LXXI

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Fue el único disparo. Escuché la recarga, pero no recibí ninguna bala. Siento pánico cuando Kim empieza a cabecear.

No sé qué hacer...

-¡hey, no te duermas, idiota! ¡Quédate conmigo, no te he matado yo!

Acomodo su débil cuerpo en mi espalda y comienzo a correr. Me paso los altos, me meto a caminos prohibidos...

Kim pesa. Pesa demasiado... No sé si pueda llegar al hospital a tiempo...

Y si muere ¿qué? No habrá quien te lastime de nuevo. Puedes ser libre. Kim Taehyung sólo te ata a recuerdos, a cosas inútiles. Debe pagar por lo que te hizo muriendo. Déjalo. Que se pudra.

No.

Taehyung tiene que vivir. Necesito que viva. El hijo de puta todavía debe ponerme en su testamento. No pienso dejar que muera antes de darme la mitad de sus bienes...

¡Bueno, a la mierda!, necesita vivir porque yo lo necesito. Con él puedo ser yo.

Si vive, juro por su estúpido Dios que olvidaré el tema de la boda y seré un buen amigo.

Por favor... Si amas tanto a este idiota como él te ama a ti, sálvalo. Sálvalo, se lo debes. Le debes esas palizas en la escuela, esas burlas de mi parte, ese rechazo de los no creyentes. Es tu jodida responsabilidad. Él jamás dejó de creer en ti aún cuando nunca contestaste sus plegarias, cuando lo dejaste llorar solo.

Me quitaste a mi Sol. No seas hijo de perra, y deja que el chico que amé toda mi niñez se quede conmigo.

Por favor.

Mi garganta arde. Se desgarra. Estoy gritando, pero no me escucho. Ni siquiera me di cuenta cuándo llegué al hospital.

Me lo arrebatan. Es tan brusco y rápido que por reflejo derribo a uno de los hombres que tratan de llevárselo. Tres segundos después me veo rodeado de seis guardias.

Raramente, no siento su piel chocar con mis nudillos, ni sus huesos romperse bajo mi tacto. Al menos no hasta que lo veo.

Él me golpea en la cabeza, y todo se vuelve oscuro.

Yugyeom me manda a las sombras con una sonrisa.

...

Hace frío. Miles de árboles me rodean. Los animales del bosque empiezan su melodía nocturna. Los búhos ululan, los lobos aúllan, y mi corazón grita.

Alguien me observa. Estoy seguro.

Soy un asesino, sé cuando no estoy solo.

Una rosa me es aventada a la cara, y una de sus espinas rasga ligeramente mi piel, haciendo un corte sangrante.

Es pequeño, pero vaya que duele.

Un sonido gutural me hiela la sangre. Jamás en mi vida supe de algún animal capaz de emitir tal ruido. He matado a muchos, y ni siquiera en batalla escuché algo similar.

Ramas se rompen cerca de mí. Unos ojos llenos de un destructor y hermoso fuego me observan tal como el cazador a su presa. No tengo miedo, por alguna razón. Extrañamente, me siento parte de esa mirada desesperada y sola.

No veo su rostro. Está oculto en las sombras y se niega a salir. No me ataca, no me seca las lágrimas. Sólo ve detenidamente lo que hago, y yo lo imito.

Su negra figura es alta e imponente, pero poco a poco la veo encogerse hasta quedar casi de mi tamaño.

Cuando trato de acercarme, desaparece. Siento una gran angustia cuando no le hallo; sin embargo, un raro sentimiento de alivio me invade cuando un antifaz golpea mi nuca.

Matar O MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora