el plan de Sr. Anderson

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-Omar, que sorpresa tenerte por mi casa, hace mucho que no venías, ¿A qué se debe tu visita?– Hace mucho tiempo que él no venía a visitarlo a su mansión pero aún así el Sr. Anderson disimulaba estupendamente sabiendo que tenía en su casa a los niños Baudelaire y a su ahijado, no quería hacer ninguna cara en falso para no alarmar a este ingrato personaje.

-Vengo a ver si tú tienes a los niños Baudelaire y a tu ahijado– comenta Omar mientras el Sr. Anderson se mantenía a mitad de la entrada de la puerta mientras Omar trataba de ver a través de uno de sus antiguos amigos para ver si estaban aquellos niños con él.

- ¿Ves algo? –le preguntaba Omar al hombre con verruga en el rostro ya que este era más grande que el Sr. Anderson.

-No veo a ninguno de los niños jefe– comenta este hombre para luego dejar de mirar el interior para solo quedarse viendo al Sr. Anderson quien solo veía a su antiguo amigo.

-Con permiso –Omar aparto al Sr. Anderson para entrar en la casa y hacer un caos allí en la casa mientras todos daban vueltas buscando a los Baudelaire y al chico García.

El hombre con verruga en el rostro registraba la oficina del Sr. Anderson quien en ese momento se encontraba en la sala de estar viendo como Carmelita no dejaba de bailar.

-¿Puedes dejar de hacer lo que estés haciendo niña? Ese sonido me irrita –El Sr. Anderson mantenía sus manos en las orejas por motivo del irritante baile de Carmelita.

Carmelita no dudo ni un momento y se acerca al Sr. Anderson para darle una patada en sus partes intimas, este cae del dolor provocado por aquella patada para que en ese momento Omar llegaba a la sala.

- ¿Carmelita por el amor a dios que haces? –reclama Omar a la niña para que esta solo viera a Omar y le sacara la lengua para que esta siguiera bailando.

-Eso no me ofende niña –Omar se acercaba al Sr. Anderson para levantarlo del suelo.

-No hay señales de ellos jefe– Él hombre con verruga en el rostro llegaba a la sala de estar donde se encontraban, menos Esmé que había ido a las habitaciones de arriba para ver si había algún indició que evidenciará que ellos están en aquella casa o que ellos se han ido, finalmente no logra encontrar nada solo un pequeño dibujo hecho por Alexander pero como ella no sabe de dibujos piensa que lo ha hecho el Sr. Anderson.

Ella vuelve dónde se encontraban todos los demás.

-Bueno arriba no hay ninguna señal de ellos, así que Omar ellos no están aquí– fue la declaración que dio Esmé en el momento en que Carmelita bailaba alrededor de aquella sala y dirigiéndose a la cocina para ver por la ventana un yate.

-Que maravilloso, tiene un yate– Carmelita se asombraba por el yate que estaba en el agua afuera de la mansión.

Omar ante lo dicho por la adolescente comienza a caminar al igual que Esmé para que estos comenzaran a mirar aquel yate. En ese momento en que miraban el yate el Sr. Anderson se quedaba perplejo mientras colocaba sus manos en la cara como si estuviera diciendo ¨me han descubierto¨ antes de que Omar viera este gesto que estaba haciendo el padrino de Alexander este quita sus manos sobre la cara para mantenerse tranquilo.

-Oiga Sr. Anderson tengo una pregunta– Omar se giraba recordando algo mientras caminaba lentamente a su antiguo amigo.

- ¿Qué pregunta Omar?– Sr. Anderson estaba quedando entre la espada y la pared por lo que Omar podría preguntarle.

- ¿Qué hace el yate de Alexander ahí afuera?– pregunta con incertidumbre el conde Omar mientras esté le miraba de pie a cabeza.

-La respuesta es de lo más sencillo mi estimado, Alexander me pidió el favor de que le guardará el yate de su padre, porque en ese momento no estaba dispuesto a llevarlo todo el tiempo con él, eso me dejo pensando y él tenía razón así que lo acepte, ahora si me preguntas el paradero de los hermanos Baudelaire y de Alexander, yo no tengo la más mínima idea, quizás estén con Trevor Riley o Sara Foster que son sus primos de cuarta generación, quizás debas ir a darles una visita por que ellos estaban con mucho entusiasmo de recibirlo en sus casas, en San francisco o Maryland respectivamente– las palabras del Sr. Anderson sonaba completamente convincente y sin preocupaciones es como si ya hubiera estudiado y se hubiera aprendido todo lo que tenía que decir en ese momento.

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