Vigésimo séptimo capítulo.

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- Eso no importa, Damon.

- No deberías estar aquí- dijo, poniéndose de pie, para sentarse en el sillón que estaba cerca de la chimenea, y dejar ver el contenido del paquete. Era un portarretrato, con una pequeña foto que Allyson apenas pudo ver.

Un Damon pequeño de grandes ojos y de sonrisa traviesa sonreía en la foto, siendo abrazado fuertemente por una hermosa mujer de cabello azabache, que sonreía risueña y aparentemente feliz. Se encontraban en un gran jardín y en el fondo se hallaba una fiesta, al parecer de Damon. El pequeño parecía tener al rededor de ocho u nueve años.

Escuchó el sorbido nasal procedente del hombre que le dio vuelta a la foto para ver la parte trasera, donde había algo escrito.

Damon leyó lo que había. El sollozo fuerte que salió, hizo respingar a la rubia. Ver lo que su madre había escrito le hizo sentir demasiada culpa. Aquella nota que su madre escribió en sus ultimas días le había tocado lo poco de alma y corazón que le quedaba. Allí, en esa foto, ella expresaba el amor incondicional que sentía hacia su hijo, le mostraba que aun, en su muerte, creía que él no estaba dañado, que lo que había hecho no era tan malo como él pensaba. Pero sabía que su madre estaba ciega de amor, amaba demasiado a su hijo, a su hijo enfermo, no veía de lo que su pequeño era capaz.

El amor a veces era dañino, cegaba, te hacía débil y demasiado entregado. El amor había hecho que su madre sufriera.

Damon odiaba el amor. Se odiaba...

Si no fuera por él, aún esa mujer tan hermosa y benevolente estuviese viva.

Respiró profundo, apreciando la elegante letra que ella solía tener y se imaginó que ella estaba ahí, mirándolo, siendo miserable e infeliz. Sufriendo con cada sobre y paquete que llegaba el día de su cumpleaños.

El cumpleaños de Damon y el de su madre también.

El día que su madre esperaba que él pasara de forma excelente, no sufriendo como lo hacía en aquel momento, y cada año más miserable. Ni siquiera la obsesión que sentía por Allyson lo entretenía lo suficiente como para no pensarla.

- Tienes que irte- dijo, decidido. Allyson negó, no iba a irse. Cuando alguien se encontraba triste decía que no quería a nadie cerca, pero no era así, ella lo sabía en carne propia. Damon en ese momento necesitaba compañía, y a Allyson no le importaba lo que antes él le había hecho, en el fondo sabía que tenía una razón, porque alguien como Damon no le haría eso a una mujer. Ella tenía esa sensación en el fondo de su ser y en su pecho. Algo había tras todo lo acontecido y tarde o temprano ella descubriría el qué- No quiero que me veas así, Allyson. Tampoco quiero compañía- exhaló, tembloroso- Necesito estar solo.

- Si realmente necesitas estar solo, me iré, pero si solo quieres que me vaya porque tu masculinidad y tu ego no te dejan aceptar que yo te puedo ayudar, te vas a joder, porque no me iré- musitó, sin rendirse.

Damon cerró los ojos, suspirando. Sabiendo en el fondo que la rubia era persistente, que no se rendiría así de fácil- No lo entiendo, Allyson, no entiendo que haces aquí- negó, aun con la respiración errática y los ojos cristalinos- Te hice algo, algo malo, me aproveché de ti. Así que o estas absolutamente loca o no sabes guardar rencor- expresó, a la defensiva.

- No te voy a guardar rencor, Damon. Puede que en el momento te odiara con todo mi ser por lo que me hiciste- confesó, poniéndose de pie y sirviéndose un trago de la licorera que había en el despacho que aparentaba tener muchos años, conservando así ese aire anticuado. Hacia calor, mucho calor, diría que demasiado y al tomar aquel trago el calor aumentó internamente, de verdad el lugar estaba hecho una caldera con aquella chimenea, así que no le importó mucho y apagó la chimenea con el control que halló en el escritorio, dejando solo la leve iluminación que se filtraba por un espacio que dejaba la gruesa cortina de una de las ventanas. 

Damon aún transpiraba, con la camisa empapada de sudor. Observando a la rubia, extrañado. Realmente no la entendía, aquella mujer que lo volvía loco, lo estaba confundiendo con su comportamiento totalmente impredecible. También le sorprendía el hecho de que ella no le estuviera guardando rencor por lo sucedido en el club aquella noche extraña, de la cual se arrepentía. Lo sucedido no estaba en sus planes, pero estaba tan mal que, solo sucedió y ya. Sin embargo, no le diría un lo siento, ni le demostraría arrepentimiento, ya lo había hecho y era suficiente. Se quedó en silencio, respirando profundo, tratando de calmar la tempestad que poco a poco menguaba según iba pensando en la irracionalidad de Allyson.

Por varios minutos cerró sus ojos, totalmente en calma, sabiendo que la rubia lo miraba desde el sillón que estaba frente a él, mientras él se hallaba en el suelo del lugar. 

No supieron cuanto tiempo pasaron ahí, en aquel despacho oscuro y sombrío. Pero al parecer fueron varias horas en las cuales cada uno estaba ensimismado en sus propios pensamientos que, fueron interrumpidos por una hermosa chica que arrastraba un carrito con comida, al parecer.- Con permiso...- habló tímida- Aquí está su almuerzo- dijo haciéndole un gesto a Allyson y a Damon, que solo asintieron. 

- Gracias- musitó Ally, cuando la chica ya estaba en la puerta. Miró a Damon, quien se puso de pie y arrastró el carrito hasta dejarlo al lado del escritorio y comenzar a sacar la comida para ponerla en el escritorio- Aún no comprendo como estas sudando cuando no hace calor, literalmente tu camisa está empapada- exclamó, haciéndole un gesto a la camisa que se adhería levemente a su espalda escultural.

El semblante de Damon se relajó, la presencia de Allyson en el lugar, tratándolo bien y buscándole conversación, le agradaba. Y muy en el fondo le daba algo de paz ver que ella insistía en hacerle compañía sin que él haya recurrido a alguna clase de manipulación.

Tal cosa le agradaba, mucho. Y más ahora que la situación servía como distracción para no pensar tanto en ese día.




« La tentación de Damon» #2 COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora