Capítulo 89: Estímulos.

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Abraham's POV

— Sabes que me encantaría quedarme contigo un poco más. -mencioné, mientras guardaba mi chaqueta en mi mochila.

— ¿Y por qué no te quedas? -hizo un puchero.

— Porque ya es tarde, hermosa. Y tengo que volver, mi casa es un desastre y mañana vendrán mi hermano y su esposa a almorzar. -contesté.

— Pero prometiste que dormirías aquí hoy.... -volvió a hacer su puchero.

— Vendré pronto, lo prometo. -dije acercándome a ella.

Me senté sobre su cama y le sonreí, miré sus ojos y no puedo dejar de pensar que algo en ellos me recuerdan a... a ella. Ella me miró también y sus ojos oscuros se aclararon, llevé una de mis manos a su mejilla y la acaricié suavemente. Me quedé mirándola y al darme cuenta, mis labios estaban sobre los suyos, me separé y volví a mirarla a los ojos, entonces ella unió nuevamente nuestras bocas.

Pero... ¿qué estoy haciendo?, ¿por qué no me detengo?, ¿por qué estoy a punto a quitarme la camiseta?

— Espera, ¡no, no, no! -exclamé separándome- lo siento yo...

— Ay, perdón... perdón... -murmuró cubriéndose la boca- fue mi culpa, yo...

— No, no, la culpa fue mía, de verdad...

— No te preocupes, yo...

— Tu... tu.. tu camiseta. -murmuró, señándola en el suelo.

La tomé rápidamente y me la coloqué en un acto nervioso.

— Yo... yo... creo que ya me voy, nos vemos luego. -me puse de pie y tomé mi mochila.

— ¡Abraham, espera! -exclamó haciendo que me volteé.

Vino hacia mí.

— Quiero que sepas que... ese beso, fue el más bonito que he dado en mi vida. -dijo.

Sonreí, besé su frente y salí de allí.

Pero... ¿qué acabo de hacer?

Caminé por los pasillos en busca se un ascensor el cual tomar. No puedo creer que me haya descolocado tanto un maldito beso, ya me perdí. Continúe avanzando sin desviar la mirada de mis pies, iba a subirme al ascensor cuando mi cuerpo se azotó contra una dura superficie.

— ¿Abraham? -dijeron.

— ¿Tony?, ¿qué haces aquí?

—Vine a por ti, estás muy raro, últimamente no sales de aquí, ¿qué sucede?

— Nada.

— Es esa chica, ¿verdad? -dijo.

— ¿Qué chica? -fruncí el ceño.

— La pelirroja, no te hagas.. ¿te gusta?

— No, no... no sé, no sé qué me pasa.

— Te recuerda a ella, ¿cierto?

— Tony, yo...

Cuando estaba a punto de responder, una voz proveniente de los altavoces me interrumpió.

— Doctora Andrade, reportarse con urgencia en la sala de Cuidados Intensivos.

¿Andrade? Pero si ella es...

¡Mierda!

— ¡Es Jari, es Jari, maldición! -exclamé.

Corrí rápidamente por los pasillos seguido por Tony quien no entendía absolutamente nada de la situación. Al llegar en el elevador, abrí bruscamente sus puerta y empujando a cualquiera que se interponga, llegué a la plata de psiquiatría viendo un gran descontrol.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora