Décimo tercer capítulo.

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Evan se molestó por la interrupción, y se paró, para quedar frente a uno de los amos más importantes del club.

— No eres un buen amo, Damon— lo acusó el italiano.— La dejaste sóla.

El pelinegro lo miró desde arriba, ya que era más alto que el italiano, lo cual era un tanto gracioso, debido a que los europeos eran altos. Pero Damon lo tenía todo de más. Desde la estatura, belleza, coraje, perversión, dinero y poder.

— Claro que soy un buen amo. Pero no ves eso— lo miró despectivamente— porque un imitador como tú no lo sabría.— sonrió sin un ápice de brillo en sus ojos grises— no necesariamente tengo que hacer que mi sumisa dependa de mí todo el tiempo, lo que quiero es que es que se sienta bien consigo misma y no tenga que ser dependiente de un hombre, sino al BDDM. Allyson es mi sumisa, pero no mi mascota, quiero que se someta a mí sexualmente, no que su carácter se amedrente para que finja ser la sumisa que no es en su vida cotidiana.— dijo poniéndose serio.— La quiero sumisa, pero firme.

Allison no daba crédito a lo que escuchaba. Pensaba que lo que decía el pelinegro sólo era actuación. Lo que ella no sabía, era que él hablaba en serio.

Y era hermoso que hablara así. Hablaba con vehemencia, con adoración. Era demasiado grandioso ver a un amo tan benigno, y no uno cruel como pintaban en algunos lugares.

El pelinegro sensual caminó en pasos cortos y elegantes hasta ponerse delante de Allyson, le sonrió levemente y tendió su mano. La rubia un tanto intimidada por el aura misteriosa de Damon, bajó la vista, evaluándolo. Miró su pantalón fino apretado negro, su camisa negra de manga corta, sus zapatos oscuros y elegantes, los mechones negros que cubrían sutilmente su rostro, sus ojos grises que brillaban como dos faroles en la oscuridad y su pose relajada como si fuese el dueño del mundo, le encantaron. Así que sin vacilar dejó caer su mano suave en la palma del hombre que se encontraba frente a ella.

Ambos voltearon, dándole la espalda al italiano, y se marcharon dejándolo ahí varado como un completo estúpido.

Un tanto nerviosa, se concentró en el camino, para no posar toda su atención en la sedosidad de mano del pelinegro, ni en como encajaban perfectamente. Miró el estrecho pasillo por dónde pasaban, en donde se oscilaban las puertas de cristal, se enfocó en los susurros candentes y apremiantes de las personas que se hallaban en el magnífico lugar, en los gemidos que eran exclamados sin inhibición, en las manos y las fustas que chocaban contra la piel de los bottoms, en el chapoteo de los sexos al unirse embestidas tras embestidas.

Había algo hermoso en el mundo del sadomasoquismo que ciertas personas no podían ver, ya que consideraban que era algo oscuro y asqueroso sin ni siquiera llegar a probarlo, porque claro está, no puedes decir que algo no te gusta cuando no lo has probado; y era que, los amos y dominatrices admiraban a sus sumisas, porque se entregaban sin importarles más nada, solo la admiración de sus amos, amaban ver cómo disfrutan, gemían y se corrían frente a ellos. Sus pieles, sus bocas, sus sexos, su entrega, sus gemidos, sus lágrimas. Todas las personas, en su interior, poseen una parte que disfruta provocar dolor a los otros, a pesar de que intenten negarlo rotundamente, lo tienen, aunque se nieguen a decirlo en voz alta. Disfrutan en ver a alguien sufrir bajo su mano, ¿Y qué mejor cosa que hacer sufrir de placer a alguien, y qué eso esté en tu poder?



Era grandioso, era magnífico.

« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora