CXV

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El patio entero se queda en silencio cuando pongo un pie en él.

Pero eso dura sólo dos segundos.

-¡Es el Diablo Jeon! - murmuran sin molestarse en ser discretos -. Creí que era un fantasma, ¿qué mierda hace aquí?

-ese cabrón hijo de perra asesinó a mi hermano. Si llega a dejar su celda abierta en la noche, juro por Dios que lo mataré.

-¡Fue increíble lo que hizo con esos malditos guardias!

Ignoro cada comentario, tanto los buenos como los malos.

No me importa. Mientras nadie se me acerque todo estará bien.

-¡Eh, tú! ¡Hijo de perra!

Supongo que mientras más pienses en evitar la mierda más la atraes.

-¡El jodido Diablo! ¡Te hablo a ti, cabrón!

No hago caso y me siento en una mesa, bufando con molestia cuando todos los demás se levantan y se alejan cuando un hombre de metro noventa se acerca a dónde estoy.

-miren nada más. El Diablo Jeon. La leyenda. El mejor asesino, el más cruel, el más... Inhumano.

Miro sin interés al hombre.

-mh. ¿Ahora que tienes a la mitad de los presos viéndote con admiración piensas que eres lo mejor? Yo soy el que manda aquí. Yo tengo el control... Y mataste a mi esposa.

Luego de darle una última mirada, me levanto de mi asiento, sacudo mi uniforme superficialmente y le doy la espalda, alejándome.

Todos contienen la respiración.

-¡Vuelve acá, puto monstruo asesino!

—¡Monstruo!

-¿Toqué un nervio sensible? - se burla cuando me detengo abruptamente.

Vete, vete, JEON JUNGKOOK, TIENES QUE IRTE, MALDITA SEA.

-te voy a matar, y lo voy a gozar.

-yo gocé asesinar a esa mujer asquerosa que era tu esposa, ¿crees que será diferente contigo, drogadicto de mierda?

Un grito de furia escapa de sus labios, y con la ira cegándolo, lanza golpes sin cesar.

Con agilidad me muevo por el amplio espacio que es el patio, y le arrebato a un hombre su plátano a medio comer y su tenedor.

El gran simio se burla de mí, diciendo que es absurdo.

Claro, un plátano no ha matado a nadie, ¡qué idiotez la mía!

¡Ja! Estúpido imbécil.

-¿Qué vas a hacer con eso? ¡¿Matarme?!

Todos se ríen, incluso los guardias que apuestan en secreto por el supuesto ganador obvio.

-oh, cielo. No tienes idea. Haré que tu esposa se retuerza en su tumba de la vergüenza cuando no puedas contra un simple plátano.

Eso hace que se vuelva a enfurecer, al igual que unos cuantos, y se lanza corriendo hacia mí.

Con una sonrisa me termino lo que resta del plátano, y lanzo la cáscara hacia su pie.

Por la velocidad que llevaba no le da tiempo ni de parpadear. Su pie resbala y cae de bruces, golpeándose la nariz fuertemente contra el pavimento.

No lo dudo. Doy un gran salto y con todas mis fuerzas aterrizo sobre su cuello, rompiéndolo.

Un brazo rodea mi cuello fuertemente, y por un segundo temo quedarme sin aire. Intento zafarme de ese cabrón que me ha tomado por sorpresa, pero una segunda persona me golpea en el estómago.

Matar O MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora