VII

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Sonrío. Los dulces en mis manos son tantos que se caen mientras corro. El señor Kang grita "¡ladrón, agarren al ladrón!". Yo sólo río. No me pueden alcanzar, soy demasiado veloz. Es cuando ya estoy a nada de ponerme a salvo que un chico se atraviesa en mi camino con brusquedad. Intento esquivarlo, pero voy tan rápido que trastabillo y caigo. Dos manos me toman por los brazos de forma firme y dolorosa y me quita la capucha que traigo. Siento un agudo dolor en mi mejilla cuando me golpea.

-debería cortarte las manos para que dejes de robarme - gruñe.

No le hago caso. Mis ojos están clavados en el chico culpable de que me atraparan. Para mi sorpresa, me doy cuenta que no estoy molesto. En realidad me da gracia. El muchacho, en lo que el señor Kang me regaña y amenaza, toma discretamente los dulces que dejé caer y los guarda en sus bolsillos. Mi captor ni siquiera se entera cuando sale corriendo con su mercancía. Por mi parte, frunzo el ceño. No es justo, yo los tomé, yo debería quedármelos...

-¡te estoy hablando, mierda!

Alza la mano para golpearme, mas el contacto nunca llega. Miro con frialdad a la persona que ha impedido que me golpeen. Hubiera preferido recibir una paliza a que él me salvara. Lo odio, lo aborrezco... ¿Para qué hace esto? A final de cuentas él terminará lo que el vendedor de dulces ni siquiera llegó a llevar a cabo. Si va a pegarme hasta casi dejarme muerto, ¿por qué no permitir a otros hacer lo mismo? Total, el dolor ya es una costumbre para mí y los golpes mi comida diaria. Uno más no hará gran diferencia.

-yo me haré cargo de mi hijo, Seoyun. 

Con brusquedad me aleja de las manos de mi captor y me toma del brazo con tanta fuerza que estoy seguro que mañana tendré marcas en donde ahora me sujeta. No me quejo, sé que si lo hago las cosas serán mucho peor. Tan sólo debo mentalizarme y relajarme. Así no duelen tanto las cosas.

-hijo de puta, verás cuando lleguemos a la casa. Te juro por tu maldita madre que desearás no haber nacido.

Me encojo. Que hablen de mamá siempre es algo que me hace débil. Es algo estúpido. ¿Por qué debería sentirme mal por una persona que me abandonó? Su rostro ni siquiera es algo que pueda recordar con claridad. Tendría al menos cinco o seis años cuando decidió irse a formar otra familia a costa de romper la nuestra. El único estúpido recuerdo que tengo de ella con nitidez es la canción que me cantaba por las noches. Pienso en la letra cuando mi padre cierra la puerta de mi casa y empieza a golpearme con tanta fuerza que pronto me veo en el suelo escupiendo sangre. 

Fotos, estoy viviendo a través de ellas por ahora, tratando de recordar todos los buenos momentos.

-¡Ladrón, ¿eh?! ¡¿Quieres ser un maldito ladrón?! ¡Eso te lo quito ahora mismo hijo de puta! ¡Si haces algo al menos hazlo bien! ¿Qué? ¿Ahora me dirás que quieres ser un puto asesino?

Nuestra vida se fue cortando tan fuerte. Los recuerdos están jugando en mi aburrida mente. Odio esta parte. Corazones de papel, y sostendré un pedazo tuyo. No creas que simplemente me olvidaré de ello.

-¡¿Estás llorando?! ¡Ve a llorar con tu madre! ¡Oh, espera! No tienes madre... Esa mujer era una zorra, me alegro de que se haya marchado. ¿O quieres ir con ella? ¡Anda, ni quién te detenga! ¡Maldito marica de mierda! ¡Los hombres no lloran, grábatelo y no lo olvides! ¡Repítelo! - dice mientras me toma por el cuello y me deja sin aire para responder - ¡Repítelo, hijo de puta!

-Los hombres no lloran... - susurro.

-¡No te escuché!

-¡Dije que los malditos hombres no lloran! - le grito en la cara y me zafo de su agarre.

Matar O MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora