Capítulo 117: Béni Froide

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—  ¿Continuarás todo el día sin hablarme? -inquirió, acariciando delicadamente mi mejilla.

Desvié mi mirada hasta el Río Sena, estamos en el Puente Alejandro III, sentados en una de las bancas con vista al paisaje.

—  No.. -respondí.

Habló, lo dijo todo, dijo cosas que me hicieron temblar. Sólo puedo decir que lo admiro por ser tan valiente y por tener los huevos que hay que tener para afrontar todo lo que él afrontó, solo. Por otro lado, me siento un poco mal, después de todo puedo llegar a creer que él no vino aqui por mí, vino para cumplir una promesa a su difunto amigo.

—  ¿Tú viniste hasta aquí por eso? Pero también dices que no estabas seguro de qué hacer, ¿Por eso no quisiste venir cuando te lo pedí?

—  En cierto punto, me asustaba la idea de venir aquí. Sabes que éste lugar es de esos en los que pienso y me dan ganas de llorar, sobre todo Toulouse.. que él también tuviera que ver con eso.. yo..

Su voz enroquecida se estaba quebrando y lo que menos quiero es que comience a llorar. No quiero que él llore porque es algo que rompe mi alma en mil pezados, verlo débil y derrotado como lo está ahora me desbasta, carga co tanta tristeza que me asusta el punto en el que podrámos llegar a acabar. Puedo decir que soy una persona que fue golpeada por la tristeza muchas e incotables veces y lo que menos quiero para él, es que sufra todo lo que a mí me ha tocado sufrir. Quiero hacerlo sonreír, quiero que hablé con diversión, quiero que lo pregunte todo de manera fastidiosa, quiero que haga bromas estúpidas y cuente chistes malos solo para molestarme. Quiero ser un bálsamo para él, así como por mucho tiempo él lo fue para mí. Más allá de todos los secretos e intimidades personales que no esté dispuesto a confesarme, lo entiendo y lo acepto. Porque yo no soy santa de devoción de nadie con respecto a la sinceridad y tampoco espero que él lo sea. 

—  Mi intención no era ocultártelo.. -masculló por lo bajo.

Alcé su rostro, tomándolo entre mis manos.

—  Tú no tienes porque hablar de cosas de las que no te sientas cómodo, ni listo para hacerlo. -aseguré mirándolo a los ojos. 

Su mirada café conectó con la mía y estoy peleando en contra de mi impulso por besarlo. Vi el terror y la tristeza pintarse en sus ojos, sé que se siente colosalmente mal por habermelo ocultado. 

—  Te ves tan lindo con mi gorro de lana. -mencioné haciendo que una sonrisa leve se deslice por sus labios.

La escarcha del frío mañanero estaba reccoriendo mi espina dorsal y agonizo por regresar al hotel y asegurarme entre el calor de sus brazos. No quiero que nada rompa con la armonía que estamos consruyendo entre los dos. Quiero hacer, por una vez en mi vida, el papel de novia comprensiva y amorosa. No quiero hacer de su dolor algo que frustre nuestra relación, al contrario, quiero que mi amor sea su soporte.

—  Tú, bebé mío.. -acaricié su mejilla- Puedes contar conmigo, conmigo y mi amor, porque estremos incondicionalmente para ti.

—  Te amo tanto.. -susurró.

Mi corazón dio un vuelco en mi pecho al escucharlo decir eso, él sigue amando más allá de haber pasado por mil cosas que podrían haber sido motivo suficiente para que su corazón se convierta en una piedra. Él continuó amándome aún estado a miles de kilómetros de distancia. Él continuó amándome aún cuando su corazón rebosaba de tristeza. Él continua amando, porque él es amor.

—  Ven aquí, te llevaré a un increíble lugar. Ya oí a tu estómago crujir. -dije poniédome de pie.

Le tendí una mano al ver que no había reaccionado a mis palabras. Se quedó mirándome fijamente y tengo que confesar que me asusté. Se puso de pie de forma efusiva y se aferró a mi cuerpo, hundiéndose en un abrazo repentino y cálido.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora