Capítulo 34

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Ming-yue

24 de Enero – 13:08 PM

Liyue – Profundidades adeptus – Templo de Ming-yue

La comida iba a ser interesante. Los cuatro nos íbamos a reunir a la mesa o, en este caso, ante el kotatsu en el que solía siempre comer a solas. De hecho, nada más empezar, fue violento el simple hecho de que Xiao se sentara a mi lado en lugar del de Aria, quien, al frente, se posicionó junto a Albedo.

Tras haber tocado a Xiao, gracias a mis visiones del ánima, estaba al tanto de todas sus distintas situaciones y habilidades. Y al detalle. Además, ya había visto a la copia del dragón corretear por el templo. Debía temer que hubiese trampas, y no podía reprochárselo... porque, si las tuviera, las hubiera puesto en su habitación.

Xiao y Aria no se dirigieron la palabra, como era natural tras una petición de divorcio que hacía incluso más morbosa la atmósfera.

La verdad es que estaba disfrutando de lo lindo.

-Sirvienta: ¿quiere que le sirva más caldo o así está bien? –preguntó, sonriente, mientras sostenía una sopera de porcelana.

-Aria: así está perfecto, gracias –le devolvió otra sonrisa, aunque, evidentemente, fingida... como el amor que decía tenerle a Xiao.

Tampoco hubo mucha conversación en general, salvo las formalidades justas como aquella.

La tensión se podía cortar con un cuchillo, mientras exhibíamos una naturalidad en la mesa que era del todo irreal. Aquellos tres se morían de ganas de preguntarme qué había pasado con la niña, pero estaban actuando con cautela, como sólo alguien inteligente haría. No obstante, me sorprendió que Aria pudiera guardar también la compostura.

Por supuesto, a mi invitado de honor, mis trabajadoras le sirvieron su tofu con almendras. No parecía tener muchas ganas de comerlo, pese a lo tanto que le gustara, pero se obligó a hacerlo.

-Ming-yue: ¿está bueno, Xiao? –pregunté, alegre por su compañía.

Incluso a su mujer le sorprendió la forma en que me contestó:

-Xiao: claro –sonrió, volviendo a acelerar mis latidos.

De hecho, Aria quedó un tanto desorientada al respecto. No obstante... no me era suficiente.

Bajo la manta que cubría nuestros regazos, conduje mi mano hacia el Cazador de Demonios. Era evidente que había percibido mi tacto llegar a su pierna, pero no reaccionó de ninguna forma. Continuó llevándose a la boca otra cucharada de tofu.

Pero ahí no iba a acabar el asunto: me metí más profundamente entre sus piernas y comencé a acariciar lo que entre ellas tanto ansiaba.

Me lanzó una mirada, rápida y ligeramente perturbada.

"¿Crees que vas a poder evitar que no se den cuenta?", reí internamente.

Colé mi mano dentro de su pantalón y realicé un ataque directo: hallé su pene y comencé a masajearlo debajo de la mesa.

Y él también empezó a exhibir una inquietud mucho más evidente.

"Sí que estabas dispuesto a todo, ¿eh?", me relamí.

Intentó, con todas sus fuerzas, seguir aparentando normalidad, pero yo aceleré la velocidad... y una extraña mueca en su, de normal imperturbable rostro, llamó la atención de su esposa.

-Aria: Xiao... -al fin se dirigió a él-. ¿Estás bien?

El pelirrubio de larga casaca me observó a mí y, después, analizó, detenidamente, al Cazador de Demonios.

Lo supo al instante.

-Albedo: Aria, me he olvidado algo en la habitación –dijo de pronto, haciendo gala de una gran actuación-. ¿Puedes acompañarme?

Yo hice un gesto de negación con el dedo índice de mi otra mano.

-Ming-yue: tú puedes hacer lo que quieras, pero ella tiene que quedarse –ordené, siendo consciente de que todos ellos necesitaban, encarecidamente, complacerme.

Albedo tomó la decisión de también quedarse.

-Aria: ¿qué está pasando? –inquirió, buscando la respuesta a su derredor, cuando la tenía justo delante.

Me impresionó aquella ingenuidad con las escenas de sexo que había visto de ella.

Xiao dejó la cuchara sobre su plato, incapaz ya de sostenerlo. Incluso tras tantos siglos, sabía cómo debía tocársela para sofocarlo. Incluso tuvo que bajar la cabeza y apretar sus puños.

-Aria: Xiao... -musitó, en shock.

Yo sonreí, sintiéndome la mujer más poderosa del universo.

-Ming-yue: ¿te gusta lo que te estoy haciendo, Xiao? –le provoqué. Quería llevarlo al límite... Quería hacerle sufrir la misma humillación que me había hecho pasar a mí al decirme que no significaba nada para él.

Por un instante, me atravesó ferozmente con la mirada, pero, raudo, ocultó sus verdaderos pensamientos al respecto.

-Xiao: ... sí –sabía que debía responder para satisfacerme, aunque, hacerlo delante de su mujer, era lo verdaderamente difícil.

"¿A que ya no es tan fácil jugar a seducirme, maldito súcubo?", pensé, al mismo tiempo que gozaba con su acalorada imagen, cada vez más vulnerable.

Aria, nada más captar al fin la realidad de lo que estaba sucediendo bajo esa manta, se levantó y se propuso llegar hasta mí. Sus ojos verdes... eran escalofriantes.

-Xiao: ¡para! –gritó, deteniéndola en el acto-. ¡Ni se te ocurra ponerle una mano encima, Aria!

Amé... cómo me "defendió".

Ella, al borde de un ataque de nervios, pareció recapacitar y regresó a su asiento.

-Aria: por favor... -se dirigió a mí directamente, con una actitud muy distinta a la que justo antes había mostrado-. Haré lo que quieras –Xiao se revolvió cuando la escuchó-, pero, por favor, no sigas... tocándolo.

-Ming-yue: ¿me estás suplicando?

Tampoco lo dudó:

-Aria: sí –respondió, sin importarle un ápice su honor.

Lo pensé por un largo minuto.

-Ming-yue: muy bien... -saqué mi mano de sus pantalones, y él pudo al fin respirar con tranquilidad-. Entonces –señalé al pelirrubio-, fóllalo aquí y ahora.

El Cazador de Demonios no obtuvo calma por mucho tiempo.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora