CXVII

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Me alejo del cuerpo sudoroso del pelirrojo, besando su cuello una última vez antes de ponerme mi pantalón y abandonar la celda ajena.

Han pasado ya cuatro meses... Cuatro meses desde que accedí a proteger a Dennis a cambio de sexo.

Sinceramente, pienso que es un trato estúpido. Las palizas que he dado y me han dado no sé si valen esa media hora junto a ese chico... Aunque ver su sonrisa cada que, luego de una pelea, se siente a salvo... No sé.

A pesar de que trato y trato de no meterme en problemas, siempre hay alguien que quiere cruzar la línea.

En este lugar existe lo que se llama "celda de castigo". Es una celda oscura, húmeda, mohosa y asquerosa a la que llevan a los reclusos que incumplen las reglas.

Bueno, realmente deberían cambiar el nombre a "celda de Jeon Jungkook". Más de tres o cuatro veces al mes soy llevado a esa celda por romperle la nariz a alguien.

En esas ocasiones, siempre dejo una gran marca en el cuello de Nilsen. El mensaje es claro: volveré, y quiero lo mío intacto.

Joder, la vez que alguien se atrevió a tocarlo en mi presencia nadie la va a olvidar. Ese día el suelo del patio se inundó de sangre.

Todos lo llamaban el "pequeño" William. Más de dos metros de alto, gringo, y estúpido.

Al principio sólo le di un buen golpe con la charola de la comida que le rompió el pómulo. Lo iba a dejar ahí, pero entonces se burló:

-¡Ja! ¡Proteges a un maricón, Jeon! ¡A una maldita y asquerosa perra! ¡Eso es Dennis Nilsen, una perra!

Oh, y la mirada de ese pelirrojo... ¡Esa mirada! Clavada en el suelo, con las lágrimas retenidas y la pena pintando sus mejillas.

No tuve piedad. Lo golpeé tanto y tan fuerte que incluso mis nudillos se rompieron.

En un parpadeo tenía a cinco guardias separándome de un hombre con la garganta atravesada por la charola de la comida.

Si lo pensamos bien, es culpa de quien hizo las bandejas. ¡La usan criminales, por amor al Diablo!

Era cuestión de tiempo. No sé por qué tanto maldito escándalo.

Muy a mi pesar, Dennis ha sido... Tan dulce. Hay veces que ni siquiera me creo que haya sido un sexoservidor, pero me lo recuerda cada vez que honra el trato.

Ese día terminó temblando y llorando de placer.

Efecto Jeon Jungkook, ¿qué puedo decir?

Lo preocupante... es que también tiene un efecto en mí.

-oye, Jeon.

Pongo los ojos en blanco, volteando a ver al guardia ya-no-tan bonito.

-oh, Seungmin, ¿cómo sigue tu nariz?

Él bufa.

El muy imbécil trató de obligarme a tomar unas medicinas. Sobra decir que, además de terminar con la nariz rota, las pastillas acabaron en su estómago. Cómo no, eran calmantes.

-tienes visita. El señor Kim...

-guárdatelo. Mejor aprovechemos ese tiempo y vamos a mi celda, ¿mh? Todavía me debes un buen orgasmo.

Suelto la carcajada cuando él, alarmado, me cubre la boca.

¿Acaso no aprenden los imbéciles?

-¡Maldita sea, Jeon! ¡Deja de morderme la mano!

-deja de ponerla en mi boca.

-estás...

Matar O MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora