Estando en Berlín - (Manuel Neuer)

CAPÍTULO 21

Me arrodillé para estar a su altura en la cama y metí mis dedos en su boca para que regurgitara al menos un poco de lo que había ingerido antes de que hiciera un peor efecto. Alcanzó a sacar inconsistente un poco de eso a orcajadas cuando sonó el timbre y Mila abrió a toda prisa. Los paramédicos entraron como si se hubieran teletransportado de la entrada al cuarto y se lo llevaron. Corrí como pude con Lauren a mi lado y nos subimos en la ambulancia. Lauren lo único que hacía era chillar como si estuviera a punto de morirse.

-¡¡Ya cállate, ¿quieres?!!

Tiré de la raíz de mi cabello por la gran conmoción y el estrés del momento, y finalmente llegamos al hospital donde se lo llevaron en una camilla inmediatamente.

En la sala de esperas no pude contener las lágrimas cuando llegó Mila y también haberme sentido culpable de tratarla mal; me disculpé aunque dijo que de todas formas no había entendido nada, porque no dominaba el inglés. Las tres nos abrazamos rogándole al cielo que no le pasará nada nada grave y que en el peor de los casos que no muriera. Llamé al Señor Hoffman, su padre y le comuniqué lo que yo supuse que había pasado; casi se muere, pero dijo que se dirigía para allá junto a su esposa para apoyar a su hijo en crisis. Gracias a que vivían casi al otro de la ciudad se demoraron bastante en llegar y justo cuando iba a firmar un documento en el que decía que el hospital no se responsabilizaba de la muerte de Derek, llegó el señor Hoffman, quien se puso al tanto de todo lo que había acontecido y con mucho dolor pero gran esperanza de que su hijo iba a estar bien, lo firmó.

-Gracias a Dios estaba usted ahí, señorita. Una hora más y mi pobre niño se habría muerto- Me dijo su madre, la cuál tenía un extraño acento, estrechó mis manos entre las suyas. -¿Por qué, Derek?... ¿Por qué hiciste eso, mi bebé? ¿No ves cuánto me lastimas?- Lloraba ella mirando hacia arriba y llevándose las manos al pecho mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas inconsolablemente.

-Tranquila, señora Hoffman. Estoy segura de que todo irá bien. Yo creo que detuvimos todo a tiempo.

Me estaba quedando dormida cuando recibí una llamada. Era mi madre. Lauren estaba acostada sobre mi hombro arropada con mi abrigo. De igual manera contesté.

-¿Hola?

-¡Dónde están metidas ustedes dos! ¿A caso no saben qué hora es?

-Mmh...- musité casi dormida.

-¡¡Taylor!!- Pegó un grito tan fuerte que hasta Milá que estaba a dos asientos de mí alcanzó a escuchar.

-¿Qué, mamá? Estoy haciendo mi trabajo, fue algo de urgencias, pero me van a pagar, te lo prometo.

-Me importa un pepino, Taylor. Ni tú ni tu hermana se manejan solas, aun viven bajo nuestro techo. En este instante quiero que estén aquí  en casa o si no tendremos serios problemas. ¡¿Me escuchaste?!

-Desde que llegamos te desinteresaste de nosotros por completo, mamá. De hecho los dos nos perdieron de vista. Ni siquiera saben qué hemos estado haciendo Lauren y yo todo este maldito tiempo y ustedes no se dieron por enterado; y en este preciso momento, que es donde más necesito manejar por mi propia cuenta mi vida, ¿te rehúsas a dejarme hacerlo?

-Taylor, una vez más que me desobedezcas y verás.

¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué ahora?

-Maldita sea- Mascullé y por un momento quise tirar mi teléfono contra la pared.

-Realmente lo siento. No soy parte de su familia pero me duele lo que le pase a Derek, aprendí a conocerlo muy bien y lo aprecio demasiado. Quiero que sepan que cuentan conmigo como su empleada, amiga y todo lo que deseen. Si despierta pronto quiero que le digan de mi parte que siempre estaré allí para él y que si quiere me puede llamar. Quisiera quedarme más, pero se me ha presentado un inconveniente en mi hogar. Espero entiendan, muchas gracias por todo familia Hoffman.

Ellos se despidieron de mí, muy agradecidos de mi servicio y finalmente me marché para mi casa junto con mi hermana. Quién sabe cuándo volvería a ver a Derek Hoffman, si es que lo podría volver a ver de nuevo.