Capítulo 106: You hurt me

742 69 25
                                    


106.

— Aún no me has contado de lleno como fue su reencuentro, me siento traicionada. -cuestionó Cristina, removiéndose sobre la cama.

— Estamos viendo una película. -esquivé el tema, señalando el televisor.

— The Choice, ya leíste el libro. ¿Qué sentido tiene?

— Ningún libro es igual a una película. Mira, el padre de Travis no era pastor en el libro, ahí tienes.

Apagó el televisor, yo me indigné y la golpeé en la cabeza, desatando así, una guerra de almohadas.

— Ya, espera, espera. Siéntate y me cuentas, de verdad. -dijo risueña, empujándome sobre la cama.

— ¿Qué quieres saber? Ya te lo conté todo lo que pasó, y fui al taller porque mi auto se hab...

— No, no, eso no... me refiero a la reconciliación en sí.

Suspiré.

— Tú eras genial en biología, conoces el proceso. -bromeé.

Soltó una risa.

— Ya, en serio.

— Lo extrañaba, lo extrañaba mucho. Ni siquiera recordaba como era, como me sentía. Fue bastante brusco al principio porque yo tenía una actitud muy contradictoria. Fue más sentimental que carnal, no le presté mucha atención a eso,

— ¿Con Vico era así?

— No, con él era solo sexo, al menos yo así lo sentía. Recuerdo que la primera vez que estuve con él estaba borracha, también que le vomité todas sábanas, un asco.

— Vivías borracha en aquel tiempo...

— Supongo que para olvidar, que era algo imposible. Estaba muy mal, mucho peor que ahora. Siempre que me veían así me preguntaban si era por Abraham, y no. Yo no lo culpaba, la que se sentía una mierda era yo, porque yo elegía estar así, tenía la fuerza de voluntad para mejorar y no quería. Me conoces y sabes que no me gusta tomar, detesto el alcohol, sin embargo lo hacía, porque me aislaba, me despojaba un poco de mis problemas. Siempre que discutía con Abraham, tomaba, ¿Cuántas veces me encontraste borracha? Perdiste la cuenta seguramente y todas y cada una de esas veces eran por problemas y desconformidades.

— ¿Sigues fumando?

— Intento dejar... el otro día Abraham encontró un paquete de cigarros en mi mochila, y le dije que supuestamente los había tirado, pero no pude. Los tiró al inodoro mientras yo lloraba. Me dijo que siempre que cuando sintiera ansiedad por fumar que le dé un beso y si no estaba cerca que lo llame, ¡lo odio! No puede ser que para todo tenga una solución, lo peor es que funciona. Le dije que tiene que ser psicoanalista. Ahora entiendo cuando Samu me decía que es muy difícil y yo que y no soy una adicta a la nicotina, pero me cuesta, más cuando estoy en estado crítico. Ahora tengo miedo de irme, exrañarlo y gastarme nueve mil euros en cigarros porque no lo tengo para dale un beso y porque la señal allá es malísima. Aunque seguramente me contengo porque está todo súper caro. Igualmente voy con el vicioso de Juan, porque cuando estás con él está todo bien pero cuando te distraes terminas con un frajo en la mano.

— ¿Él va? -preguntó riendo.

— Sí, vamos la primer semana a París porque hay que cerrar con lo de los refugiados y después él ya se vuelve porque tiene que estar en tribunales para fin de mes y yo voy para Toulose.

Seguimos hablando de temas sin sentido cuando oímos la puerta abrirse seguido de murmullos varoniles. Llagaron.. y dos horas tarde.

— Sentálo, boludo. Sentálo. -se escuchó.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora