Capítulo 73: Mariscal de campo.

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73.

Jari's POV

- Bueno, éste me gusta -dijo papi y a mi me dio un vuelco el corazón.

¿En verdad querían que me mudase? ¿Tan rápido? ¿Por qué ese departamento? ¿No podíamos seguir viendo otros?

Un nudo de angustia me atravesó el corazón y se instaló en la garganta. ¿Quería vivir sola? ¿Iba a poder soportarlo?

- Yo creo que éste está bien -confirmó papá.

Sí, el departamento estaba más que bien, la del problema era yo. ¿Cómo iba a sobrevivir sin mis padres? Bueno sí, lo he hecho por mucho tiempo, pero ahora es diferente. El departamento estaba a cinco cuadras de la casa de Xenia, pero aún así, no podía depender de que ella me ayudase. Vivir sola, me di cuenta tarde, significa mucho más que fumar sin ataduras y comer como a uno se le antoja. Vivir sola es más que lavar algún que otro plato y poner las mejores sábanas cuando se quedaba a dormir Abraham conmigo en lo de mis papás. Había muchas otras cosas en las que no había pensado hasta que aquella tarde papá decidió que iba a vivir en la calle Valparaíso, entre Zurce y Viel, sola, en pleno Toulouse.

El departamento era chico, dos ambientes, con paredes recién pintadas de blanco eclesiástico. Una cocina apartada del living, un pequeño balcón que sería modo de lavadero, un baño y una habitación. No necesitaba más. Con el tiempo el departamento comenzó a parecerme un laberinto interminable, y sin embargo, le confirmé a papá que iba a vivir ahí.

Lo inspeccionamos una vez más y mamá tuvo una mala corazonada, por alguna razón que no podía explicar no le gustaba aquel departamento. Enseguida me enojé y le dije que ningún departamento le iba a gustar, ni ese, ni nada.

- Mamá, queda cerca de la Universidad, estoy a cinco cuadras de lo de Xenia, y a veinte minutos de la academia. Ya está, me mudo acá. -dije más por llevarle la contra que porque realmente quería vivir allí.

Cuando abandonamos el edificio, mi papá y el señor de la inmobiliaria arreglaron una fecha para firmar los papeles y darme las llaves. No podía hacerlo, no iba a gritar que no quería vivir sola, no son Boli. Mis padres estaban cumpliendo mi voluntad y no iba a dejar pasar la oportunidad que creía tener para salvarme. Iba a vivir sola a mi manera, no había escapatoria. Camino a casa (al departamento temporal que estaban alquilando mis padres en Toulouse) pensaba en los malos ratos que me habían hecho pasar y quería convencerme de que estaba haciendo lo mejor para mí. Voy a poder estudiar tranquila, voy a aprender a manejarme sola, voy a limpiar, ordenar, voy a cocinar (¿cocinar?), a hacerme la cama. Tengo que vivir sola, no puedo quedarme en casa de Xenia, pero también estaban esas frases en mi cabeza: "Mamá, no quiero vivir sola. No quiero. No me dejes", "Quiero estar con él, que venga, llámalo. Lo extraño".

¡No! ¡JAMÁS!

Los días siguientes me encargué de persuadir a papá de que me ayudase con la mudanza. Y finalmente llegó el día de la firma. Junto con mi mamá, con mi papá, mi mamá y yo fueron mis hermanos, tengo que confesar que me hace mal ver a Johann, siento ganas de llorar cada vez que lo tengo en brazos, y lo hago. Los dos lo hacemos, tenemos la necesidad de mirar sus fotos para calmarnos, maldito Abraham.

Entramos en una habitación con una mesa larguísima como mi tristeza y nos acomodamos en varias sillas. Mamá me miraba angustiada y los ojos llorosos de papi contradecían una sonrisa dulce.

Una frase me devolvió a la realidad.

- Muy bien, felicitaciones. Aquí tienen las llaves.

¿Ya las llaves? ¡¿Ya?! ¿Por qué nos las dieron si todavía no iba a mudarme.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora