CXVI

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El silencio es predominante en el lugar. Mi brazo duele, y mis manos están manchadas de sangre...

La ira y el odio corroen mi alma, y la cercanía de ese maldito Judas me hace apretar tanto los puños hasta que mis uñas rompen ligeramente la piel de las palmas de mis manos; sin embargo, mantengo ocultos estos pequeños detalles y me quedo tranquilo y en silencio.

No lloraré.

Jamás volveré a verme débil frente a él.

-¿Has estado bien?… - murmura con una voz que oscila entre la dureza y el temor.

No respondo. Al notarlo, uno de los guardias tras de mí me da un fuerte golpe, haciéndome ver pequeñas estrellas al límite de mi vista.

El Imbécil lo mira con dureza, se levanta del asiento y lo empuja fuertemente contra la pared.

-le tocas de nuevo siquiera un cabello, y me aseguraré de que te corran y no encuentres un trabajo en tu existencia.

El guardia pide disculpas, y Él vuelve a su lugar.

-dejen que estemos a solas un momento.

-pero... Señor Kim, no podemos. Es el Diablo Jeon, uno de los elementos más vigilados y el más importante...

-he dado una orden. Déjennos.

Entre miradas dubitativas y murmullos llenos de inconformidad, los diez guardias se retiran y nos dejan solos.

-genial, ¿no? Acabé de construir una casa para el presidente y sus hijos hace poco y nadie se atreve a contradecirme. Sirve también ser el hijo de personas ricas.

Riqueza que en buena parte se debe a mi captura y a la de mi difunto progenitor.

-traje algo de comida. Jimin estaba preocupado por ti, y te mandó bastante. Hay brochetas de cordero, sopa de algas, algunos postres...

Su mirada busca la mía con desesperación, y el tic de su ojo aparece, parpadeando rápidamente para intentar ocultarlo. También su pierna sube y baja a una gran velocidad, pero...

Basta, Jeon. Deja de preocuparte por él, deja de estar al pendiente de sus miradas ansiosas, ¡deja de querer llorar, mierda!

Estamos solos. Puedo matarlo. No será difícil. Es débil. Es...

Es un maldito traidor.

-YoonGi empezó sus exámenes, pero ha dormido tan poco que puede que se le dificulte un poco... Ha cuidado de Han todo este tiempo.

Han... Mi niña.

Está en manos de este cabrón hijo de perra...

-¿Has dormido? Te ves exhausto...

Mis ojos se mantienen fijos en los suyos, queriendo asesinarlo con sólo la mirada.

Tengo que liberarme, ¡quiero matarlo! Lo haré sufrir, romperé su corazón de una manera tan horrible como lo hizo conmigo.

Él golpea la mesa, y, con la voz rayando en la desesperación, grita:

-¡Di algo, maldita sea! ¡Insúltame, grítame, di algo! ¡Estoy aquí, puta madre! ¡Haz siquiera el amago de querer burlarte de mí, de decirme cuánto me aborreces, dímelo! ¡Dime que soy una mierda, dime que me odias, que me deseas la muerte! - ante mi falta de respuesta, los ojos se le cristalizan, y pierde la paciencia, subiéndose a la mesa, agitándome por los hombros con furia -, ¡dime algo, maldita sea!

No lo hago. En su lugar, le sonrío. Sonrío con la boca manchada de sangre, sonrío con esa maldita mirada la cual todos tachan de locura.

Sonrío. Sonrío mientras su tacto quema mi piel y hace que quiera gritar.

Matar O MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora