Capítulo 95

851 95 232
                                    

Tartaglia

31 de Enero – 20:22 PM

Liyue – Casa de Tartaglia

"Fue el ataque de un dragón", le conté a Signora, en cuanto me interrogó por lo sucedido en la base secreta. Y, tras evaluar ella misma los destrozos y el número de bajas, pareció creerlo. Pensé que querría vengarse por ello, tomar alguna acción en contra de aquella bestia (en la que yo hubiera participado), pero ella lo tenía claro: "hay luchas imposibles, Nobile".

No tuve otra opción que aceptarlo.

Sin embargo, cuando regresé a casa, en aquella ocasión no me asoló de nuevo la ausencia de Aria, pues dos interesantes personajes no me dieron tiempo siquiera para procesar mi pérdida.

El Cazador de Demonios y el asqueroso dragón (aunque sin mostrar ahora sus cuernos y alas), no sólo se habían colado en mi casa, sino que esperaban, pacientemente, mi regreso en mi propio salón.

-Xiao: mala hierba nunca muere, sin duda –era obvio que se refería a mí-. Pero me alegra que hayas sobrevivido.

-Tartaglia: ¿ah, sí? –respondí, sarcástico.

-Albedo: céntrate, Xiao –pidió, tras un largo suspiro, fingiendo ser el hombre pacífico que, por supuesto, no era en absoluto.

-Tartaglia: el adeptus que le ha pedido el divorcio a la mujer que tanto decía que era suya y el hermanito incestuoso, ¡ahora unidos! –bromeé con elevada pillería-. ¿Estáis buscando algo más que perturbar en vuestras emocionantes vidas?

-Xiao: habló el que necesita esclavizar a una mujer para hacerla suya –ya me imaginaba que diría, por lo que no me molestó en absoluto.

El "dragón" se llevó la mano a la cabeza y masajeó su sien.

-Albedo: Xiao...

-Tartaglia: ¡oh, seguro que es mucho mejor casarse con una mujer que nunca te amará tanto como a su hermano! –se escapó de mis labios, en pleno acto malévolo-. ¿Qué se siente al ser el segundo plato?

-Xiao: ¿y no ser siquiera un plato?

Ahí fue ágil, debía admitirlo.

-Tartaglia: quizá prefiera eso a permitir que mi mujer piense en otro mientras lo hacemos –mentí. Prefería aquella deshonra y estar con ella, a sencillamente no estarlo. Aunque jamás lo admitiría delante de ellos.

Sacó su lanza.

-Albedo: ¡Xiao, venimos por Aria! ¡¿Lo recuerdas?! –gritó al fin, deteniéndolo al instante.

"O lo tiene dominado o... el asunto es serio", pensé, impresionado.

-Tartaglia: ¿tal vez ya os habéis dado cuenta de cómo está? –espeté, furioso-. Dejarla tanto tiempo en el Averno no fue muy cortés de vuestra parte.

El Cazador de Demonios apretó su arma.

-Albedo: quiero que me pongas en contacto con el experto en el Averno –al fin conocí el motivo de su "visita".

De una discusión pasamos a una conversación más pausada y seria:

-Tartaglia: ¿Aria ha empeorado? –me centré entonces en lo importante.

-Albedo: si hablo con él, quizá podría evitar que empeore.

-Tartaglia: lo dudo –sentencié, aunque no refiriéndome a su pericia o falta de ella. Más bien, a lo que me comentó el experto-. Él sabía lo justo y necesario. De hecho, yo mismo le pregunté si había alguna forma de tratarla.

-Albedo: ¿y?

-Tartaglia: aparte de decir que moriría en unas semanas –ambos palidecieron al escucharlo-, aseguró que no existía tratamiento alguno para las secuelas.

-Albedo: aún así, quiero hablar con él yo mismo.

Lo comprendía... incluso siendo el asqueroso dragón.

-Tartaglia: está bien, pero será inútil –advertí, dadas las circunstancias-. Y puede que pida algo a cambio.

-Albedo: no permitiré que estés con ella –advirtió también.

-Tartaglia: lo imaginaba, no te preocupes –reí-. Sólo quería... -tuve que coger aire y mirar a otra parte- en el caso de que su estado empeore, poder hacer algo al respecto. Contrataré lo que sea para mantenerla con vida.

-Xiao: ni de...

El pelirrubio lo interrumpió.

-Albedo: si ocurre y no puedo hacer nada –también tuvo que reunir fuerzas para imaginar siquiera la posibilidad-, te contactaré.

-Tartaglia: ¿es un trato?

-Albedo: lo es.

Me acerqué a él y le extendí la mano para cerrar de forma simbólica aquel acuerdo. Él la tomó y la apretó. Sin embargo, nuestras miradas se enfrentaron, desafiantes, en aquellos segundos en los que nos dimos la mano.

-Tartaglia: hasta que no muera, seguiré intentando que regrese conmigo –fui sincero.

-Albedo: la rescataré de ti todas las veces que haga falta –aseguró con frialdad.

-Tartaglia: ¿para que sigas sin poder estar con ella?

No respondió, pero la maliciosa expresión de su rostro exhibía un claro mensaje: estaré con ella.

-Xiao: ¿en serio no lo vamos a matar? –rugió, con los brazos cruzados.

-Albedo: por ahora, nos interesan sus conexiones con el mercado negro y sus recursos –respondió, razonable-. Encontró el espejo antes que nosotros y quizá, para sanar a Aria, necesitemos a futuro artilugios parecidos.

"Chico listo", pensé y, al mismo tiempo, celebré. Pues, incluso él sabía que, de encontrar yo antes algo que pudiera sanarla, se lo haría llegar a Aria cuanto antes.

-Xiao: estás haciendo un trato con el diablo –dictaminó, enfadado.

"¿Diablo? ¿Acaso no has visto a este tirillas en su versión dragón?", pensé.

-Albedo: lo sé, pero pactaría con quien sea por ella.

El adeptus suspiró.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora