Capítulo 107: Bonjour París

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107.

— Jari, apaga ese teléfono, vamos a morir por tu culpa. -se quejó el paranoico de Juan.

— Espera, estoy hablando con mi marido. -contesté tecleando mi celular.

— Quedan dos horas de vuelo, cuando lleguemos a París podrán hablar sin poner en peligro la vida de nadie.

— ¡Sonríe! -exclamé, apuntando la cámara de mi celular hacia él.

— ¡No, fotos no!

Desactivé los auriculares de mi PC poniéndole pausa a la película que estábamos viendo. Mati, el pero de Juan se subió encima de mí para que lo acaricie. Sí, viajamos con el perro.

Boli 💙

Boli 💙

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Nos faltan dos horas, tenemos frío y estamos así

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Nos faltan dos horas, tenemos frío y estamos así...

Mati es tan suave como tú. 😍😍

Yo acabo despertar...

Estoy almorzando.

Yo tendría que estar besándote, no ese perro

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Yo tendría que estar besándote, no ese perro.

😒😒😒

Dice Juan que agradezcas que quien me besa es el perro y no él.

¡¡¡¿¿¿TE ESTÁS COMIENDO MIS SALCHICHAS DE ZANAHORIA???!!!

Dile que se calle. 😒

Bueno, tenía hambre. 😌

Y son ricas, eh!

Yo que subestimaba tu vegetarianismo... 

Espero volver y que hayas repuesto mis salchichas..

De paso compra papel higiénico. Creo que no había.

Ya mismo bajo al chino, entonces.

Tengo que dejarte, una azafata nefasta me regañó. Te llamo apenas aterrice, Te amo.

Finalicé la conversación que teníamos a escondidos y me acomodé sobre mi asiento, me cubrí con una manta que Juan llevaba en su mochila y me acurruqué junto con Mati quien estaba encima de mí- Respondía las preguntas de mi amigo mientras intentaba dormirme y pensaba en cuan grande sería mí cama en el cuarto de hotel. Los ojos me estaban pesando y la cabeza me daba vueltas, Abe me había comentado lo pálida que estaba antes de salir de casa, pero yo lo negué rotundamente culpando a su resaca por hacerlo sufrir una crisis daltónica. Llevamos cinco horas de vuelo, porque no me di cuenta y Juan sacó un vuelo con escala  en Navarra, dónde claramente, no bajamos. Sino, sería dos simples horitas hasta París. En el aterrizaje de la escala me sentí mal, fui cinco veces a hacer pis en lo que llevamos dentro del avión, soy peo que una yegua. Quiero dormir, necesito dormir. Lo bueno es que al llegar tengo todo un día para instalarme, después tenemos muchas reuniones con Juan, muchas. Yo sólo pienso en lo mucho que extrañaré a Abraham.

Cuando bajamos del avión bajé quejándome del viento, París suele destacase por sus fuertes ventiscas. Bajé abrazada de Juan porque las escaleras me daban miedo, él llevaba encima a Mati y yo las mochilas. Quería llegar al centro del aeropuerto, entrar a Sturbucks y bajarme un Maccchiato con un Muffin de banana y dulce de leche. Sí, tengo hambre.

— ¿Estás segura que quieres comer aquí? Estoy cansado, volvamos al hotel.. -se quejó Juan al verme poner mi culo sobre una silla.

— ¿Cansado de qué? Si dormiste como una morsa todo el vuelo.

— Sí, pero hay que llevar a Mati al baño, las valijas pesan. Además, tienes que llamar a tu novio, se lo prometiste.

— Bueno, está bien. Vamos, per en cuanto nos instalemos, me llevas a comer que muero de hambre. Quiero ir a Blossom.

— Siempre que venimos vamos al mismo restaurante, ¿podemos cambiar de vez en cuando?

— Es que es el único vegetariano que no frita las patatas en cebo...

— Y si es vegetariano, ¿por qué fritar las malditas patatas en cebo?

— No sé, pregúntales a ellos. Reitero, si mi padre tuviera una sucursal vegetariana aquí, yo no tendría este problema.

— J, tengo sueño. Te pides una tarta de queso y cebolla en servicio a la habitación y ya. Yo pago.

— Eres malo, si mi marido estuviera aquí, él me llevaba.

— Lo siento mucho, yo no soy él, aunque quisiera. Te tiene mal acostumbrada.

— ¿Por qué?

— Porque cumple todos tus caprichitos...

— ¿Me estás diciendo caprichosa?

— ¿Y me vas a decir que no lo eres?

Llamo a mí marido y no contesta, por la hora yo creo que está entrenando. Me dijo que mi hermanito lo acompañaría a la práctica. Entonces llamé a mi mamá y ella confirmó mis sospechas. En fin, cuando llegamos al hotel me puse a desempacar mientras recorría la habitación, salté de felicidad cuando salí a la terraza y vi que tenía piscina y muchas plantas. Una hora después, mientras mi compañero de viajes despachaba su equipaje en su habitación, yo volví a llamar a mi marido. Atendió.

— ¡Llegué! -exclamé cuando oí su voz desde la otra línea.

Una risa se oyó de fondo, pero no era la suya.

— Estoy al teléfono, espera...

Su voz se escuchó juguetona, lejana, pues parecía estar hablando con una persona. Y no se trataba de mí.

— Tengo que contestar, en serio. Ahí, ahí están las películas.

Lo escuché reír, acompañado de una carcajada femenina. Y no era la de Cris.

— ¿Abraham? -pregunté extrañada, algo muy extraño estaba sucediendo

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora