LXXXIII

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No puedo escapar. Aunque le grite, aunque lo empuje, no me deja ir. ¿Lo peor? Ni siquiera estoy poniendo todas mis fuerzas para alejarlo...

Me ha seguido por media casa, ambos empapados hasta los huesos, y me acorraló en su habitación, casi tirándome sobre el sillón.

-¡joder, déjame!

-no, no... Dime por qué, dímelo...

-¡carajo, Kim, suéltame! ¡Te dejaré sin descendencia, maldita sea!

-¡no quiero una jodida descendencia, te quiero a ti! ¡Dime por qué!

-¡me has dañado, ¿y todavía te preguntas por qué dejé de amarte?! ¡Eres un idiota, te odio! ¡Incluso en este maldito momento me haces daño! ¡Suéltame, Kim!

Su agarre por fin es aflojado. Su rostro molesto pierde toda emoción... Y sus lágrimas caen sobre mis mejillas.

No sé cómo reaccionar. No sé si debería secar sus lágrimas o hacerlo llorar con provecho. Juro que de verdad no lo sé.

Quiero consolarlo, pero también golpearlo. Deseo darle un beso, y a la vez echarle en cara todo lo que hizo.

Me gustaría tanto darle una oportunidad más; sin embargo, ya estoy harto de que me rompa en mil pedazos.

-deja de llorar y hazte responsable. Cometiste errores, y te juro que no los olvidaré... Pero, si te esfuerzas, te perdonaré. Eso es todo lo que te ofrezco. Mi perdón.

-¿y un beso? - pregunta con un puchero, mientras trata de retener su llanto en vano.

Evado su mirada, aunque un suspiro sale de mis labios. Gruño un suave "de acuerdo", y cierro los ojos ante mi idiotez. Simplemente me resigno a lo que hará.

-¿no dirás que es la última vez? - susurra sobre mis labios.

-sé que será mentira, y una parte de mí no desea mentir más.

-pues yo puedo mentir por ambos, porque te juro que esta no será la última vez... Espero que no lo sea.

Calor.

Frialdad.

Amor.

Furia.

Paz.

Desesperación.

Alegría.

Dolor...

Todo se acumula en mi interior. Es un remolino destructor, una tormenta en un vaso, un terremoto en mi corazón... Pero es a la vez lluvia después de una sequía, comida después de hambruna, alivio luego de sufrimiento. Un rayo de luz al final de toda esta oscuridad.

La Luna por fin se ha posado en mi cielo. Esa Luna maldita, esa Luna perdida, esa preciosa y tan añorada Luna... La que dejó de iluminarme para darle esa luz a otra persona, la que hizo oídos sordos a mis ruegos, mis gritos, mi llanto. Aquella que permitió que cayera en un pozo, y que me dejó morir.

Pero está de vuelta.

Él es mi Luna. Mi Luna odiada y adorada. Mi todo, la Nada.

La última vez...

Una última vez...

Por favor, una última vez.

-por favor... Otra vez... - suplico cuando se aleja.

No se burla, ni me mira con superioridad. No ríe, ni señala mi necesidad de él. Sólo me sonríe con dulzura y vuelve a posar sus labios sobre los míos, creando una explosión en mi interior. Una explosión más poderosa que el Big Bang, más destructiva que una bomba nuclear, más dañina que una explosión radioactiva.

Matar O MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora