Vigésimo quinto capítulo.

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Sabía que estaba asustando a su pequeño ángel con aquel comportamiento extraño, desquiciado y errático. Lo podía sentir en el pecho de la chica, que vibraba con cada fuerte latido. Él también estaba asustado y enojado, puesto que odiaba enseñarle esa faceta lunática que juró no volver a mostrarle a nadie. Quería que Allyson solo viera su faceta dominante, seria y de vez en cuando, traviesa, nada más. No quería mostrarle esa parte oscura que llevaba oculta al resto del mundo desde que fue descubierta.

Dejó su rostro hundido en el pecho de Allyson, inhalando el aroma a vainilla picante que brotaba de ella y que lo tranquilizaba levemente, pero no lo suficiente. Porque aún podía sentir la oscura necesidad de repetir lo mismo del otro día, pero esta vez hacerle más cosas, provocarle mucho dolor y placer a la vez, ver su rostro húmedo por las lágrimas, y teñido de temor y libido. 

Aquella noche estaba mal, tal como lo estaba hoy también. Aquella noche había luchado contra sigo mismo mientras la acariciaba, luchaba con la ganas de poseerla y hacerla gritar más de lo que ella estaba gritando en esa habitación. Las voces exigían que se aprovechara de la situación en la que estaban, porque la tenía a su merced. Allí, encadenada, desprotegida. Pero por más enfermo que estaba, por más débil que estaba en aquel momento, pudo luchar contra ellas, y solo aprovecharse una brevedad. 

Y aunque no tenía justificación, podía asegurar que luchó, en serio luchó para no aprovecharse más de lo que había hecho. 

- Estás en tu oportunidad de llevarla para ti solo, Damon. Si la encierras nadie podrá acercarse a ella, tal como lo hicieron Frank y el asqueroso de Evan... Llévatela, solo será tuya, de nadie más- susurraron aquellas molestas voces. 

- ¡Cállense, me tienen harto!- gritó, provocando en Ally un respingo más fuerte que el anterior. A este paso, la pobre terminaría en un psiquiátrico. Sacó su rostro del pecho de Allyson, quien estaba con los brazos a un lado, si saber que hacer con ese Damon desquiciado que tenía frente a ella. 

¿Qué demonios estaba pasando?... Se preguntaba Allyson, con un gran signo de interrogación pintado en su semblante. 

- Damon...- lo llamó, temerosa, cuando vio que este se puso de pie, dándole la espalda- ¿Qué esta sucediendo? No entiendo nada...- confesó.  

- No es necesario que lo entiendas- dijo, aun dándole la espalda, un tanto tembloroso. Su lindo cabello negro, se pegaba a su frente sudada, confundiendo más a Allyson, debido a que en la ciudad siempre había frío, así que era extraño ver su frente bañada en sudor. Algo extraño estaba sucediendo con Damon, algo tenebroso y enloquecedor, Allyson tenía esa mala sensación en el pecho. Y le daba demasiado miedo descubrir el qué.- Solo... olvida todo esto- demandó, casi gruñendo- Puedes tomarte el día libre- dijo, haciendo un gesto hacia la puerta, aún dándole la espalda. Allyson negó levemente, poniéndose de pie y acercándose un poco, no se iría de allí hasta que todas su interrogativas fueran respondidas. Porque si no era así, su cabeza explotaría con todo lo que estaba aconteciendo, en serio explotaría.- Dije que te fueras- musitó, al ver que Allyson seguía en la oficina.

- No me iré de aquí hasta saber qué demonios esta sucediendo contigo- dijo, decidida pero asustada a la vez con todo lo que acontecía. Sentía un peso en los hombros, simplemente arrollador. Lo que sucedió en el club, más esto, la sobreponía. 

- No está sucediendo nada, solo paso por un mal momento, eso es todo- dijo evasivo, esperando que Allyson se fuera. 

- Esto es más que un mal momento- respondió- Pareces desquiciado- dijo si limitarse- A leguas se te notan los ojos rojos y el cabello desordenado por la frustración- exclamó, apreciando a un Damon que soltó una extraña risa- Algo malo te está sucediendo, porque no eres así. No eres ese Damon arrogantemente molesto que siempre vive hastiándome y provocándome deseos de matar- musitó- Te ves cansado, como si tuvieras días sin pegar ojo.

- Allyson, solo vete- dijo, casi en un ruego, porque de verdad no quería que lo viera así. En esa crisis de emociones que tenía.

Arrepentimiento.

Rencor.

Melancolía.

Y para su mala suerte, también locura. 

- No me iré- repitió- Puedes hablar conmigo.- dijo, ofreciéndose, sintiendo la necesidad de consolarlo, el anhelo de volver a ver a ese Damon insoportablemente atractivo la estaba consumiendo, al igual que el miedo y la ansiedad. Observó como Damon se giró hacia el escritorio, acercándose hasta el teléfono, presionando un botón. La voz de Kara se escuchó, ofreciendo sus servicios.

- Kara, cancela todas las reuniones. Si surge una emergencia, llámame.- ordenó, ignorando a Allyson y tratando de disimular el temblor de sus manos.  Resopló y quitó su saco, arrojándolo a la silla, abrió los primeros botones de su camisa y sacudió aún más su cabello revuelto. Se quedó en silencio por un largo rato, sin mirar a la mujer de pie, frente a él, ansioso porque se fuera, para poder explotar en paz. Literalmente en ese momento estaba al borde de un colapso psicótico, con las manos temblorosas y resistiéndose, pero no quería asustar más de la cuenta a aquella rubia que lo volvía ciego.- Allyson, vete... en serio, vete- dijo, angustiado. 

- Dije que no me voy a ir- gruñó, decidida. 

- Pues me iré yo, porque si permanezco aquí, contigo, terminaré de volverme loco- dijo, abriendo la puerta de sopetón, dejando su saco tirado y solo recogiendo las llaves de su auto. Allyson lo siguió, dispuesta a acompañarlo, ya que realmente Damon se veía mal, y por más cruel que él fue, ella estaba dispuesta a ayudarlo. Ambos cruzaron el pasillo, dejando a una Kara desconcertada al verle el rostro a ambos. Cuando llegaron al estacionamiento de la empresa, Damon se giró, topándose con Allyson y tal cosa lo hizo gruñir de fastidio- ¿Qué demonios, Allyson? 

- No voy a dejarte  solo. No puedo dejarte así. Si te irás a tu casa, yo iré contigo- dijo decidida. Damon solo negó, desactivando la alarma de su auto, ansioso por entrar y alejarse ella, pero ella fue lo suficientemente rápida y logró arrebatarle las llaves y sentarse, dispuesta a conducir

- Maldita sea, Allyson- gruñó- Eres insoportable, no vas a conducir mi auto- siseó, luchando contra las ganas de sacarla y cargarla como costal de papas y tirarla al suelo- Allyson, bájate, déjame conducir mi maldito auto.

- Estás loco si piensas que vas a conducir con las manos así- dijo, señalando sus manos aún temblorosas. Él las escondió en los bolsillos de su pantalón fino y negó con la cara teñida de frustración, resignándose a tener que dejarla conducir su preciado auto.

- ¿Siquiera sabes conducir los autos mecánicos?- preguntó, entrando, viéndola como ella encendía el auto y pisaba el acelerador. Allyson se lo confirmó cuando puso el cambio y salió del estacionamiento de la empresa, adentrándose en la autopista que para su suerte, estaba casi desierta, haciendo que se emocionara y acelerara más, se fuertemente  escuchó el motor de aquél auto deportivo- Ya, entiendo...

Allyson sonrió, viendo que por esos breves segundos, logró distraer la mente de Damon. Se daba cuenta por su rostro, que se encontraba sereno al observar el ambiente, pero esa breve tranquilidad se desvanecería en cuestión de minutos.

« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora