Capítulo 35

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Ming-yue

24 de Enero – 13:08 PM

Liyue – Profundidades adeptus – Templo de Ming-yue

Por supuesto, el atractivo peliverde debía replicar:

-Xiao: no es necesario –me rogó también-, sigue conmigo –entrelazó mi mano con la suya, aunque no pudo ocultar su desesperación-. Me estaba... gustando, de verdad –me miró con ojos de cordero.

Jamás lo había visto así. Tan... indefenso. Y me encantaba.

-Ming-yue: ya he tomado una decisión –dictaminé, guiñándole un ojo-. Si lo hacen, te daré una pista valiosa, Xiao.

-Aria: una pista... -repitió, ilusionada.

Se volvió hacia su "hermano" y lo contempló con notable nerviosismo.

-Albedo: yo no soy precisamente el que tendría problemas con esto, Aria –declaró, quizá intentando tranquilizarla. ¿Pero cómo conseguirlo en aquella demente situación?-. Lo importante es si tú...

Lo calló con un beso y él, por supuesto, la correspondió. Con tan sólo aquel contacto, se podía ver a kilómetros la inestimable química que había entre ellos dos.

"Espero que no te pierdas detalle, Xiao", pensé, mientras disfrutaba con el ligero tic en el ojo que le estaba provocando todo aquello.

-Xiao: si piensas que esto va a afectarme... -masculló entre dientes, controlando su furia con todas sus energías-, ya lo he visto en sueños y cada maldita luna nueva.

-Ming-yue: no trates de engañarme –reí ante aquel estúpido intento de hacerme cambiar de decisión-. No es lo mismo que verlo en cuerpo presente... y consciente.

Terminaron aquel beso que enardeció a ambos y no tardaron en pasar a mayores. Albedo la tumbó sobre el tatami, donde no se pudiera ver "tanto" lo que iba a acontecer detrás del mueble.

Ante aquella sucia jugada, yo di unas palmadas, llamando a mi servicio.

-Ming-yue: retiradlo todo de la mesa –ordené, y, en unos pocos minutos, mis sirvientas cumplieron aquella orden rápidamente-. Quiero... que lo hagáis aquí –golpeé la tabla, donde la imagen iba a ser mucho más completa.

Claro está, no les agradó mucho la idea, pero... no es como si se les bajara, precisamente, la libido por ello. Si no fuera porque Aria evitaba mirar a Xiao en el transcurso, cualquiera diría que estaban esperando una excusa para "hacerlo".

Albedo volvió a tomarla y la colocó esta vez sobre la mesa, boca abajo. Se colocó detrás de ella y, sin más miramientos, pude ver cómo, con su trasero en pompa, apartaba sus bragas y la penetraba, prácticamente, al instante.

"¡¿Ya están preparados?!", quedé atónita por aquella rapidez. "¡¿Sólo con un... beso?!", no me lo podía creer... hasta que recordé el beso que me había dado hoy el peliverde.

Por detrás, empezó a embestirla constantemente y yo, extrañamente, sentí también cierto ardor. No me atraía, de forma especial, aquel rubio de ojos azules, pero... aquella forma salvaje de derretirse por el cuerpo de aquella mujer y desearla sobremanera, me dio envidia.

"Ojalá Xiao me mirara de esa forma", fantaseé.

Ella, ahora sobre la mesa, se llevó la mano a la boca para contener sus gemidos. Sin embargo, por mucho que no quisiera mostrar lo tanto que estaba disfrutando aquellas sacudidas, era una evidencia que había vuelto "piedra" al Cazador de Demonios. Parecía, realmente, una estatua que, pese a su aparente indiferencia, debía estar sufriendo un torbellino de emociones en su interior.

-Albedo: no voy a durar mucho, Aria –advirtió, sin parar de moverse detrás de ella-. Llevo mucho tiempo sin...

"¡¿Que llevan tiempo sin hacerlo?!", aquello incluso me impresionó más que toda aquella escena completa. De hecho, incluso pude atisbar sorpresa en el mismo Xiao.

-Ming-yue: córrete dentro –ordené, maléfica. Estaba comenzando a dudar de si estaba consiguiendo perturbarlos o sólo les había concedido una oportunidad de oro para desinhibirse, por lo que aquello coronaría la situación. No obstante, mi principal objetivo era humillar a Xiao, y sabía bien que aquello al menos lo había conseguido.

No me esperaba una resistencia:

-Albedo: no –fue tajante, pese a que su voz vacilara ahora debido al placer.

-Aria: hazlo, Al –pidió, quizá con la esperanza de que la "pista" los condujera ya a lo que buscaban en mi templo.

Su aparente frío juicio fue, fácilmente, derrumbado ante aquella simple petición.

Entonces, tras unos minutos más, el joven apretó sus nalgas con las dos manos que antes las sujetaban y... se liberó. Sus dedos enguantados presionaban su cuerpo con ansiedad.

Ella, en cambio, no pudo correrse. Aunque nunca sabría si se debió a la presencia de su marido o a que... ni le dio tiempo.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora