CAPÍTULO 140

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-¡¿Tú dónde estabas maldita perra, dónde te habías metido?!- Regañó el estúpido instructor que por supuesto no tenía idea de lo yo había tenido que vivir.

-Yo, emm.... Tuve un pequeño accidente, como podrá ver...- extendí mis manos para que viera los vendajes. Me observó circunspecto, y empezó a carcajearse con notorio desdén hacia mí.

-¡A esta perra ya le tocó!- Apenas pudo decir de tanta risa que tenía. ¿A qué demonios se refería acaso? ¿Sabía él entonces que las modelos tenían que pasar por eso previo a su debut? Si es así... ¿Cómo sabía que yo había corrido esta vez con esa mala suerte, si mis manos no mostraban rasgo aparente de ello? Esto estaba demasiado extraño. Me estremecí al pensar en que él conocía de esta violenta y brutal práctica, y no hacía nada para demandarlo. ¿Quién más lo sabía entonces?

A pesar de que me dolía demasiado mi zona íntima, hacia todo el esfuerzo por no demostrarlo, y en cambio, ser de las más destacadas del grupo. Sabía que lo hacía muy bien. Con respecto a la universidad, había mandado a hacer algunos trabajos que estaban pendientes, ya que mi tiempo últimamente estaba muy limitado y no era capaz de poner con disciplina un horario para hacer los deberes, pero no iba tan mal.

-¿Henry, te puedo pedir un favor?- pregunté a uno de los chicos de maquillaje con los que nunca había hablado, pero ser veía tranquilo y apacible. -Bueno, en realidad no es un favor, porque planeo pagarte.

-¿Qué necesita, señorita?

-¿Me podrías... Maquillar un poco?- pedí. -Cóbrame lo que quieras. Solo necesito eso.

Él alzó las cejas, reparándome de arriba abajo . -Claro... Puede sentarse aquí-, señaló.

Le indiqué que necesitaba algo suave, sin mucha sombra de ojos y nada de glitter. Tampoco un labial fuerte. Solo verme menos demacrada de lo que me veía. Esa noche vería a Derek, justo después de salir de este edificio me dirigiría a casa anhelando estar entre sus brazos. Y por supuesto no quería que notará que había algo mal en mí.

-Muchas gracias, Henry. Toma-? Le ofrecí treinta euros y el sonrió.

Me dispuse a partir para la casa, tomando el ascensor del sexto piso en el que estaba, hasta el sótano, para salir en mi auto; corrí prácticamente ya que tenía mucho miedo de que hubiera alguien por ahí que me pudiera hacer daño; lo había dejado al lado de una columna para que hubiera menos riesgo de que lo rayaran con la puerta de otro auto. Me aproximé pues, a abrir la puerta del piloto después de haberlo desbloqueado con el pequeño control remoto, cuando...

-¡Aaaaah!- Grité con mucho terror y paranoia. Una figura mucho más grande y fuerte que yo me sujetó por la espalda rodeando mi abdomen. -¡Suéltame, suéltame!- Rogué pataleando.

-¡Taylor, soy yo! ¡Tranquila!- Me soltó y me dejó que mis pies reposaran en el suelo. Había escuchado la voz de Derek, y al darme la vuelta, efectivamente era él.

Tomé unos segundos para recapacitar después del arrebato de paranoia que acababa de vivir, y detallando su rostro para verificar la información, me avalancé a sus brazos.

-¡Derek!- me prendí de sus ropas pegándome a él, e inhalando su aroma. Demonios, de verdad me había hecho mucha falta. Me sentía protegida en sus manos.

Lo abracé con mis pocas fuerzas y él me abrazó también, besando mi cabeza. -No tengas miedo, mi amor, estás conmigo-. Susurró brindándome una paz inefable, y finalmente nos separamos.

-¡Qué hermosa eres, Taylor! Necesitaba con urgencia ver ese hermoso rostro- me halagó.

-Hermoso tú- lo miré sin poder creer que al fin estuviera conmigo.

Estando en Berlín - (Manuel Neuer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora