Décimo sexto capítulo.

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Despertó un tanto sobresaltada debido al fuerte dolor que colonizada sus sienes. Lanzó un quejido acariciando esa parte de su cabeza para no comenzar a desesperarse debido a la pesadez que amenazaba con explotar su cabeza.

- Ahg, no vuelvo a tomar- se juró, sabiendo claramente que pronto se olvidaría de su juramento cuando tuviese una copa en sus manos.

Se sentó en la cama, recordando lo que había hecho la noche anterior.

El hombre misterioso y endemoniadamente hermoso bebió con ella al rededor de cinco botellas de Moët Chandon Rose, bailaron, hablaron de todo y nada, rieron y volvieron a bailar.

Debía reconocer que fue ameno, divertido y sano... Bueno, no tan sano, hubieron varios toqueteos mal intencionados, sonrisas maliciosas y miradas lascivas. Pero debía admitir que disfrutó en demasía pasar parte de la noche con el hombre pelinegro y misterioso.

Bajó de su cama, estirándose como un gatito mientras se dirigía al baño a asearse, luego de unos largos minutos salió envuelta en una toalla blanca demasiado corta para sus curvas.

Buscó entre su ropero algún vestido sencillo o una falda mientras se colocaba su ropa interior de color rojo, por supuesto. Necesitaba ir a la compañía de su padre para saber por qué había insistido en querer hablar con ella, cuando no tenían muy buena relación que digamos.

Vio entre toda la ropa escondida una falda roja de tubo, una blusa negra con un muy generoso escote corazón y entre todos los zapatos encontró unos tacones de punta blancos.

Se colocó todo, entre saltos y traspiés, a la vez que intentaba buscar entre los cajones las pastillas que solía tomar cuando la resaca se apoderaba de ella. Las encontró echando una en su boca, masticandóla para que surgiera efecto más rápido.

Terminó, yendo hacia el tocador para aplicarse un poco de maquillaje, tapando sus ojeras y dándole color a su rostro un tanto demacrado. Soltó su cabello, dejando sus ondas naturales al aire y salió luego de tomar su bolso.

Cuando ya se encontraba en el ascensor, su teléfono timbró con una insistencia apabullante. Observó quién llamaba y giró sus ojos fastidiada al ver que era su padre, de nuevo.

- Ya voy en camino, padre- exclamó tratando de no sonar enojada debido a su insistencia mientras las puertas del ascensor se abrían en el estacionamiento. Miró su auto rojo, subió colocándose sus lentes de sol para que la luz no lastimara sus ojos mientras encendía su auto y se dirigía a la empresa.

- No tardes- ordenó con su voz demasiado ronca por tantos años de puros y cigarrillos, que personalmente para Allyson eran asquerosos y dañinos.

Colgó suspirando, llegando unos quince minutos después a la empresa que pronto pasaría a su dominio total, entró al estacionamiento privado, y luego de tomar su bolso se encaminó al interior del lugar. Asintió hacia la secretaria del corredor principal, y siguió con su camino hasta el ascensor, entrado en él; cuando las puertas del ascensor se abrieron frente al pasillo que daba a la oficina de su padre sonrió.

- Buenos días, Sarah- saludó a la secretaria de su padre- ¿Le puedes decir a mi padre que estoy aquí?- sonrió maliciosamente- No, mejor no, yo misma lo hago.

La secretaria pelirroja se quedó desconcertada mientras su mano se hallaba suspendida para tomar el teléfono, luego asintió sonrojada, mirando a la hermosa rubia que caminaba con elegancia hacia las puertas de la oficina.

Sarah deseaba ser todo lo que Ally era: Ambiciosa, inteligente, sensual, hermosa, rica y segura de sí misma.

Ally abrió de sopetón las puertas de la oficina, sin importarle si su padre estaba acompañado o no.- ¡Buenos días, papi!- chilló sarcástica, viendo a su padre que tenía una expresión de seriedad- ¿Cómo amaneces hoy?- caminó hasta llegar a él, besando su mejilla- ¿Por qué me hiciste despertar tan temprano?- protestó sentándose en el sillón frente a él.

- Buenos días- saludó su padre- Tengo que hablar de algo serio contigo- comunicó, alertándola.

Ella cambió su expresión risueña por una seria al escuchar el comentario de su padre- ¿Qué sucede?

Él exhaló- La empresa quebró - soltó de repente, dejando anonadada a su hija.

- ¿Cómo que quebró? ¿Qué sucedió?- cuestionó sorprendida. Pensando en todos los privilegios que perdería.

Su padre enrojeció azorado- Aposté muchísimo dinero en un casino exigente, no sabía lo que hacía, llevaba todo el día tomando, me emocioné demasiado a pesar de las advertencias de mis acompañantes. Y perdí muchísimo dinero- confesó huyendo de la mirada de reproche de su hija- Fue tanto que el dueño vino a verme, exigiendo que pagara, pero la compañía no estaba en su mejor momento, por lo que...- calló, sin ser capaz de decirle a su hija.

- Dime- ordenó seria, cruzando sus brazos.

Él vaciló, pero al final se decidió en continuar- Tuve que venderla para poder salvarla- culminó aún más enrojecido que antes.

- ¿Qué mierda, papá?- medio gritó, acalorada. Sin importarle que alguien fuera de la oficina la escuchase o recibir alguna represalia proveniente de su padre por exaltarse así.

Odiaba esa versión de su padre luego de que su abusiva y ambiciosa esposa, también la madre de Allyson, lo abandonara por alguien más joven y rico. Ella había superado eso hace mucho tiempo, ni siquiera pensaba en eso. Pero, al parecer, su padre no podía pasar página.

En serio, odiaba a esa versión adicta al tabaco, a los juegos en el casino, a la bebida. Se había vuelto descuidado, mediocre e irresponsable.

Su madre lo había dañado tanto que se había vuelto irreconocible. A veces ella se asustaba del poder que era capaz de tener una persona sobre otra, siendo lo suficientemente poderosa como para romperlo hasta dejarlo sin reparación.

Eso había hecho esa mujer.

Todo se había vuelto tan tóxico en su hogar, que desde que cumplió la mayoría de edad había salido desesperada de allí, ansiosa por salir de ese ambiente inhóspito y desagradable. Pero, no había salido del todo. Le dolía verlo así, mas no podía sacarlo de ese agujero cuando él no estaba dispuesto a poner de su parte.

- ¿A quién se la vendiste?- cuestionó angustiada, rogando interiormente que el comprador fuera alguien respetado.

- A mí- se escuchó una voz ronca detrás de ella.

Ally se volteó, ansiosa de ver a quién su padre le había vendido la compañía, y lo que vió la dejó petrificada, pero también con un súbito enojo.

Su rostro se sonrojó debido a la furia- En serio, tú no- gruñó- ¿Hace cuanto vendiste la compañía?- interrogó todavía atravesando con sus ojos al nuevo dueño de todo lo que tenía que ser de ella en un futuro.

Su padre enrojeció más de lo que hace ya rato estaba- Ehm...- vaciló cerrando sus ojos- Hace dos meses- concluyó.

- ¡Eres un maldito!- le gritó Ally. Siendo consciente de que no se había encontrado varias veces a ese hombre de causalidad, sino que fue planeado- ¡Me voy de aquí!- chilló dispuesta a retirarse.

- Espera- pidió su padre, antes de que ella empezara a caminar- Falta algo por decirte- informó- Quedaré como el director de la compañía- miró a su hija a los ojos, con semblante serio, esperando qué lo que diría a continuación no la enojara más de lo que ya estaba. Pero, como se veían las cosas, era imposible.- Mas será con la condición de que tú trabajes para él - señaló al hombre vestido elegantemente.

- ¡Sobre mi cadáver trabajaré para Damon Gardener!- gritó retirándose, dejando al hombre y a su padre mirando hacia la puerta que la chica había azotado con todas sus fuerzas.

El hombre rio, echando su cabeza hacia atrás.- Y eso... Que aún no le has dicho que ella será una de mis secretarias- se burló macabramente.

« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora