Albedo
25 de Enero – 07:49 AM
¿?
Una poderosa "fuerza" me forzó a sentarme en una silla que apareció por arte de magia detrás de mí. Rápidamente, unas cadenas fueron apresando mis piernas a las patas... y mis brazos a mi espalda.
-Albedo: ¡¿qué está pasando?! –espeté, más que confuso.
Ni siquiera me percaté del momento en el que Aria desapareció de mi lado. En un abrir y cerrar de ojos... ya no estábamos juntos.
-¿?: al fin... al fin... -oía unos escalofriantes susurros a mi derredor.
Junto a mi silla, una cama fue creándose ante mis ojos. Una cama... que jamás podría olvidar.
Mi cuerpo comenzó a temblar, con tan sólo recordar oscuros e infernales momentos del pasado.
Y, de pronto, un siniestro ser se abalanzó sobre mí.
Mi respiración se heló al verla de nuevo.
-Albedo: ¿S-Sacarosa? –titubeé, víctima de un profundo pavor.
Se cernía sobre mí con una imagen que ya no engañaba a la vista. Aquel rostro de apariencia ingenua había decrecido en abruptas facciones y sádicos ojos, atestados de una locura endemoniada. No había casi carne en sus pómulos... estaba famélica. Su ropa se veía sucia y deteriorada, como si hubiera emprendido una aventura sin fin hasta ahora.
Lentamente, sacó su lengua para lamer mi rostro de abajo arriba.
-Albedo: no... no... no... -repetía, aterrado, mientras dirigía todas mis fuerzas a aquellas cadenas.
"¡Tengo que salir de aquí, tengo que salir de aquí!", mi razón y mi corazón estaban de acuerdo.
Creó una mordaza en sus manos, y me la colocó sobre la boca ignorando por completo cómo me revolvía sobre la silla para poder liberarme de ella.
-Sacarosa: al fin te encontré, Albedo –abrió sus ojos como platos, provocándome aún más terror.
Y alguien más se unió a la escena, alguien con una voz incluso más siniestra:
-¿?: ¡YO TE ENCONTRÉ A TI, PERRA!
Aria se lanzó sobre ella, haciéndola aterrizar sobre la cama.
-Aria: ¡no puedes imaginar las ganas que tenía de verte! –rió como el mayor de los villanos haría.
-Sacarosa: ¡¿también estás aquí?! –chilló, en verdadero pánico. Ahora era ella la acechada.
Presa de su propia locura, Aria levantó el puño sobre su escuálido rostro... y dio inicio a una carnicería.
***
Albedo
25 de Enero – 09:01 AM
¿?
A veces la "muerte" era un alivio para algunas personas y, sin duda alguna, para Sacarosa lo hubiera sido. Aria descargó su ira sobre ella de forma salvaje y cruel, e, incluso alcanzando varias veces el punto álgido de la violencia, sólo consiguió provocarle la inconsciencia por unos minutos. Y, después, volvía a despertar y a recuperarse, sin importar lo que le hubiera hecho.
La torturó por un tiempo que incluso a mí se me hizo eterno. Sabía que Aria tenía su punto de locura, pero aquello estaba a otro nivel. Ni siquiera yo tuve la valentía suficiente para, en pleno apogeo de ataques, llamar su atención y pedirle que parara.
No obstante, alguna vez debía hacerlo.
Dando brincos, intenté llevar la silla hasta la cama, con el propósito de golpearla (aquella mordaza no me permitía hablar) y hacerle recordar que no habíamos acudido a aquel extraño lugar para vengarme de Sacarosa, sino para encontrar a Kairi.
Hice un pequeño "clink" en el somier, el cual estaba siendo sometido a intensas arremetidas por las sacudidas de Aria.
Pensé que mi tonto sonido no iba a ser suficiente, no obstante, conseguí que al fin me mirara.
-Aria: ... Al –expresó, asombrada, al recordar que yo también estaba ahí.
Tenía varios mechones verdes en sus manos.
Le dio una patada a aquella martirizada joven y la tiró por el otro lado de la cama. Pude escuchar el ruido al impactar su cuerpo sobre el duro suelo.
Fue un último desahogo antes de, por fin, regresar a mí.
-Aria: creo que no puedo matarla –rió de forma escalofriante.
"Hace más de una hora que debiste haberte dado cuenta de ello...", pensé, agotado.
Llevó sus manos detrás de mi cabeza y me quitó la mordaza. Cuando pude respirar de nuevo sin una tela de por medio, sentí un alivio inconmensurable.
-Aria: mi Al... -susurró de pronto, mientras rodeaba mi rostro con sus suaves y ensangrentadas manos. Percibí cierta actitud obsesiva también en ella, pero al menos era una obsesión que... era correspondida-. Siento haberte hecho esperar. Como ya te dije, soy un desastre.
Mis labios se torcieron.
-Albedo: Aria... -estaba a punto de estallar emocionalmente.
-Aria: lo sé –expresó, preocupada por mi ánimo.
Con sus orbes, me quitó aquellas cadenas rápidamente. Y, nada más ser liberado, salté a sus brazos.
La necesitaba. Y ya.
Debido a aquel precipitado y súbito movimiento, acabamos cayendo al suelo. Pero ninguno de los dos apartó los brazos del otro.
-Aria: estás... temblando –musitó, en cuanto percibió mi cuerpo.
Era posible que revivir un ápice aquel recuerdo, me hubiera provocado cierta sensibilidad.
-Albedo: no es... -iba a mentir.
-Aria: ¿en serio me vas a decir que no es nada? –replicó al instante, ofendida-. Sabía que lo que te sucedió te afectó, pero esto...
Tuve que ahogar un sollozo:
-Albedo: sólo quiero que tú me toques, Aria –mi alma imploró, sin haberme pedido permiso alguno para soltar aquella incómoda pero gran verdad.
Se quedó por unos segundos en silencio.
-Aria: voy a acabar besándote, Al –dijo de pronto, en un estado alterado de consciencia.
Bajé la vista a sus labios, hipnotizado.
-Albedo: hazlo, te lo suplico.
Y no tardó en satisfacer mi petición.
Me hizo recobrar la vitalidad y la tranquilidad con aquel apasionado gesto. Y yo la recibí sin barreras ni constricciones, pues la besé con el imperioso deseo que había guardado durante años por ella. Nos removimos mutuamente, aunque más que erotismo, hubo un místico sentimiento que pareció teñir nuestro oscuro derredor de vivaces tonos. Mi alma sanaba, mientras más me tocaba.
No obstante, el tiempo no iba a dejar de correr, por mucho que nos hubiéramos ensimismado.
"¡Recobra el juicio, Albedo!", me ordené a mí mismo.
Separé mis labios de los suyos.
-Albedo: Aria, tenemos que irnos –me dolió decir, pero Kairi nos estaba esperando.
-Aria: ¿cuándo... cuándo he empezado a besarte? –inquirió, desconcertada.
No pude evitar soltar una carcajada.
Me levanté y le extendí mi mano. Esta vez, la aceptó.
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El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)
FanfictionCuarta parte de El Pecado del Alquimista. Tras el duelo a muerte, el alma de Xiao será sometida ante las tinieblas del deshonor. El más perverso temor lo hará caer en desgracia, mientras Albedo se alzará sobre sus cenizas y se dispondrá a abrir la c...