Vigésimo tercer capítulo.

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Unas manos grandes que ya empezaba a conocer, se deslizaron por sus muslos desnudos, causando estragos en sus terminaciones nerviosas. Allyson ahogó un jadeo, mientras aquellas manos quitaban sus tacones. Sentía que ardía, literalmente sentía que su piel era presa de llamas, según aquellas manos seguían deslizándose.

La única prenda que tenia fue retirada lentamente, lo que la hizo encogerse por la corriente de aire que la abrazó. Unos labios se apoderaron de la piel de su estómago, ahogó un jadeo de aprehensión por aquella sensación abrazadora. Sus labios se ensancharon en una sonrisa de emoción al ver que apenas estaban empezando, y ya sentía que se deshacía con el toque de aquel hombre del cual solo conocía su nombre.

Sus ojos estaban vendados, sus manos atadas, y sus piernas encadenadas, y a pesar de eso se encontraba confiada, ya que estaba en un espacio seguro, se sentía segura.

- Frank... - gimió. Cuando este tomó su mentón de forma brusca, y besó sus labios, su estómago se comprimió al sentirlos familiar, se sintió cómoda, como si ya estuviese acostumbrada a aquellos labios esponjosos que la adoraban.

- Shh- ordenó, bajando al mismo tiempo que repartía besos. Sus caderas fueron abrazadas por las grandes manos del hombre, y su cuerpo fue arrastrado al borde de la cama de gran dosel. Al parecer Frank era un hombre de pocas palabras, ya que solo se hallaba enfocado en complacer y saborear a Allyson, pero a Ally no le gustaba mucho el silencio, quería escuchar su voz ronca y arrastrada, quería llenar el silencio, por lo que no se limitó al gemir fuertemente cuando el hombre azotó su sexo y la beso allí, como si tuviese hambre y esa parte de ella fuera la única fuente de alimento que tenía a su alcance. La succión que le hizo, la mandó a ver estrellas, pero la mordida la hizo agitarse con la intención de soltar sus manos para sostener el oscuro cabello que antes había apreciado.

- Mierda.- suspiró, comenzando a sentir el inicio de un buen clímax, de uno intenso, que hace mucho tiempo no tenía.

- Uhmm- logró escuchar lo único que articuló Frank.

- Mierda- jadeó, escogiendo lo que más pudo su cuerpo, experimentando un buen ascenso. Su piel se calentó y su centro se contrajo. Pudo respirar unos breves segundos, para luego ser asaltada esta vez por algo que zumbaba y acaricia la piel interna de sus muslos desnudos. Respiró profundo, tratando de recomponerse, sintiendo como el libido hacía mella en su cuerpo, la frustración llegó a ella, al saber que por más que quisiera moverse se quedaría anclada allí, debido a las restricciones que tenía. Le sorprendía las ansias con la que era acariciaba por aquel hombre, como si nunca antes hubiese acariciado con un vibrador a una mujer. Lo cual no era así, ya que él la tocaba con suma experiencia.

- Eres tan hermosa...- escuchó como decía con la voz demasiada ronca, casi irreconocible. Sintió como Frank se alejó, para rebuscar algo, y pudo adivinar que era, ya que trató de encoger sus piernas cuando un frío repentino se hizo dueño de su centro. Tuvo que arquear su cuerpo, porque esto si era demasiado.

Hielo, frío, vibración, placer. Demasiadas cosas juntas. Abrió su boca, dejando escapar un jadeo y un gemido al mismo tiempo, mostrándole al hombre cuanto le gustaba lo que él le estaba haciendo. Giró su cabeza, escondiéndola en su ante brazo, el placer la sobrepasaba. Era desconcertante ver que aquello la subía a un limbo descomunal. Nadie, nadie nunca la había hecho sentir así, ni se había preocupado tanto por su placer.

El frío caló su centro, la humedad aumentó, el frenetismo, los jadeos, los gemidos. Todo, todo se volvió apremiante.

El segundo orgasmo, fue arrollador, el hombre no tuvo la necesidad de seguir tocándola para que fuera tan vehemente como aquel. No pudo articular nada, solo se quedó ahí, respirando errática, con sus ojos vendados y extremidades esposadas. No supo cuando fue libre de sus restricciones, ni cuando sus ojos fueron descubiertos, solo se quedó inmóvil, acostada, sin percatarse del hombre que la sostenía. Solo sabía que se sentía segura, en aquellos brazos calientes.

El lugar era levemente iluminado por unas pequeñas farolas que se asemejaban a velas, dando un toque íntimo y misterioso. Allyson se encontraba somnolienta, como si miles de caballos pasaron por encima de ella, arrasándola.

- ¿Por qué me siento así?- preguntó. El hombre se quedó en silencio por un lapso de tiempo, decidido a no contestarle, al parecer. La levantó como una muñeca de trapo y la cubrió con una bata de seda, al estilo japonés, para luego volverla a acostar, el hombre se encontraba un poco sorprendido al ver la entrega de Allyson, y apreció con un tanto de orgullo que Ally sería una buena sumisa, medio descarada, pero buena. La puerta fue abierta levemente por un hombre de larga silueta. Lo primero que pudo apreciar en el miedo de la oscuridad, fue el resplandor de sus anillos, luego el cabello oscuro. Su corazón se encogió de sorpresa y de nervios al verlo completamente.- ¿Frank?- preguntó con la voz temerosa. Si aquél que había entrado era Frank, entonces... ¿Quién era el que la sostenía y la había hecho ver las estrellas minutos atrás, dejándola deshecha con tan solo dos orgasmos?

- Hola, Allyson- dijo, quien la sostenía.

Literalmente su corazón huyó de su pecho al reconocer la voz. Pudo sentir como su sangre empezaba a hervir, sus mejillas se enrojecieron y sus ojos se tornaron llorosos. Pero nada de eso era por tristeza sino por coraje. Coraje al ver que Frank la había traicionado, y de que aquél hombre que la sostenía se había aprovechado de ella. La furia le dio la suficiente fuerza como para sacudirse y bajar de su regazo, se giró hasta darle la espalda a Frank y enfrentar al hombre que aún permanecía sentado, como si nada hubiese ocurrido. Lo miró con furia y no lo pensó dos veces, ni midió su fuerza al alzar su mano y girar el bello rostro de un bofetón.

- Eres un maldito cretino, un hijo de puta y un malnacido- graznó- Ni todos los malditos insultos juntos serán suficiente para decirte todo lo que pienso de ti en este momento, Damon.

- No decías eso hace unos minutos cuando te corriste dos veces en menos de quince minutos- dijo, ganándose otra bofetada, esta vez con más ganas- ¿Terminaste de profesarme tu odio o quieres golpearme otra vez, Allyson?

- ¿Qué ganas con toda esta mierda, Damon?- preguntó, con la respiración agitada, deseando acabarlo con la intensidad de su mirada enojada.

- No lo hago por ti, Allyson, si eso es lo que piensas- gruñó- Lo hice porque la ultima vez que estuviste aquí, dejaste en claro al más cotilla de los amos, que Damon, era tu amo. Por lo tanto, todos se escandalizaron al ver que la nueva sumisa de Damon, se estaba involucrando con su colega Frank- dijo, parándose, intimidando a Allyson con su altura- Me estabas haciendo quedar mal.

- ¿Y por eso decidiste aprovecharte de mí? Impresionante...- preguntó, anonadada- ¿No podías simplemente aclararle a tu colega que yo era tu supuesta sumisa? ¡Grandísimo hijo de puta! Además, quien le dijo a Evan que tú eras mi amo, fuiste tú, no yo.

- Lo hice para defenderte.

- En ningún momento te lo pedí, ¿O sí?- preguntó, histérica- ¡Nada de esto es excusa para lo que me hicieron tú y tu maldito amigo. Se supone que este club es un lugar seguro, donde nadie se va a aprovechar de ti! ¡Y eso es lo que hicieron ustedes!

La situación la jodía. Porque no les molestaba el hecho de que Damon la había engañado, sino el saber que nunca se había corrido como lo hizo. Él supo exactamente donde tocarla, qué hacerle, como tratarla, como mover sus manos, como chuparla. Eso era lo que le jodía. Porque se había prometido que aquél hombre no la haría caer, y era justamente lo que estaba sucediendo. Le molestaba ver que estando furiosa, su interior aclamaba eufórico, gritando continuamente que si le hizo sentir todo aquello con solo su boca y manos, la haría viajar con su miembro eternamente a alguna constelación que los científicos aún no habían descubierto. Echó un grito de furia, empujando a Damon y dedicándole una mirada de advertencia a un Frank que observaba todo desde la puerta. Él fue prudente, susurrando una disculpa y desapareciendo.

Se dispuso a recoger toda su ropa esparcida por el suelo oscuro, no le importó despojarse de la bata y quedar desnuda delante de Damon, porque era absolutamente ridículo avergonzarse después de lo que había pasado. Se colocó su vestido y sus tacones, pero no la ropa interior, ya que misteriosamente había desaparecido. Le dedicó una ultima mirada de desprecio y se retiró, no sin antes escuchar la leve risa divertida de Damon y un ''Nos vemos el lunes, en el trabajo''.

« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora