— El medicamento que te recetó la doctora -respondió con obviedad.

Arrugué mi ceño.

— Yo no tengo que tomar nada -me negué.

— Es por tu bien.

— Por mi bien cambienme de habitación -reclamé.

— Pues se lo dices tú misma a la doctora, ¿de acuerdo?, tómatelas.

Me ordenó, tendiéndome las pastillas.

Yo resignada, le tendí mi mano para que me las entregara, una vez la pastilla allí, la ingerí mientras la observaba con desprecio.

Me tendió el vaso de agua para que pudiera procesar bien el medicamento. Cuando ya la había tragado, sujetó mis mejillas y yo abrí mi boca para que ella pudiera inspeccionar que si me la había tomando, haciéndome sentir muy incómoda.

— Bien -asintió.

La vi alejarse hasta un sector de la habitación, tomó una silla, la colocó ante mí y se sentó en ella.

La miré.

— Pero, ¿qué haces? -dije- ¿te quedarás para ver que como?

— ¿Y qué esperabas? -dijo la tal Laura desde su cama- Ahora estás en la primera división de la anorexia.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora