Ming-yue
17 de Enero – 22:13 PM
Liyue – Profundidades adeptus
Cuando lo contemplé en la lejanía, de nuevo al fin en aquellas tierras alejadas de los mortales, pensé que iba a llorar de alegría. ¿No habían pasado ya más de cien años desde nuestro último encuentro? Había sido desolador...
Nuestras reuniones siempre habían sido muy puntuales, dos o tres por cada medio siglo. No obstante, en aquella ocasión, el tiempo se había alargado sobremanera. Y yo sabía bien el motivo, pues incluso estuve presente en su maldita boda.
Por supuesto, no iba a permitir que se distanciara más.
Salí de mi hogar, un hermoso y amplio templo, y volé hasta su ubicación antes de que saltara a otro lugar.
-Ming-yue: ¡Por Rex Lapis, Xiao! –grité, en un arrebato. No obstante, rápidamente recuperé la compostura. Sabía que él odiaba a los seres intensos-. ¿Qué haces por aquí? –pregunté, más tranquila y diplomática-. Hacía tiempo que no venías por este lugar.
Se volvió hacia mí.
Deseé que exhibiera cierta alegría al identificarme, pero, como debía esperar, se veía igual de malhumorado y serio como lo recordaba. No hubo siquiera un ligero cambio en su expresión. Firme y recto, nada más cabía en su personalidad... o al menos eso creía hasta que recibí de Preservadora una invitación a su ceremonia de matrimonio.
-Xiao: no había venido porque sé que incluso las bestias lo rehúyen –explicó, con su lanza en mano.
Yo era una mujer adeptus, también seria y formal, que sabía guardar las formas, pero que, al mismo tiempo, también sabía juguetear:
-Ming-yue: entonces... ¿me echabas de menos? –sonreí con picardía.
Fue directo y sincero:
-Xiao: no –sabía que iba a responder-. Pero necesitaba... aumentar el recorrido de mi patrullaje habitual.
-Ming-yue: entonces estás en medio de un agradable paseo –bromeé-, lo que me permite invitarte a una copa por los viejos tiempos.
Frunció el ceño, tal cual como lo recordaba.
-Xiao: no creo que...
-Ming-yue: ¡vamos, Xiao! –insistí, teniendo bajo control mi desbordante ilusión-. Me lo debes por estar un siglo sin verme.
Suspiró.
***
Ming-yue
17 de Enero – 23:41 PM
Liyue – Profundidades adeptus – Templo de Ming-yue
Dejé que parte del bajo de mi kimono se extendiera por detrás de mí, sobre la tarima de madera en la que ambos estábamos ahora sentados. Desde ahí, podíamos contemplar los hermosos jardines que rodeaban mi hogar, así como el cielo estrellado que sabía que al Cazador de Demonios tanto le gustaba.
Sin embargo, también había algo más que le apasionaba: un vino concreto de elaboración adeptus, con el que yo siempre lo recibía. Aquella sustancia sería capaz de dejar ebrio a un mortal con un solo sorbo, pues su intensidad era tal que había sido prohibida en varias regiones de Teyvat. Pero... sabía ligeramente como el tofu con almendras.
-Ming-yue: algo debe haber pasado, porque ya llevas media botella –señalé, complacida del éxito de mi ofrecimiento-. ¿Problemas en el paraíso matrimonial?
Sorprendido con aquel dato, el mismo yaksha llevó sus ojos dorados a la botella para cerciorarse de todo lo que había bebido. Ni siquiera se había dado cuenta.
-Xiao: no finjas no saberlo, sé que Preservadora y tú os lo contáis, prácticamente, todo –su cuerpo se tambaleaba ligeramente, pero aún se podía mantener erguido-. Y, además, tu habilidad... -echó una mirada atroz a mi mano, la cual ya había llevado a su brazo.
Cuando tocaba a otros seres, yo tenía la capacidad de vislumbrar almas, así como los sucesos que habían acontecido en su ciclo vital. Con ello, era capaz de mermar su sufrimiento y tratar dolencias de ánima. No obstante, incluso aunque en el pasado Rex Lapis me pidiera, encarecidamente, que ayudara a su protegido... jamás pude sanarlo. Lo intenté incansablemente, pero su oscuridad era tan grande que ni mi don la abarcaba.
Aún así, pese a mi inutilidad para sus dolencias, conseguí "calmar" otros aspectos de su vida. Al principio, él aceptó que tuviéramos sexo en aquellos encuentros terapéuticos para que lo dejara en paz. Odiaba que rebuscara en su interior. Sin embargo, con el tiempo, cada vez que nos encontrábamos, directamente nos desfogábamos en la cama.
El Cazador de Demonios vio aquella esporádica relación como una mera vía para satisfacer sus impulsos sexuales. Pero yo... puede que al final sintiera algo más.
-Ming-yue: ¿te refieres al triángulo amoroso en el que te metiste solito? –sabía bien que se trataba de aquello, sobre todo tras haber tocado su piel por un instante.
-Xiao: no es ningún triángulo –corrigió, molesto, aunque la bebida no le permitía enfadarse en demasía-. Ella está casada conmigo.
-Ming-yue: pero su hermanito ha cambiado ahora de estrategia, ¿no es así? –hurgué un poco en la herida, quizá para motivarlo a seguir bebiendo.
Y él siguió llevándose el vaso de arcilla a la boca.
-Xiao: no me... importa –le costó pronunciar aquella evidente mentira.
-Ming-yue: Xiao... -intenté mostrarme como una amiga en la que podía confiar, así que utilicé el tono más amable de mi arsenal- esa mujer no te merece.
-Xiao: já... -expresó, irónico- se lo dices a quien la forzó a meterse innumerables veces en un río gélido de Espinadragón –espetó-, a quien permitió que su hermano continuara siendo chantajeado por una psicópata y después atravesado por su propia espada, y a quien simplemente se permitió hundirse cuando ella... más me necesitaba. Ese maldito Fatui... -apretó el vaso, pero, rápidamente, contuvo sus fuerzas. De otro modo, iba a hacerlo pedazos-. Si no fuera por su maldito hermano, ella seguiría, a día de hoy, como su esclava.
Sí, efectivamente su alma hoy estaba llena de remordimientos. De muy perturbadores remordimientos. Ni siquiera cuando Rex Lapis lo salvó de aquel Arconte que lo sometió, se veía tan... derrotado. La vida familiar parecía mucho más difícil que la del guerrero.
-Ming-yue: te seguiré siendo sincera y directa, Xiao, como sé bien que agradeces –declaré, teniendo aún el vaso lleno en mi mano derecha, pues nada había bebido. Estaba demasiado hipnotizada con su presencia como para hacerlo-. ¿Nunca has pensado que has sido un mero obstáculo para lo inevitable? Que ellos dos... acabaran juntos.
Se dieron largos segundos de sepulcral silencio.
-Xiao: ¿tienes otra botella? –preguntó, visiblemente afectado por mis palabras.
ESTÁS LEYENDO
El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)
FanfictionCuarta parte de El Pecado del Alquimista. Tras el duelo a muerte, el alma de Xiao será sometida ante las tinieblas del deshonor. El más perverso temor lo hará caer en desgracia, mientras Albedo se alzará sobre sus cenizas y se dispondrá a abrir la c...