Capítulo 91: Resurrección.

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91.

Sinceramente, no sé por qué no me morí, todavía no lo entiendo con claridad. La prescripción decía que yo debía estar muerta en este momento. Médicos, psiquiatras y familiares con caras oscuras se hacen presente. No estoy muerta, estoy viva, puedo controlar mi vida, pero no mi muerte. Los Rivotriles me iban a matar, yo confiaba en eso, me acosté pensando que no iba a despertar. Recuerdo haberme acostado y morderme los labios hasta sangrar, mientras lloraba. Bueno, no lo recuerdo del todo, son solo reconstrucciones.

Soy tan inútil que hasta esto me salió mal. Yo no sé que pasó, ni que va pasar, no sé que día es, ni mucho menos que hago acá y no en el cielo, o en el infierno si es que existe... Hoy me sacaron sangre y cuando le mostré el brazo al enfermero no me hizo ninguna pregunta sobre los cortes satánicos que tenía. Era obvio que me había querido suicidar, lo digo honestamente, lo digo orgullosamente, me quise ir de esta vida de mierda.

Sentí la puerta abrirse y ni siquiera tuve la decencia de levantar la mirada para ver de quien se trataba.

— Jari... -sentí la voz de Víctor frente a mi.

Yo no respondí, sino que continúe revolviendo la comida que una enfermera me trajo hace más de dos horas.

— Jari... -repitió.

Lo miré.

— ¿Por qué lo hiciste? -preguntó.

— Me quitaron cualquier objeto que pueda clavarme o hacerme daño. -dije enseñándole el cuchillo de plástico que me habían dado.

Lo quitó de mis manos y lo dejó sobre el plato. 

— Me vigilan las veinticuatro horas, y todos me tratan como demente. -continúe.

— La doctora nos dijo que te tomaste veintitrés pastillas, veintitrés Jari. Casi te perdemos, si no fuera porque el doctor insistió, te estaríamos velando. -dijo.

— Pues, por lo visto no son suficientes. Veintitrés son pocas.

Me miró.

— Quisiera darte una buena bofetada... -me dijo.

— Hazlo. -dije.

Suspiró.

— La doctora me dijo que te anime, pero no sé como... No sé si has sido honesta conmigo, no sé si he sabido lo que pensabas, o si te he hecho sentir algo de verdad. Por eso ya no te diré nada, porque creo que eres totalmente inmune a mis palabras... y simplemente me iré.

No respondí.

— Me marcharé para siempre... ¿no dirás nada?

Lo miré.

— Ya lo has dicho todo. -dije.

— ¿Eso es lo que quieres?, ¿que me vaya? -preguntó.

— Conmigo no serás feliz, me diste un mundo en Toulouse, y está bien. Pero no te amé, ni te amo de verdad. -dije mirándolo con ojos de sinceridad.

— No son tus palabras, la Jari que conocí en Toulouse nunca diría eso. -se negó.

— Francamente te expreso mis sentimientos. -dije.

Me miró a los ojos y yo no tuve la debilidad de apartarme, quiero mirarlo para asegurarle que mis palabras son ciertas. Nunca había sido tan sincera con él y debería agradecerlo. Se puso de pie y me dio una última mirada antes de salir.

Empujé la bandeja de comida y me tiré sobre la cama, llevé mi mano hasta mi cuello en busca de mi collar y entré en desesperación cuando no lo sentí allí. Me levanté bruscamente y comencé a hurgar en toda la habitación. Es imposible, si jamás me lo he quitado. Resignada, volví a la cama y me cubrí hasta la cabeza. No tenía sueño, más bien... no puedo dormir. Estoy atormentada, sí quiero, pero no quiero despertar.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora