Trigésimo noveno capítulo.

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Al principio, el saber que estaba acostada en la misma cama de Damon, a solo centímetros de él, le quitaba el sueño. Sin embargo, solo fue cuestión de un par de segundos para que el cansancio se adueñara de ella, haciéndola dormir.

Lo que ni ella sabía, era que por más grande o pequeña que fuera una cama, ella rodaba y se adueñaba completamente. Damon se estaba dando cuenta de ello al ver como ella se fue durmiendo poco a poco, comenzando a acercarse. Sin embargo, él si duró mucho para lograr tener el sueño. Cerró sus ojos esperando dormirse, pero el brazo de la rubia cayó en su torso, para luego envolverlo en un mini abrazo, sonrió dejándose abrazar, y decidió volver al intento de dormirse, cosa que logró, debido a que el abrazo de la chica lo confortaba y consolaba. Le daba una sensación inmensa de alivio y consuelo, no se había dado cuenta de que realmente necesitaba ese abrazo hasta que Ally inconscientemente se lo dio, así que lo aprovecharía como si fuera la última vez que tendría uno.

Si la rubia tan solo supiera que nadie nunca había estado así como lo estaba ella, durmiendo en la misma cama y enrollada a él. Porque todo el tiempo que tenía sexo con alguna amante, solo tenía sexo, nada más, ninguna se quedaba a dormir o estaba en su habitación, ni siquiera la rubia Amelia, la cual frecuentaba más. Si solo Ally supiera aquello dejaría las reservas que tenía con él y las inseguridades.

...

Al día siguiente el ruido de la alarma alertó a ambos de que ya era hora de levantarse e ir al trabajo. Ally fue la primera en abrir los ojos, trató de estirarse para soltar la fatiga que aún era dueña de ella, sin embargo, no pudo, debido a que tenía una cárcel de músculos alrededor de ella, envolviéndola completamente, sin escapatoria. Tocó como pudo, el hombro del pelinegro que se hacia el dormido para ver que la rubia haría, esperando que él la soltara, cosa que no tenía planeado hacer. A Damon no le importaba llegar tarde ese día al trabajo, quería que aquella sensación que tenía desde anoche perdurara por un buen tiempo, el máximo posible.

- Damon- llamó, esperando que despertara- Damon...- volvió a llamar. Esperó por unos segundos, mirando el rostro del hombre que al parecer era un buen actor, puesto que ella se estaba tragando el cuento de que él parecía realmente dormido. Apreció sus pestañas oscuras y tupidas, su semblante apacible y sus labios de un hermoso color rosa oscuro, pestañeó rápidamente para quitar el embrujo que el hombre causaba aun dormido e ignoró la vocecilla que le decía que aprovechara el momento y se lo comiera con la mirada porque él no tenía esos intensos e intimidantes ojos mirándola. Sin embargo, no lo haría.

Lo sacudió, de una forma más brusca que la anterior, pero el pelinegro no abrió los ojos, así que sacó como pudo su mano y le pegó en el pecho. Ahí fue cuando Damon abrió sus ojos, asimilando que la chica le había pegado muy fuerte en el pecho.- Auch- exclamó el pelinegro, aun apretando a Allyson- Eso picó.

- Al parecer era la única forma de despertarte- dijo- Apártate de mí, la alarma sonó hace rato- exclamó tratando de moverlo, solo un centímetro, cabe aclarar.

Damon negó- Quien se pegó de mí anoche y me abrazó fuiste tú, no yo, yo solo correspondí al abrazo- musitó, buscando provocarla.

La rubia sintió como el sonrojo subió por su cuello y rostro- No es cierto- negó, segura.

- Sí lo es, y tú lo sabes.

- Como sea- dijo con desdén buscando que Damon no volviera a decir aquello- Déjame salir, tengo que irme a casa para ducharme y vestirme- informó el plan que tenía trasado desde ayer.

- ¿Qué? No tienes que ir a casa, aquí tienes un cambio de ropa- habló, haciendo todo el acoplo de sus fuerzas para liberarla de su agarre férreo.

- De todas formas tengo que irme- musitó, porque no soportaba estar un minuto más así, como estaba ahora con Damon. Necesitaba alejarse de él para no hacer cosas de la cuales arrepentirse.

- En serio necesito ir a casa- dijo, levantándose.

- ¿Y si te orden como jefe que te quedes?

- Aun así me iría.

- ¿Segura?- dijo, parándose frente a ella y enseñándole lo intimidante que podría ser. Ahí fue cuando ella vaciló, sin poder mirarlo a los ojos. Confirmándole a Damon que ella no era tan salvaje como solía aparentar.

Sin darse cuenta de ello, ambos destilaban ganas y provocación. Allyson quería saltarle encima, Damon igual, pero quería que ella lo hiciera primero.

La pregunta era: - ¿Acaso ambos soportarían las ganas que se tenían mutuamente?

« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora