CAPÍTULO 100

22 1 0
                                    

-¡Dinah!- Exclamé tapándome la boca asombrada.

-¡Harry!- Exclamó automáticamente después que yo, mi hermana.

Dinah y Harry se estaban besando apasionadamente y no parecía haber espacio entre ellos. Yo sentía tanta emoción por esto que empecé a llorar de la felicidad; sabia lo que significaba y amaba haber estado presente. Me volví hacia la cancha para buscar a Derek y estaba allá amontonado con todos sus compañeros, gritando y viviendo su triunfo. El técnico de la selección se desplazó poco a poco por toda la cancha abrazando a todos sus jugadores incluyéndolo y todos se felicitaban entre sí. Pero de un momento a otro Derek ya no estaba a mi vista. No sé a dónde había ido; se había esfumado.

《Señorita》Escuché una voz masculina que llamaba en Inglés. 《Señorita》 Volvió a insistir para darme cuenta de que me estaba llamando a mí. Era un señor de mediana edad, algo rollizo, bajo y casi sin cabello.

-¿Sí?- respondí al acercarme a él y noté que tenía un chaleco de la FIFA.

-Es acerca del señor Derek Hoffman- espetó muy serio y por un segundo pensé que se trataba de algo malo.

-Dígame...- respondí con la misma entonación apagada.

-La está solicitando en este mismo instante y me envió aquí por usted. Por favor acompáñame.

-¿Qué?- Volteé a mirar a todos lados aterrada. -¿A mí?- Agregué.

-Pues... usted es...- sacó una libreta del interior de su chaleco de la FIFA. -Taylor Samuelsen Hogan, ¿cierto?

-Así es.

-¿Tiene veinte años, es estadounidense y tiene una hermana menor llamada Lauren?- Leyó el viejo seguramente lo que Derek le había dictado.

-Sí, soy yo.

-Entonces sígame por favor-. Miré atrás. Todos mis amigos me estaban mirando con cara de complicidad que no podía resolver, y sólo bastó que Dinah me guiñara un ojo para saber que debía ir.

Seguí al viejo.

-Amm... ¿sabe usted de pronto por qué me está solicitando?

-No.

-Ah... bueno.

Lo seguí por unas escaleras que conducían al camerino de Alemania y por allí salimos a la cancha. Ya sabía lo que sucedía: Derek quería celebrar su victoria conmigo antes de recibir sus trofeos y todo lo demás. El viejo me condujo exactamente hasta la mitad de la cancha donde se dibujaba un círculo blanco para indicar precisamente que de allí partía el espacio respectivo de cada equipo.

-Párese ahí- Indicó señalando al punto blanco, y yo hice caso mirando a todos lados algo extrañada. No conocía a nadie, salvo a alguno que otro jugador con el que había cruzado algún saludo.

-¡Taylor!- Escuché a mis espaldas justo para el lugar a donde no estaba mirando.

Me volví y era él.

-¡Derek!- Grité y me abalancé sobre él y el me atajó con todos los ánimos. -¡Mi campeón!

-Solo lo soy porque gané tu corazón de nuevo- sostuvo feliz y sonriente.

-No digas tonterías, literalmente es tu sueño vuelto realidad-. Concluí y él me bajó despacio.

-Este logro también es gracias a ti. Me ayudaste por mucho tiempo a poder recuperarme, me devolviste la confianza en mí mismo mientras todo el mundo presumía no volverme a ver nunca más en una cancha. Te volviste mi amiga, y fuiste tú misma siempre. Nunca me trataste con superioridad ni superficialidad. Este triunfo también es tuyo, mi amor.

-¡Eres el mejor hombre del mundo, Derek!- Lo abracé con todas mis fuerzas y el sé separó de mí sin quitar su sonrisa. -Bien, creo que tus compañeros te esperan.

-Sí, pero me pienso quedar unos segundos más contigo.

-¿Por qué conmigo? Tendrás mas tiempo de eso, pero esto no se volverá a repetir fácilmente-. Asumí con carisma.

-¿Por qué? Bueno, porque...

-¡¡DEREK!!- Grité tapándome la boca y mis ojos se abrieron como platos. El corazón no me dejaba de correr a una velocidad exuberante.

Derek estaba ante mí, arrodillado, sosteniendo un anillo de compromiso dentro de una cajita de terciopelo rojo, haciendo que captásemos la atención de casi todo el mundo al rededor. Muchos camarógrafos se aproximaron pero para nosotros dos solo existíamos... nosotros dos.

-¿Quieres ser la señora Hoffman, Taylor?- Su voz era profunda y sincera. Me quería para siempre en su vida tanto como yo a él.

Estando en Berlín - (Manuel Neuer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora