Capítulo 88: Eterno adiós.

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Jari's POV

— ¿Lloras de verdad, o también es mentira? -preguntó a mis espaldas.

— Tú sabrás, tú lo sabes todo. -respondí, cubriéndome con la manta.

Sentí el peso de su cuerpo sobre mi cama y después la sentí olfatearme extrañamente.

— Verdad, lloras de verdad. ¿Quieres que hablemos?

— No. -me negué.

— Mentirosa...

La observé regresar hasta su cama y respiré profundo antes de hablar.

— Mi vida es una porquería. -dije.

— En este piso todos nos parecemos por tener una vida de porquería. -contestó.

— Sí, pero... es que no dejo de hacerle daño a todo el mundo, a mi familia, a mi novio. Ellos... ellos quieren ayudarme y yo siempre lo arruino. -murmuré.

— Pues, quizás deberías decir la verdad.

La sentí nuevamente sentarse sobre mi cama, mientras acariciaba mi cabello.

— Puedes probar conmigo, a mí me da igual lo que te pase... -me dijo.

Hice el intento por dejar de sollozar, así poder hablar con franqueza.

— Tengo un problema con la comida, hace tiempo que recaí, pero no se lo he dicho a nadie. -admití.

Ella sonrió victoriosa, al comprobar que tenía razón

— Y sí, estoy con Víctor, pero no lo quiero como debería ser. No tanto como... como a Abraham, que está con otra chica. 

La miré.

— ¿Contenta? -dije.

— Sí, me agrada saber que tenía razón. -me sonrió.

Yo, designada, pegué mi rostro a la almohada y continúe llorando ahí.

— ¿Qué quieres mujer?, ¿que te agarre de la mano y que te diga que te pondrás bien? ¿Y que vendrá el tal Abraham y te dirá que te ama? -dijo- A mí me pasa lo contrario a ti, sólo sé decir la verdad por muy mala que sea.

Volví mirarla, esta vez a los ojos.

— Y sí, tu vida es una porquería. Lo mejor que puedes hacer es dormir, cuando duermes los problemas se van... -dijo, volviendo a acariciar mi pelo.

— No creo que pueda hacerlo...

— Con eso sí puedo ayudarte... -me dijo.

— ¿Cómo?

— Con mis pastillas, con un par dormirás como un tronco y con tres hasta mañana por la tarde, ¿no quieres desconectarte?

Quitó las lágrimas de mis ojos y dejó un beso en mi frente.

— Si quieres, ya sabe donde están. -dijo.

— Muchas gracias... -murmuré.

Volvió a dejar un beso en mi frente y después se volvió a su cama.

Era de madrugada y un frío abrazador golpeaba mi esquelético cuerpo de una manera violenta, el frío me consumía. Ni siquiera tenía fuerzas para ir por otra manta, y es que últimamente no tengo ganas de nada. Me senté sobre la cama y abracé mis piernas, mi mandíbula tenía complejo de castañuela de tanto temblar y mis manos se encontraban débilmente secas.

Pero de algo estoy segura: no puedo estar más triste que esto. No puedo ser más infeliz, no puedo sentirme más engañada.

Mi error fue creer eso: que las cosas eran perfectas...

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora