CAPÍTULO 4

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Eso había sido bastante extraño. Pero bueno a la misma vez. Agradecí al cielo por eso y me dirigí a mi hogar con la nueva noticia. Entre otras cosas no podía dejar de pensar en eso y en el chico de la otra vez el cual me había rescatado de estampillar mi carota contra el asfalto y solo reí.

Al día de inicio de esa semana, me dirigí a el que sería mi nuevo trabajo, no sin antes cambiarme de ropa para estar más presentable, con unos jeans modestos y un suéter color gris. ¿Sería esta la dirección correcta? Se veía demasiado... lujoso.

-Hola señorita. El apartamento del señor...-Saqué la tarjeta que aquel señor de la entrevista me había entregado con sus datos. -Derek Hofmann.

-Ah, sí. Con mucho gusto. Puede tomar el ascensor y oprimir el botón PH. La llevará al piso correcto; es el único apartamento allí.

-Gracias.

Seguí sus instrucciones y antes de timbrar revisé mi maquillaje y mi cabello. Debía estar muy bien para mi primer día de trabajo, y causar una buena impresión. Sabía que la imagen que diera hoy sería con la que se iban a quedar de mí así que me esforzaría por mostrar completa disciplina y responsabilidad.

Me abrió una mujer de unos cuarenta años y me miró detalladamente de pies a cabeza con un mal ojo, y una expresión de casi odio, incluso daba un poco de escalofríos mirarla.

-¿Taylor Samuelsen?-Preguntó con frialdad.

-Si...

-Pasé y espere a que el señor Hofmann llegue. Apenas salió del hospital.

Ay, rayos, habrá de ser un pobre viejo enfermo que ya no se puede valer por sí mismo.

Saqué mi teléfono y me tomé una foto para subirla al Instagram y sólo conseguí que aquella antipática mujer me mirara aun peor. Después de esperar unos minutos mientras detallaba lo impecable que era ese lugar y que había una piscina descubierta ahí afuera en la zona del mirador, sonó el timbre. Por cortesía me puse de pie y vi como otra señora con un atuendo similar al de la mujer que me acompañaba entraba a un hombre muy bien abrigado y con lentes de sol puestos.

-¡Está dormido!- Susurró aquella señora.

-De acuerdo, entonces de ahora en adelante tu te quedas a cuidarlo junto con la señorita América- Pronunció despectivamente, lo cual no me ofendió aunque ella lo hubiera intentado.

Dicho eso, cogió un abrigo que se encontraba sobre una mesilla y se largó sin despedirse.

-Mucho gusto, yo soy Mila, señorita- Dijo la mujer, algo agitada, que estaba prendida de la silla de ruedas de aquel hombre.

-Yo soy Taylor Samuelsen- Sonreí a la par de ella.

-Él es el señor Hoffman. Lo llevaré a la cama para que termine de descansar allá. Usted lo acompañará allí mientras yo hago la cena. Puede ir haciendo sus cosas pero cuide de que no se vaya a caer de la cama o que no haya un incidente mayor.

-De acuerdo-, acepté dirigiendo la vista hacia el hombre.

La mujer lo tendió sobre la cama y salió del departamento para ir a comprar algunas cosas, para preparar la cena. Me quedé mirando una segunda vez al hombre a ver si se movía. No. No lo hacía. Entonces me acerqué a él para escuchar si respiraba puesto que estaba demasiado quieto. Si, que alivio. Saqué mi laptop para adelantar un trabajo de la universidad y me puse mis audífonos para escuchar buena música.

-¡Mila!- Gritó repentinamente este hombre haciéndome asustar y casi caer de la silla donde me encontraba. -¡Mila!- Volvió a gritar.

-¡Señor! ¡Señor, no se preocupe, ella ya viene!- Respondí dejando la laptop a un lado e intentando bloquear sus bruscos movimientos con mis manos, mientras seguía gritando el nombre de esa señora. Quizá era un ataque de pánico puesto que le veía bastante asustado.

-¡¿Quién es usted?!- Preguntó bruscamente agitado.

Se quitó los lentes de sol y de inmediato lo reconocí: Era el joven que me había atrapado en el aire y que evitó que me cayera. Nos quedamos mirándonos el uno al otro por unos segundos.

-Yo te conozco...- Dijo pensativo y entre cerrando los ojos a la vez que gruesas gotas de sudor se deslizaban sobre su rostro y se le veía un poco deteriorado.

-Si, yo soy...

-Tú eres...- Frotó su frente con notoria confusión. -¡Rayos no lo recuerdo!- dicho esto se aferró con una de mis manos a mi brazo con mucha fuerza haciéndome soltar un gemido.

¿Qué le sucederá a este pobre hombre?, era lo único que pensaba y ya me estaba poniendo nerviosa.

-¡Está haciendo demasiado calor, maldita sea!- Exclamó y se quitó los abrigos que tenía encima junto con las bufandas.

-¿L... le Puerto ayudar en algo? ¿Necesita que haga algo por usted?- Tartamudeo.

-Si...

-¿Si?...

-¿Podrías hacerme el favor de largarte ya de mi casa? Ni siquiera sé quien eres- Escupió con desdén en medio de su propia confusión.

-Pero señor, este es mi trabajo. Su padre me contrató para cuidarlo...

Estando en Berlín - (Manuel Neuer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora