LVIII

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Apenas alcanzo a esquivar un florero al entrar a la casa. Jimin insulta a Kim mientras se esconde detrás de mí. Grande es mi sorpresa cuando no me encuentro con un rubio, sino un azabache. No lo he de negar, Kim se ve muy atractivo con esa chaqueta de piel y sus pantalones de cuero. Algo muy curioso, tomando en cuenta que no le gusta la ropa muy pegada. Por otro lado, se parece a Yugyeom.

Espero no llegar a confundirlos, como pasó con Jimin. Me dará un infarto si eso sucede.

-¡tú me pediste que lo hiciera! ¡Lo dijiste con tanta seguridad que pensé que no bromeabas! ¡Incluso la aventaste a la basura!

-¡yo nunca te dije que echaras al fuego mi camisa Gucci, Jimin! ¡Ahí estaba mi dinero y mis lentes, Park!

-¡ya cállense, por un demonio! ¡No sé qué sucede o por qué se quieren matar, y tampoco me interesa, sólo guarden silencio! Estoy cansado, ¿ok? Jimin, hazme un favor y prepara algo de comer, Gyeomie tiene hambre. Y si alguien, sea quien sea, vuelve a gritar y se atreve a despertarme, les juro por el demonio que les pondré una serpiente en su cama. Yug, no tardes, cariño, estaré en la habitación del fondo. Minnie, si ese estúpido se atreve a tocarte, me avisas. Y díganle a Yoon que no podré tocar con él hoy.

Ante la mirada atenta y un tanto sorprendida de Jimin sobre Yugyeom, y la molesta del Innombrable sobre mí, me voy con calma a mi habitación y me dejo caer en la suave cama. El sueño toma control total sobre mí y en un segundo me veo envuelto por la sombra de una pesadilla. He regresado al infierno.

...

-no lo es, Jeon.

-sí, sí es. ¿Quién sería si no?

-un demonio. Un robot.

Trato de alejarme de aquel ser con máscara de lobo, pero una cadena me ata a su muñeca. Una sonrisa triste se apodera de sus labios, y una lágrima de sangre recorre aquel antifaz.

-ya lo hizo una vez. No voy a perder de nuevo.

-estás loco, ni siquiera te conozco.

Su cabello castaño va perdiendo color, y su tacto se vuelve, con el pasar de los segundos, cada vez más frío. A pesar de no conocer su cara, me parece familiar. Los orificios de los ojos me permiten disfrutar de un par de galaxias grandes y hermosas.

Es un niño. No de forma literal, pues físicamente ha de tener unos veinte años o más. Me refiero a que la vida de un niño se le refleja en sus orbes. ¿Por qué alguien con esa belleza y alegría en la mirada se desvanece tan rápido? ¿Qué o quién es esa sombra que sube por mis ataduras? Duele, me arde el frío que emana de esa oscuridad... Sin embargo, un destello cegador surge, y me obliga a cerrar los ojos. No vuelvo a sentir que me congelo y quemo al mismo tiempo.

-cállate, escucha y no veas. Sálvalo. No hay tiempo que perder, ¡sálvalo! Debes correr. No abras los ojos, sólo queda un minuto... ¡Huye, ahora!

Aunque quisiera saber qué sucede o quién me grita, no dudo ni un segundo en moverme. Primero son pasos pequeños, que pasan a ser más y más largos, terminando en volverse zancadas desesperadas por escapar. No sé a dónde voy, ni lo que busco, sólo avanzo... Hasta que escucho lo que he deseado oír hace mucho, mucho tiempo.

te amo, galletita.

Sin poder aguantar ni un segundo más, mis párpados dejan atrás la triste negrura y me sumergen en una peor... No obstante, hay una luz, hermosa y grande. Es una esfera. En ella hay dos jóvenes que, a pesar de mi deseo de olvidarlos, jamás podría dejar atrás. Un castaño mira al rubio frente a sí con adoración. No dice nada, sólo ríe.

Matar O MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora