⚠️
-No hay nada que pueda hacer ahora, Samuelsen-. Sonó como un completo monstruo, claro que sí, él era el monstruo. Él era la industria. Tragué saliva, sentía como un hierro en mi garganta.
-Claro que sí. Puedo llamar a Derek, o a Dinah-. Amenacé con contundencia.
-Jamás. Recuerda que ellos no te van a creer.
Mis manos temblaron buscando el teléfono en mi bolsillo trasero y cuando finalmente estaba en mis manos, Schwartz derramaba toda su copa de vino sobre mi ropa y mi teléfono. Acto seguido, estrelló con tanta fuerza la copa contra mi teléfono, que esta se rompió causándome múltiples heridas en las manos y mi teléfono cayó sobre toda la pantalla, haciendo trizas el display. Cómo se encontraba frente mío, note en su nariz un polvo blanco que seguramente ya había visto antes. Schwartz me encuelló con una mano haciéndome rebotar contra la pared, y sentí a la muerte respirándome en la nuca. Tenía pánico y empezaba a llorar casi sin mostrar rasgo alguno de desespero, pero sentí que se me cortaba tanto el aire como la circulación. Sin quitar su sucia mano de mi cuello, me jaló hacia su escritorio y me esto la cabeza contra este, dejando mi cuerpo en un ángulo de noventa grados. Si lo graba salir viva de allí, iba a hacer todo lo posible por hacer que ese maldito de fuera para prisión. Ahora entendía que a todas las modelos que quisieran debutar les hacía lo mismo. Cuánto lo odiaba. Mis manos destilaban pequeñas gotas de sangre que se deslizaban hasta golpear el piso.
-Solo te doy una oportunidad, Samuelsen. Si eres suertuda te daré dos.
-¿De qué habla, maldito?- Grité forcejeando con él.
-Entréguese a mí voluntariamente. Ya mismo.
-¡No sé a qué se refiere!- Mentí.
-Tiene veinte segundos para acercarse a mí y empezar s seducirme. La soltaré y empezaré a contarlos.
Quitó su mano de mi nuca, y retrocedió un par de pasos mientras se quitaba el abrigo, como alistándose, creyendo que le iba a seguir la corriente.
-Sólo recuerda que las manos no te sirven, querida-. Pronunció amenazante.
Lentamente me fui acercando a él, mientras pensaba qué podía hacer. Se me ocurrió proporcionarle un rodillazo en los testículos.
-Así te quería, pequeña perra-. Rio con vulgaridad.
Me empezó a acariciar con su tosca y sucia mano, la cara. Sentía un asco repulsivo hacia su presencia. Acercó mi cara hacia la suya sujetándome del cabello para controlar mis movimientos superiores, y acto seguido, lamió mi cara desde mi mentón hasta mi sien izquierda. Quise vomitar. Cuando quiso replicar ese sucio movimiento con su lengua, pero desde mi maxilar hasta mi cuello, le proporcioné una fuerte patada en la entrepierna e intenté buscar sin éxito alguno las llaves de la puerta. Seguro las había guardado en sus pantalones. Después de que este monstruo se desplomara, se volvió a incorporar mucho más agresivo que nunca y me correteó al rededor del escritorio de madera, hasta alcanzarme jalándome del cabello. ¡Maldita sea! Pensé.
En cuestión de segundos se quitó la corbata, y repitiendo el acto de estrellar mi cara contra el escritorio, me aprisionó esta vez con su cuerpo inmovilizándome, y llevando mis manos atrás en mi espalda, las ató con la corbata en un fuerte nudo. De por sí, como había dicho, estás ya no me servían para nada, como para que las terminara de volver aún más inútiles. Sacó de uno de los compartimentos del escritorio, un teaser de choques eléctricos y me empezó a hacer daño con él en diferentes zonas del cuerpo.
-¡Dime que eres mi perra!- Me ordenó proporcionándome otra descarga eléctrica.
-¡No!- Grité con todas mis fuerzas.
-¡Dilo, maldita sea!- me proporcionó un choque tan largo que me obligó a decirlo. -Así es, así te quería escuchar, estúpida.
Empezó a meter sus manos por debajo de mi top por la espalda, luego las pasó por mi torso y mi abdomen. Las lágrimas me salían por montones, mientras yo me hallaba impedida. Solo pensaba en Derek, y solo faltaba que cuando él al fin accediera a mí, y se diera cuenta de que ya no era virgen, no me creyera y me botara como lo hizo en Brasil. Cuando sus manos empezaron a subir a mis pechos, me empecé a revolcar intentando esquivarlo pero no podía. Las metió ahora por debajo de mi sostén y empezó a manosear mis pechos con mucha lujuria. Me sentía horrible, me quería morir.
-Derek te matará cuando se entere de esto-. Murmuré chillando con mucho dolor. En qué pensaba al creer que esto sería tan fácil, y no escuchar a Derek. ¿A caso a Emma le había pasado todo esto? ¿Es lo que había tenido que soportar toda su vida?
Él solo río burlonamente, como si me tratara de ilusa. -¿Tú crees que te va a creer?
-Lo hará- jadeé.
-Pues para el momento en que él decida creerte, ya estará muerto. Si abres la boca no tendrás esposo por mucho tiempo-. Mi aterro fue enorme. Pareciera como si él tuviera tanto control y poder como para hacer que nadie me creyera, y aún más, para mantenerme callada.
-Él te eliminará primero a ti- Amenacé
-Tu Derek es un idiota. No pudo ni siquiera creerte cuando le dijiste que te habían tendido una trampa-. Usó ese punto débil de nuestra relación, a su favor y maldecí para mis adentros. ¿Cómo era posible esto?
El monstruo de Schwartz inmovilizó mi parte superior con el peso de su parte superior también, aprovechando que era musculoso y mucho más alto que yo, e hizo esto para tener las manos libres. A continuación me rodeo la cadera con los brazos, llevando los dedos hacia el cierre de mis shorts; lo desabrochó e introdujo su mano dentro, tocando la piel de mi zona íntima, y solo intenté apretar mis piernas entre sí para que tuviera paso. No podía recapacitar por completo en el hecho de que hubiera dicho que iba a mandar a matar a Derek si yo le contaba algo, porque sabía que él iba a reaccionar en caso de que me creyera. Fue completamente en vano puesto que terminó de acomodar mi cuerpo encima del escritorio teniéndome bocabajo y pudo abrir mis piernas después de haberme bajado la lencería, lo suficiente como para acceder a mi zona íntima. Las manos me dolían, y entré en pánico, empezando a hiperventilarme. Con su mano derecha sujeto mi pierna derecha, y con su mano izquierda me empezó a masturbar. Escuché cómo soltó una exhalación al parecer de placer, y entonces dijo -¡No puede ser! ¿A caso esto es lo que yo pienso?- escupió su mano y sobó mi himen con uno de sus sucios dedos. -Así que literalmente sí te voy a estrenar , Samuelsen-, rio con profunda maldad. Deseaba que se detuviera.
-¡Alto!- Grité.
-Eres una ilusa. ¿Quién crees que te va a escuchar?... Me imagino qué pensará el pobre Derek Hoffman al enterarse de que su novia quele juró ser completamente virgen, en realidad no lo es, el día de la noche de bodas.
-¡No!- Renegué llorando.
Bajó aún más mi lencería. -Quisiera saber qué se siente con los dedos, pero este placer no me lo puedo negar-. Se desabrochó su pantalón y empezó a rozar su asqueroso miembro erecto por mi trasero. En aquel momento deseé con todas mis fuerzas estar muerta. Después de eso creo haber entrado en shock mientras lo único que podía sentir en aquel momento era el dolor más increíble que había sentido hasta el momento. Estaba siendo violentada, ultrajada, denigrada, vulnerada. Toda mi vida me había preservado tanto para que se me arrebatara lo más preciado de esta forma. Sabía que mi zona estaba sangrando bastante, pero seguía tan inmovilizada como jamás pensé estarlo. Lo último que quería en la vida desde ese momento, era ser tocada por otro hombre. Fuera quien fuera. Schwartz me dió la vuelta para quedar bocarriba, pero no fui capaz de abrir los ojos y mirarlo, no lo soportaría. Él alzó mi top y mi sostén dejando al aire libre mis pechos mientras yo no paraba de sollozar. Empezó a manosearlos y a lamerlos de la manera más repugnante posible, como si yo no valiera nada.
Después de un lapso de tiempo que pareció durar Miles de días, se detuvo, tal como un animal saciado.
-Ve y te lavas, maldita perra. Y lárgate de aquí rápido o te irá peor. Sin embargo recuerda... Nadie te va a creer, y cuando lo hagan van a estar muertos todos-.
ESTÁS LEYENDO
Estando en Berlín - (Manuel Neuer)
FanfictionDerek Hoffman (Manuel Neuer) celebridad del deporte es víctima del impacto de un rayo en su espalda y su condición amenaza poner en riesgo su carrera. Taylor Samuelsen universitaria norteamericana acaba de mudarse junto con su familia a Alemania y b...