III

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La luz es molesta, aunque he de decir que ésta no es la que me ha despertado. Apenas logro esquivar una daga que iba volando en mi dirección. Que no duelan no significa que no sean mortales. Saco rápidamente un abrecartas antiguo con el que duermo (sí, manías mías, ¿ok?) y por poco le corto la garganta a Hoseok al intentar tomarme desprevenido.

-¡eres un maldito hijo de puta! ¡Te pude haber matado, idiota! Carajo, debes dejar de jugar con esto, Jung. Te juro que si me vuelves a lanzar un cuchillo, te lo voy a regresar y no me va a importar que te mueras.

Él tan sólo se ríe y hace que lo suelte. Suspiro y vuelvo a acostarme. Dejo a la vista el abrecartas, como clara advertencia que no estoy jugando y si me hace algo, lo mataré. Por suerte capta la amenaza y únicamente toma asiento a mi lado. Me duele la cabeza. El remordimiento, el dolor de mi corazón, las lágrimas contenidas me están pasando factura; estoy cansado. Puede que también tenga que ver en gran parte que toda esta semana no he dormido. Simplemente no puedo. Cada que cierro los ojos está él ahí, sonriendo con sorna y burlándose de mi debilidad ante su presencia. De un momento a otro, siento ser arrancado de mi mano el abrecartas. Me resigno a sólo resoplar. No tengo ganas de discutir ahora con Hoseok.

-¿quién es Nochu?

Mi sangre deja de correr por mi cuerpo y pareciera como si la daga de Hoseok hubiera vuelto a volar y se hubiera clavado en mi corazón. Le arrebato a Hoseok ese maldito y precioso objeto y le gruño un "jódete" que muy seguramente no escuchó. Altas son las ganas de gritar y volverme loco, romper cada cosa aquí, incluso el cuello del pelinaranja. Saco esa idea de mi pensamiento. Matar a un miembro del clan sin razón alguna - y con razones también, por muy estúpido que sea - es traición máxima y se castiga con el más grande de los castigos. No, debo mantenerme calmado, no vale la pena morir por nada.

-el jefe te quiere ver, está muy molesto contigo. ¿Pasa algo, Jungkook? No te has reportado toda la semana ni dejado en ridículo a los chicos. Según me informó Woo, ni siquiera has salido de aquí. No entiendo, ¿estás enfermo?

Le enseño el dedo corazón y él suspira pesadamente. Aprecio que se preocupe por mí (nunca dije esto, que conste) cuando nadie más lo hace. Puedo incluso asegurar que fue quien me salvó el cuello. Evitó que me llevaran a una vida eterna tras las rejas cuando mi odiado padre murió. Claro, hoy en día corro ese riesgo más que nunca. Y no, no fue Hoseok quien me introdujo a esta vida, en realidad trató de alejarme de ella a pesar de que le habían dado un fuerte golpe y perdió al menos tres cuartos de su ejército. Quiso protegerme, pero yo me negué y me metí a las filas a sus espaldas. Cuando se dio cuenta fue demasiado tarde. El jefe había quedado fascinado con mis múltiples habilidades, ignorando incluso la corta edad que tenía. Eso sí, fue este idiota pelinaranja quien me enseñó a usar las armas; sin embargo, no fue para beneficio suyo, sino por protección mía. Tenía miedo de que me mataran a la primera misión, así que me obligó a ser el mejor asesino del mundo. Su objetivo fue cumplido y ahora soy el más temido sicario de todos. Incluso entre los míos hay temor al ponerme frente a ellos.

En todos, menos en él.

-Jeon Jungkook, te paras en este momento de esa cama, te bañas y te pones decente. Parece que no te has movido de la cama toda la semana que ha pasado.

No se equivoca del todo. Sólo me levanto para comer, darme un baño y volver a acostarme para hacer lo mismo diez horas más tarde. Con lo que he dicho sé que parece que he estado durmiendo mucho y que es estúpido  que esté cansado, pero no, no he dormido ni un maldito segundo. Cierro los ojos y al segundo siguiente, cuando los abro por su imagen, ha pasado mucho tiempo y yo ni siquiera he descansado.

-ya voy... - digo, aunque sin intención alguna de moverme.

Por desgracia, Hoseok se da cuenta y me toma por la oreja. Entre quejas y maldiciones, me lleva al baño donde me encierra con seguro y me grita que me dé prisa. Bufo. Mientras me doy una satisfactoria ducha, las pestes contra el pelinaranja no cesan. Ser algo sumiso frente a él me molesta en demasía. Es justo, pero no me gusta nada.

Matar O MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora