Capítulo 110: Segundo Plano

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110.

— ¿Eso es un ventanal?, ¿un ventanal enorme? -pregunté entusiasta.

— Ya puedo imaginarte parada frente a él, quejándote porque llueve. -mencionó volteando la cámara hacía él.

— Yo quiero creer que no me encontraré con tus calzones tirados por todo el suelo de ese bonito baño que estoy viendo allí, ¿no?

Se sonrió tiernamente y yo me quedé analizando la situación. Realmente no puedo creer que eso esté pasando de verdad, estoy contemplando la posible morada que voy a compartir por un gran periodo de mi vida. Ya habíamos hablado sobre esto varias veces y los dos coincidimos con que eso era lo más parecido a una vida de casados. No me voy a casar, nunca me atrajo la idea, pienso que el matrimonio no te asegura nada, son sólo papeles. Si vamos a unos de los miedos más grades que se tienen al momento de entablar un matrimonio, claro está que después de que él "Hasta que la muerte los separe" se haga presente, el otro terrorífico miedo se llama: Infidelidad.

Siendo totalmente sincera, yo creo que el matrimonio no garantiza la fidelidad. Por más que estemos casados, con boda, ceremonia eclesiástica, gran pastel, miles de invitados y un hermoso vestido. Importará una mierda a la hora de ser infiel, te pasas las alianzas por las pelotas y preñas a la primera sucia que se te cruce. El matrimonio es una acción legal ante el estado. Yo no pienso casarme, no tengo porqué probar mi amor ante miles de testigos, ni mucho menos firmarlo en un papel, si la persona que amo lo tiene en claro. Yo estoy bien. Pues, es esa persona con quien compartiré mi vida, poco me importa lo demás.

— Se ve un poco triste ahora, pero cuando lo amueblemos se verá mejor. -mencionó Abraham.

— ¿Cuantas habitaciones tiene? -pregunté.

— Dos, una grande que es la matrimonial y una individual, más pequeña.

— ¿Por qué eres tan tierno? -pregunté riendo.

— Oye, aclaremos algo.. tu amigo no se quedará a dormir, eh!

— Yo que ya estaba eligiendo pijama mentalmente.. -se escuchó a Juan desde el baño.

Continuó enseñándome el lugar y yo no podía no imaginar a un montón de niños correteando por allí. Él muchas, muchas veces me habló sobre su deseo paterno y yo lo tomé a chiste todas esas veces, porque realmente no me siento preparada para afrontar algo como lo es un embarazo. Juan lo mencionó días atrás y a mí se me erizó la piel de tan sólo pensarlo. Digamos que no tengo la estabilidad emocional que se necesita para criar a un hijo, al menos no en este momento de mi vida Ese es un tema que hablé mucho con el psicólogo, después de afrontar y aceptar un intento de suicidio, se me hace muy difícil mantener la idea de tener que velar por la vida de otra persona, cuando estuve a punto de perder la mía a conciencia propia. Yo no quiero que mis hijos se crezcan con una madre trastornadas, sé y conozco las consecuencias que eso conlleva, pero a la vez pienso en tener a un nuño entre mis brazos y me olvido de mis limitaciones, pienso en Abraham como un papá baboso y es mí a quien se le cae la baba. Lo miro, observo cómo se comporta con mis hermanos y me descoloca tanto del mundo, se me es imposible no imaginarlo todo con él.

— ¿Jari, me estás escuchando?

— No, ah, sí.. sí. Lo siento, yo sólo intentaba recordar a qué hora debo tomar mis vitaminas...

— Debiste haberlas tomado hace quince minutos.. Oye, creo que sería lindo que el bebé durmiera aquí en algunas ocasiones..

— Amm.. ¿El bebé?.. -pregunté.

— Sí, el de mi hermano.. ¿Qué te parece?

— Mientras ya sepa ir sólo al baño, está bien..

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora