Vigésimo capítulo.

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Estaba molesta, vaya que lo estaba.

Ese hombre precioso la ponía de los nervios, revolvía su estómago y estrujaba su corazón.

Y eso la enardecía, porque quería sentirse inmune a ese tipo de emociones que irradiaban en sus terminaciones.

Salió despavorida de allí con el corazón en la garganta debido a la tempestad que sentía. Maldito hombre hermoso capaz de volverla loca de coraje y de pasión a la vez.

Su estómago clamaba por un bocadillo, pero era demasiado orgullosa como para devolver sus pasos y comer aquella tarta que de seguro ya había sido puesta en la mesa.

Comenzó a andar sin rumbo, con el estómago vacío y el cuerpo lleno de molestia, lanzando improperios en su mente, porque si los decía en voz alta probablemente la tildarían de loca.

No supo cuantos minutos pasaron en los que solo se limitaba a caminar, tratando de disipar la molestia, y cuando lo logró, paró un taxi para dirigirse a la empresa y demostrarle a Damon que ella era más de lo que él pensaba.

Entró al auto, le dictó la dirección al chófer y marcó el número de un restaurante japonés para que cuando llegara a la empresa solo tuviera que esperar unos minutos para tener su comida en la empresa.

Básicamente almorzaría, puesto qué, ya faltaban pocos minutos para la hora de almuerzo.

Cuando llegó, subió en el ascensor, cruzó el pasillo sin mirar a la otra secretaria y abrió la oficina de un portazo, yéndose directamente a la suya, ignorando al hombre que se hallaba sentado de brazos cruzados, y que, al parecer, llevaba esperándola por unos largos minutos.

– Allyson...– la llamó.

– Ni se te ocurra hablarme– lo señaló aún sin mirarlo, abriendo la puerta y cerrándola de sopetón.

– ¡Allyson!– gruñó, parándose y yendo a aporrear la puerta.

– Al menos de que tengas que decirme algo del trabajo no entres, ni me dirijas la palabra– ordenó– Gracias...

– Aún sigues comportándote como una niña– la picó, empezando a molestarse. Allyson solo lo ignoró, a pesar del enojo que comenzaba a hervir dentro de ella. No le daría el gusto de contestarle para seguir con una pelea– ¿Por lo menos desayunaste?

– No sé si tu sentido de la coherencia está defectuoso, pero sólo faltan quince minutos para la hora de almuerzo– gruñó sentada en su escritorio, mirando la decoración de la oficina, y pensar si la cambiaría o no– Pero tranquilo, jefe. Ya pedí mi almuerzo– musitó, demostrándole que ni siquiera saldría de la oficina en todo el día.

Damon, negó, yéndose a sentar, totalmente anonadado con la personalidad de su rubia. Sabía que ella era muy chispeante y rebelde, pero no tanto.

Y eso, lo hizo encapricharse más aún de lo que ya estaba, lo que era casi imposible.

Cuando ella salió despavorida del restaurante, Damon creyó que Allyson solo hacia una rabieta, y que luego regresaría a desayunar. Así qué, se dispuso a comerse la tarta que el francés había puesto en la mesa, esperando que regresara. Algo que, evidentemente no sucedió.

Por eso, dejó el desayuno a un lado, pagó la cuenta y se fue a la empresa, con la esperanza de encontrarla ahí, y... tampoco sucedió.

Resopló, abriendo su Mac para tratar de familiarizarse con la empresa, pero unos toques en su puerta lo hicieron detenerse– Adelante...– habló, viendo cómo en cuestión de segundos su nueva secretaria entró con una bolsa de papel con letras rojas.

– Señor, esto llegó de un restaurante japonés, ¿Usted lo pidió?– preguntó la mujer al entrar.

– Si, gracias.– agradeció sin mirarla, concentrado en la pantalla. La secretaria colocó cuidadosamente la bolsa en el escritorio y se retiró totalmente decepcionada al ver que su jefe no le mostraba el más mínimo interés. Damon se paró, tomó la bolsa y se acercó a la puerta de la rubia para tocarla. Tenía un repuesto de la oficina de Allyson, pero no se arriesgaría a enfadarla más– Allyson...– la llamó– Llegó el almuerzo– le informó, esperando que la mujer se dignara en abrir.

Ally se paró y abrió levemente la puerta, sin mostrar su rostro, y sacó el brazo derecho para que Damon le pasara el almuerzo, pero éste aplicó fuerza en la puerta para que Allyson cediera a dejarlo entrar.

– ¿Qué haces?– chilló entrando el brazo.

– Quiero entrar para que almorcemos– exclamó– Abre la puerta, Allyson– ordenó– En algún momento tendrás que abrirla.

– Sólo pásame el maldito almuerzo y punto– gruñó, tratando de cerrar la puerta en el rostro del pelinegro, pero a pesar de que este aplicaba fuerza con un solo brazo, lograba abrirla cada vez más– ¿Qué te hace pensar que pedí comida para ti?– preguntó burlona.

– Espero que lo hayas hecho, gatita– amenazó– Porque te arrepentirás...– le aseguró chasqueando la lengua.

– Jódete– exclamó, dejando la puerta de forma sorpresiva para que Damon tropezara, algo que no sucedió porque él fue lo suficientemente rápido.

– ¿Lo ves?– preguntó cuando la puerta fue abierta– ¿Tan difícil era abrirla?– gruñó, poniendo la bolsa en el escritorio de Allyson. La rubia lo ignoró, sentándose en su silla giratoria. Alargó el brazo para tomar la bolsa, y la abrió sacando el recipiente desechable– ¿En serio?– volvió a gruñir, tal parecía que era un león en vez de un hombre de tanto que gruñía– ¿Sushi?– se quejó– Eso no quita el hambre– exclamó, sentándose frente a ella, rebuscando en la bolsa

– No sé si te has dado cuenta, Damon– habló, fastidiada– Pero el sushi es para mí– señaló el plato, mientras lo abría y tomaba los palillos para empezar a comer.

Damon resopló, indignado al ver que Allyson no mentía– Qué mala secretaria eres...– se quejó, haciendo que la mujer frente a él reprimiera una sonrisa divertida– Debiste haber pedido para mí también– musitó.

– Estoy enojada contigo, me importa una mierda que te mueras de hambre. Además, mi trabajo es encargarme de tu agenda, no de comprarte el almuerzo– dijo, saboreando la salsa dulzona del sushi que había pedido– Si tanta hambre tienes, abajo está el comedor o dile a tu otra secretaria que llame a algún restaurante– se encogió de hombros.

Damon negó, poniéndose de pie– Espero que el sushi te caiga mal– deseó, parándose para irse a su oficina.

« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora