Vigésimo sexto capítulo.

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Allyson se sorprendió cuando pudo apreciar desde afuera el hogar de Damon, con aquella arquitectura gótica y sombría. De altas paredes grises y techo de punta. De grandes ventanas que inspiraban antigüedad y de puertas altas y de caoba pura. Literalmente Allyson parecía una miniatura delante de aquel hogar tan alto y majestuoso.

Los hombres de la entrada, que al parecer eran los de seguridad, abrieron la gran puerta de hierro, dejándolos pasar- Puedes estacionarte aquí- informó Damon después de cruzar un gran tramo de asfalto y arboles, quedando en la impresionante entrada. Ambos salieron del auto y Allyson le arrojó las llaves, aún levemente anonadada por el hogar de Damon.

El hombre alto que tenía como jefe, avanzó hasta la gran puerta, ignorándola, solo enfocado en el gran paquete que había en la entrada. Se acercó absorto, con los ojos fijos en lo que había, sin pestañear. En el fondo sabía lo que había envuelto en aquella caja, pero no quería aceptarlo, a pesar de que siempre, todos los años, ese día, aparecía lo mismo, aunque ella ya no estuviera, se encargaba de mostrarle que aún estaba pendiente de él. Tomó el paquete en sus manos, sin notar que estaba temblando más que antes. No importaron los minutos en los que se tranquilizó durante el transcurso hasta llegar, ni la música suave que había puesto su ángel, nada importaba, porque los temblores estaban más fuertes que nunca.

Tuvo que sentarse en la entrada, debido a que sus piernas se debilitaron y aun con la caja en sus manos, trató de respirar profundo porque sentía que se ahogaba. Allyson no se había dado cuenta de lo que sucedía con Damon, ya que se había quedado prendada con la beldad que Damon tenía como hogar, pero cuando se dio cuenta, se acercó rápidamente a él.- Damon, ¿Qué sucede?- preguntó, preocupada, tomando su rostro para que la observara, pero Damon no lo hizo, tenía la vista desenfocada- Damon, mírame, ¿Qué pasa?- volvió a preguntar, esta vez empezando a asustarse. La puerta de la entrada fue abierta, dejando entrever a un hombre de piel oscura y ojos verdes.

- Disculpe, señorita- dijo, con la voz ronca y baja. Era alto y delgado, de algunos cincuenta años. De rostro apacible, parecía el mayordomo del lugar, por el traje que llevaba- ¿Podría apartarse?- preguntó, haciendo un gesto hacia el hombre que permanecía con la vista perdido y el cuerpo tembloroso. Allyson solo asintió, aún sin comprender nada, apartándose de Damon y viendo como el hombre con poco esfuerzo lo levantaba. Allyson se acercó rápidamente a la gran puerta y terminó de abrirla, viendo como el hombre arrastraba a Damon hacia dentro y luego como lo sentaba en una silla de cuero marrón que había en la gran sala en la cual entraron. 

A Allyson le sorprendía la tranquilidad con la que el hombre se movía, como si estuviese acostumbrado a ese comportamiento en el hombre que hasta ahora le parecía casi perfecto. Pero Damon distaba mucho de serlo, tenía muchos problemas, problemas que aparentaban no ser para nada sencillos. 

A los pocos segundos, el señor apareció con un vaso en su mano, lleno de licor, al parecer. La pobre rubia estaba más que confundida, al ver como Damon tomaba el vaso y se levantaba, aún sin pestañear, y caminaba hacia un gran pasillo. En ese momento no supo que hacer, así que fue tras Damon, porque no se iría de allí hasta que se asegurara de verlo bien. Vio como el pasillo lleno de cuadros sombrío se doblaba, cuando llegó al final del pasillo se asustó al ver como algo se estrellaba a dos centímetros de ella. Ahogó un grito, viendo como el jarrón que había arrojado Damon se hallaba hecho añicos en el suelo y de como el pobre hombre estaba en el suelo, con la cabeza hundido entre sus brazos, temblando. 

Fue entrando lentamente, a lo que parecía ser un despacho. El lugar se encontraba iluminado por una chimenea que lo sobrecalentaba. La espalda de Damon se hallaba empapada de sudor, Ally se acercó titubeante. Ya ni siquiera recordaba por qué se encontraba allí, iba a abrir su boca para decir algo, pero la voz de Damon la detuvo y también al chasquido de la madera al ser consumida por el fuego.

- Odio los días como estos...- escuchó la voz ahogada del hombre que lentamente fue alzando su rostro, dejando que Allyson viera sus ojos rojos y lagrimosos- Donde el recuerdo de ella anda por la casa completa- tomó su licor de un trago y arrojó con furia el vaso a la chimenea- Es como si cada año se empeñara en hacer que la recuerde, mandándome paquetes a la entrada- dijo, sacudiendo el paquete que tenía- Dejándome notas. Haciéndome extrañarla cada maldito segundo.

Allyson permanecía quieta, escuchándolo, tratando de atar todos los hilos que tenía suelto, todas las incógnitas. Quería saber de qué Damon hablaba, cual era la causa de aquel desequilibrio emocional, de esas repentinas ganas de contarlo todo.

- La extraño, ángel- dijo, suavemente, escondiendo su rostro para que la mujer que lo volvía loco no lo viera, no quería que viera esa parte tan vulnerable de él, y a pesar de que ya estaba observando una parte de ella, no dejaría  que la apreciara completamente, ya era suficiente- Extraño a mi madre.

Con que hablaba de su madre, ahora entendía porqué sufría a ese nivel. Allyson se quedó en silencio, dejando que él decidiera hasta que punto hablaría. Esperaba que Damon decidiera a desahogarse con ella, porque ella sabía lo mal que se sentía no poder hablar las cosas y dejarlas estancadas en el pecho. Sabía que si no hablaba en ese momento el sufrimiento sería peor.

Damon, permaneció como estaba por unos largos minutos, en los cuales Allyson se cansó de estar parada y tomo asiento frente a él. Alzó su rostro para mirarla, luego tomó el paquete y rompió el envoltorio, antes de ver el contenido, decidió hablar- ¿Por qué estas aquí, Allyson?

« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora