Capítulo 12

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Aria

16 de Enero – 14:12 PM

Liyue – Pantano Dihua - Casa de Aria y Xiao

Tras pedirle a Nathaniel que se quedara un momento con las deidades en el comedor, nos encaminamos Al y yo a la habitación infantil.

-Albedo: ¿por qué tenías otras ropas idénticas a las mías en casa? –preguntó, extrañado, mientras caminábamos por el pasillo.

Yo me sonrojé un ápice.

-Aria: bueno... compré unas iguales por si te quedabas algún día... -traté de explicarle, aunque con bastante nerviosismo- y necesitabas... -no podía ni mirarlo a la cara.

"Juro que sólo fantaseé con ellas cuando las compré, después sencillamente las guardé", quise decirle, pero sabía que no era en absoluto adecuado.

Él estalló en risas.

-Albedo: supongo que no puedo reprocharte nada, pues yo también guardo aún ropas tuyas –se le escapó en medio de las carcajadas.

Se avergonzó nada más pronunciarlo. De hecho, ambos tuvimos que apartarnos la mirada al instante dada la enrarecida atmósfera que se había formado en la conversación.

-Aria: lo importante es que ya puedes llevar algo más encima que esas vendas –comenté, antes de abrir la puerta de la habitación de Kairi.

-Albedo: sí... -susurró.

Una vez en el interior de la estancia, pudimos captar, rápidamente, dónde se ocultaba mi hija. Yo, por supuesto, traía encima uno de sus más favoritos postres. En cuanto lo olió, aquel ovillo bajo la manta se removió.

-Kairi: no... no quiero salir, mamá –reconoció al instante mi presencia, debía relacionarme fácilmente con la comida.

Me senté al borde la cama con el plato en mano, y carraspeé mi garganta.

-Aria: ¿entonces cómo te vas a comer este sabroso trozo de tarta de chocolate, cielo? –le provoqué, divertida-. ¿Sabes cuántas capas de chocolate tiene? ¡Díselo, Al!

Él tuvo que pensarlo un poco, pese a que hubiera estado observándome preparar ese postre aquella misma mañana.

-Albedo: creo que eran siete –no lo dijo con total certeza, pero aquella respuesta fue suficiente para que mi niña se dejara ver al fin.

El ovillo se deslizó hasta el borde de la manta e hizo aparecer sus verdes ojos, los cuales utilizó para buscar el susodicho capricho.

No pude evitar soltar alguna que otra carcajada.

-Aria: venga, Kairi... -seguí insistiendo-. Tómalo, es todo tuyo.

Extendí mis brazos para que tomara el plato y, finalmente, sacó todo su cuerpo de debajo de la manta.

-Kairi: ¡¿de verdad?! –su rostro parecía haberse iluminado.

Se abalanzó sobre el plato y se apoderó de él. El primer trozo consiguió dejarla ya fuera de juego, ningún oscuro pensamiento parecía verse ahora en su dulce mirada. Devoró, ansiosa, aquel postre con la mayor de las alegrías. Debía, además, tener hambre, ¡o al menos eso quise pensar! Tampoco me era grato pensar que hubiera heredado mi voracidad.

Era el momento:

-Aria: Kairi –intenté llamar su atención, aunque la misma estuviese apresada en la tarta-, tenemos que hablar de lo que pasó ayer –introduje con una voz suave y tranquila.

Paró de comer en seco, aunque sus mofletes ya estaban manchados de chocolate.

-Kairi: lo sé... -quedó cabizbaja, con el tenedor aún en la mano.

Al tomó asiento lo más cerca posible de la niña y, con la ternura y calidez que le caracterizaba, la rodeó con uno de sus brazos. Debió dolerle hacer aquel gesto, pero lo ocultó de forma maestra.

-Albedo: estoy bien –sonrió, espléndido-. No era más que un entrenamiento, Kairi.

-Kairi: ¿entrenamiento? –espetó. Aquella mentira blanca no pareció resultar-. Tío Al... -su voz tembló- Papá te agarró del pelo y te tiró...

No me agradó en absoluto conocer aquel dato.

-Albedo: ya sabes cómo es tu padre –no disminuyó su sonrisa, cosa que agradecí, porque continuó transmitiendo calma a la pequeña-, se toma muy en serio las batallas, incluso cuando son para entrenar.

Yo no hubiera podido mantener la compostura tras las palabras de mi hija, pero me alivió, sumamente, que él pudiera hacerlo.

-Kairi: mmm... ¿de verdad? –parecía que estaba comenzando a convencerla.

Sin duda alguna, mi hermano sabía cómo hacer las cosas, incluso cuando eran asuntos de niños. Era... siempre perfecto.

Entonces, le retiró el plato de las manos y la cogió para sentarla en su regazo. "Ese movimiento ha debido dolerle también", me preocupé. No obstante, aquel acercamiento fue más que efectivo con ella... pues la pequeña no pudo evitar sonreír al fin.

-Albedo: de verdad, Kairi –susurró.

Y, súbitamente, comenzó a hacerle cosquillas en los costados.

-Kairi: nñoooo –gritó, sonriente, mientras se removía encima de él-, ¡tío Al!

Ambos rieron, y yo disfruté aquella hermosa y tierna imagen.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora