Décimo segundo capítulo.

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La fachada del lugar la abrumó y la fascinó al mismo tiempo.

Su amiga le había comentado sobre el lugar, pero verlo con sus propios ojos era diferente, era impresionante.

Era como viajar en el tiempo y ver una de esos castillos antiguos y tenebrosos. Qué se alzaban con poderío en medio de la oscuridad. Donde residían especímenes raros y fantásticos.

¿Y cómo no serlo? Si los amantes sadomasoquistas eran peculiares a su manera.

Bajó de su otro auto, un bello Audi descapotable de un intenso rojo con llantas doradas. Cerró la puerta, y puso la alarma.

Varios amos que fumaban en el exterior del castillo, posaron sus ojos en ella.

Era imposible no hacerlo, era demasiado seductora.

Entró en la misteriosa entrada, desviando su vista a un túnel que descendía como especie de parquímetro, o eso creía.

Caminó por un oscuro pasillo, iluminado por antorchas ensartadas en la pared y llegó a una puerta interceptada por dos hombres de piel oscura, ataviados de trajes negros, con las cabezas rapadas al estilo militar.

Se detuvo delante de ellos, un tanto inquieta, pero sin amedrentarse. En silencio, con una mirada coqueta, hundió su mano derecha en su escote, rebuscando, hasta que se topó con la invitación roja del club, sonrió levemente, y tendió la tarjeta a el más grande de los hombres.

Él, con su cara complemente inexpresiva, tomó la tarjeta entre sus manos, y la leyó. Levantó sus cejas un poco anonadado, a nadie se le invitaba, al contrario, muchísimas personas importantes iban casi besando el piso para poder pertenecer al club. Y entonces, venía esa rubia despampanante, que lucía como una dominatrix, pero también como una sumisa, y daba la tarjeta como si no fuese nada.

Asintió con su cabeza, entornando un poco los ojos, le pasó la tarjeta a Ally y luego se apartó para darle paso. Y así lo hizo la rubia, sonrió levemente, colocó nuevamente la tarjeta en su escote y entró regodeándose con los colores del BDSM: rojo, negro y beige.

Se topó con una sala, ataviada de personas vestidas, en su mayoría, con látex, y en su caso, unos cuantos dominantes, vestidos de trajes oscuros.

Aunque su ropa iba acorde con la vestimenta, se sintió fuera de lugar, y loca también.

De repente comenzó a sentirse nerviosa.

¿Qué tenía en la cabeza cuando decidió venir aquí?

¿Y en qué rayos pensaba Charlie cuando la convenció?

No conocía a nadie, no sabía con qué se iba a enfrentar.

Divisó una barra, la cual era atendida por una pelinegra, que solo iba cubierta con unas bragas de cuero, y servía con la cabeza gacha. Se dirigió allí, a buscar un trago para tratar de sosegarse.

Cruzó la estancia hasta llegar a la barra, sin darse cuenta de que un silencio se hizo en la sala.

Era extraño, en demasía, que una mujer que nunca antes habían visto, se encontrase allí, sin amo, y sin sumiso.

Era como un hueso frente a un grupo de sabuesos hambrientos. Y vaya hueso...

Se sentó en un taburete, y pidió un vodka tonic. En cuestión de segundos la eficiente pelinegra le entregó el vaso que consistía en vodka, rodajas de limón, y mucho hielo.

Lo tomó con necesidad, refrescando así su garganta. Se dio la vuelta, luego de terminarlo, y esperó a que él alcohol hiciera mella en su cuerpo.

Desplazó sus ojos por todo el lugar, hasta que se detuvo en un hombre que la mirada desde una esquina poco iluminada.

Se sintió un poco descarada, dejando su vergüenza a un lado, y le sonrió levemente al hombre misterioso, el cual le parecía conocido.

Él, alzó la mano, devolviéndole el saludo, pero un poco distante.

Debido a que sentía cierta molestia, sabía que Allyson era atrayente, pero fastidiaba ver que todos dejaban prestar atención a lo que estaban haciendo para enfocarla en su rubia.

Suspiró molesto y esperó a que la rubia dejara de mirarlo por más que le gustara, para poder alejarse con lentitud de allí.

Ally sintió cómo alguien tomaba asiento a su lado. Así que desvío la vista hacia allí. Y sintió todo como un deja vù.

— ¿Evan?— preguntó un poco insegura, tenía algo que también los hombres tenían, no recordaba a todos los que se cogía.

El hombre italiano asintió dándole la razón, y mirándola seriamente.— ¿Qué haces aquí, rubia?

— No te interesa.— respondió brusca. Mirando de arriba abajo al castaño vestido con camisa y pantalones finos negros. Bueno, sí que parecía un dominante. Pero uno cálido y amoroso.

Bella ¿Sabes acaso que es éste lugar? ¿Y cómo rayos entraste?— Lo que Allyson no sabía era que el italiano estaba preocupado, el BSDM era un mundo interesante, pero para esos que sabían sobre él, no para una novata, que entraba sola a ese lugar.

Ally puso sus ojos en blanco, fastidiada. Sabía cuidarse sola.— Por supuesto que sé, y si estoy aquí, es porque pertenezco aquí.

El hombre levantó sus cejas retándola, porque sabía claramente que la rubia mentía.— Ah, entonces ¿Qué eres? ¿Una Tom, Bottom o Switch?

Ally hizo un bailecito en su mente. Ya que sabía que significaba eso.— Soy una Bottom.—Dijo con seguridad.

— Ah, ¿En serio? ¿Y dónde está tu amo?— Cuestionó divertido.

— No ha llegado.

El italiano no se lo podía creer, la rubia despampanante, mentía descaradamente.—Allyson, ragazza, es imposible que un amo deje a su sumisa abandonada y a merced de los amos. Un amo nunca haría eso.— decretó, avergonzándola.— Porque estaría dándole luz verde a los otros amos.

— Yo... Ah, si tengo un amo, ummh, es problema tuyo si no me crees.— Dijo ya desesperada.

El italiano río con ganas.— Ah, ¿Y cómo se llama?

— Deja a mi sumisa en paz, Evan. — Sonó una voz profunda detrás de la chica, y en cuestión de segundos colocó a Allyson a su lado.

Y eso bastó para que la chica lo reconociera.

« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora