Zhongli
22 de Enero – 11:41 AM
Liyue – Pantano Dihua
Cuando Barbatos me lo contó, sencillamente no pude creerlo. Xiao amaba a Aria ciegamente, y aquella realidad no se podía cambiar de la noche a la mañana. No obstante, también lo conocía bien... y podía imaginar qué estaba ocurriendo dentro de su cabeza.
"No soy un buen padre, no soy un buen marido"... sin duda, sería aquello. Su capacidad de autoexigencia fue lo que le llevó a convertirse en el Gran Cazador de Demonios. Sin embargo, fallar un contrato no poseía la misma carga emocional que fallar a tu propia familia. Y una oscura depresión debía estar apresándolo.
Como siempre había insistido, no debía intervenir. No obstante, me quedaba una esperanza a la que me aferraba desesperadamente: Aria.
Al fin y al cabo, nada era inexorable en la vida, salvo la misma muerte.
"Aria, por favor, tráelo de vuelta a casa", deseaba desde lo más hondo de mi alma mientras caminaba con los niños por aquel sendero.
Debía distraerlos mientras Albedo y Venti se encargaban de darle la "noticia".
Creí que los había alejado lo suficiente de la casa como para que no escucharan su posible reacción. No obstante, aquel chillido agónico y escalofriante atravesó aquel antes hermoso hogar.
-Kairi: ¡¿mamá?! –inquirió, en pánico.
-Nathaniel: ¡¡¡mamá!!! –gritó, también aterrorizado.
Intentaron regresar a su casa, en búsqueda de su madre, pero yo los detuve tomándolos en mis largos brazos.
-Zhongli: mamá ahora necesita procesar una noticia –les expliqué, en un mísero intento de tranquilizarlos. Era consciente de que nada podría conseguirlo tras escuchar a su madre de aquella forma-, pero está bien, de verdad.
Ambos intentaron liberarse de mi fuerza, pero les fue imposible. Tal vez con unos años más...
-Kairi: ¡¿qué noticia?! ¡¿Qué ha pasado, abuelo Zhongli?! –comenzó el interrogatorio mientras se revolvía sobre mí.
No había forma sutil de hablarle sobre ello:
-Zhongli: Kairi... pase lo que pase, debes saber que tu padre siempre te querrá y que nada cambiará esa realidad –fue un intento.
Palideció.
-Kairi: entonces... ¿tiene que ver con papá?
***
Albedo
23 de Enero – 22:11 PM
Liyue – Pantano Dihua – Casa de Aria y Xiao
Aria se derrumbó. Como si todo su mundo se hubiera roto en pedazos ante sus ojos, se derrumbó por completo. Después de mucho llorar, negar la realidad, patalear y gritar... cayó sobre mi cama y no volvió a levantarse. Por supuesto, me encargué de los niños, a quienes no acompañó más en ninguna comida.
Tenían miles de preguntas a las que no pude responder.
Se quedó encerrada, quizá desesperada por aislarse de la verdad que le asolaba más allá de aquella puerta.
Sabía que no iba a reaccionar nada bien, pero debía admitir que fue mucho peor de lo que esperaba.
Realmente... su alma se oscureció.
-Albedo: no has comido nada ayer ni hoy, Aria –sermoneé, aunque no muy duramente. Al fin y al cabo, no podía evitar sentirme entristecido por su horrible estado-. No puedes seguir así.
En la mesilla de noche, posé la bandeja con la cena que le había preparado y me dirigí a ella. Debía al menos incorporarla para que pudiera comer o beber...
Tras meterme en la cama, tomé su brazo, el cual no opuso ninguna resistencia. Parecía un objeto inanimado, sin fuerza alguna.
-Albedo: Aria, por favor... -supliqué, al borde de la desesperación debido a la creciente preocupación.
No contestó, como de costumbre desde la noticia.
Entonces, la agarré por los costados y traté de levantarla.
-Aria: en serio... -me alegró y entristeció volver a escuchar su voz, pues ésta era baja y siniestra-. Déjame.
-Albedo: comprendo que estés mal, pero no puedo permitir que mueras de hambre.
-Aria: no tengo hambre.
Suspiré.
-Albedo: ya sabes a lo que me refiero, Aria –me mostré más firme, quizá era el momento de hacerlo... dada la tensa situación.
Puse mayor empeño en levantarla y ella intentó quitarse mis brazos de encima. Con aquella súbita y evidente resistencia, dio inicio el forcejeo.
-Aria: tu espalda... -susurró, mientras empujaba mis manos de su cuerpo- te vas a hacer daño.
Incluso en aquel estado, seguía preocupándose por mí.
"Creo que lo tuyo ha dolido mucho más", temía con elevada certeza.
-Albedo: entonces sé una buena chica y siéntate –fui contundente. Mi actitud debía dejarle claro que no cesaría en mi empeño. De otro modo, aquella situación se alargaría peligrosamente.
Mascullando entre dientes, se incorporó sobre el colchón y se dejó caer sobre el cabecero. Y, como esperaba, encontré sus ojos verdes, ahora enrojecidos, hundidos en una honda miseria.
-Albedo: tus labios están secos –señalé, preocupado.
"De tanto llorar", sabía bien.
-Aria: qué más dará... -soltó una carcajada irónica-. Hay cosas peores... -contuvo como pudo aquel sollozo-, como que tu marido te deje.
-Albedo: es horrible, lo sé –acepté-, pero no te puedes dejar morir por ello, Aria –tomé sus frías manos y las llevé a mi pecho-. Puede que Xiao quiera marcharse de tu vida, pero ni los niños ni yo lo haremos jamás –sentencié, exhibiendo mi mayor seguridad-. Estamos aquí para apoyarte, para acompañarte... así que, si tienes que llorar, hazlo con nosotros.
Otro singular sollozo la asoló.
-Aria: si pudiera evitártelo a ti también, tampoco querría que me vieras así.
-Albedo: ¡¿por qué?!
-Aria: porque sé lo mucho que te duele, Al –sus labios se torcieron-. Siempre me has querido tanto... y yo sólo os he hecho daño –cerró los ojos y los apretó fuertemente, presa de un gran sentimiento de culpabilidad-. A los dos...
-Albedo: ninguno de nosotros es perfecto –dictaminé-, y, tanto Xiao como yo, éramos adultos y sabíamos dónde nos estábamos metiendo.
-Aria: no... -fue una expresión agónica-. Tú no sabías qué significaba el marcaje cuando te mordí.
"Veo que se te han juntado todo tipo de oscuros pensamientos, ¿eh?", deduje. Sin duda, había tenido tiempo para rememorar toda su vida y atormentarse con ella. No obstante, yo no lo iba a seguir permitiendo.
-Albedo: incluso sin marca, ya estaba unido a ti de por vida, Aria –dije cual confesión, directamente desde el corazón.
Aunque ligera, provoqué su primera sonrisa. Y yo, al instante, sentí un gran alivio recorriendo cada rincón de mi cuerpo.
Aprovechando su leve mejoría de humor, cogí un vaso de zumo de la bandeja y lo llevé hasta ella.
-Albedo: hazme feliz y bebe –pedí, sonriente.
-Aria: ¿por qué tienes que ser tan...?
-Albedo: ¿insistente?
-Aria: perfecto –corrigió, y al fin aceptó mi ofrecimiento.
Bebió y, efectivamente, me llenó de dicha.
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El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)
FanfictionCuarta parte de El Pecado del Alquimista. Tras el duelo a muerte, el alma de Xiao será sometida ante las tinieblas del deshonor. El más perverso temor lo hará caer en desgracia, mientras Albedo se alzará sobre sus cenizas y se dispondrá a abrir la c...