Capítulo 82

610 84 89
                                    

Aria

En lo onírico

Al parecía estar aguardándome en aquel prado. Estaba sentado, con las manos apoyadas detrás de su espalda, contemplando el infinito lugar.

En cuanto me vio, sonrió como el ángel que era.

-Albedo: pensé que, si esperaba aquí, volvería a verte –el tono de su voz, pese a aquella sonrisa, era sumamente melancólico-. Me alegra que así haya sido.

Tomé asiento a su lado.

-Aria: estás...

-Albedo: ¿demasiado reflexivo?

-Aria: demasiado triste –me preocupó sobremanera.

Posó su mano sobre la mía.

-Albedo: ahora ya no lo estoy tanto –me miró con dulzura.

"Mentira...", pensé, percibiendo al instante la oscuridad que no paraba de crecer en su corazón.

-Aria: ¿qué podría hacer para animarte? –pregunté, con un grado de desesperación.

-Albedo: una ilusión poco puede hacer –masculló entre dientes, con los ojos enrojecidos-, pero ojalá pudiera volver atrás en el tiempo y... -se calló a sí mismo.

Una mueca de dolor se fraguó en su rostro, hecho que me alarmó.

-Aria: termina la frase –rogué.

Tuvo que reunir fuerzas:

-Albedo: y casarme contigo.

Y, tras pronunciar aquellas palabras, contemplé cómo se derrumbaba.

***

Aria

30 de Enero – 3:25 AM

"Liyue – Pantano Dihua – Casa de Xiao y Aria"

Me desperté en mitad de la noche. Debido al empacho, nuestro sueño había tardado en llegar, pero ahora parecía profundo en el adeptus.

No obstante, pese a que estuviese totalmente adormecido, esta vez me levanté con perfecto sigilo.

"Necesito verlo y algo más", pensé, decidida.

Lenta y con las manos extendidas hacia delante, para evitar cualquier choque innecesario, fui reconociendo el lugar. Encontré, mediante el tacto, la puerta, donde mis ojos me decían lo contrario. No obstante, la crucé.

Con el resto de la casa, hice la misma meticulosa y precavida tarea. Era totalmente necesario, pero lo requería. De otro modo, quizá no podría haber alcanzado la calle.

No obstante, salí por una especie de ventana que tampoco estaba en el lugar que recordaba.

Caí, pero al menos lo hice lejos de la habitación, por lo que mi ruido no debió despertarlo.

-Aria: Al, allá voy –apreté mis puños, con absoluta determinación.

***

Xiao

30 de Enero – 3:42 AM

Liyue – Afueras de la ciudad

Desde que le inoculé aquel somnífero, Albedo no había despertado. Temí que fuera demasiado potente e incluso fui a ver a Ábaco por ello. Pero él me aseguró que debía haber ya despertado. Si no lo hacía, era porque su alma no quería hacerlo.

Yo, en parte, lo envidiaba. Había una voz en mi interior que clamaba que me sirviera a la inconsciencia, para no tener que pensar. No obstante, era incapaz de parar. Con Rex Lapis y aquel estrafalario bardo al cuidado de los niños, yo necesité continuar con mis patrullas.

Destruir... me daba un respiro. Un muy breve respiro.

-Bandido: vamos, preciosa –pedía, sonriente-. ¡Ven con nosotros a pasar un buen rato!

Tras dejar atrás la colina, avisté a unos hombres rodeando a una mujer. No obstante, no parecía estar, precisamente, en problemas.

En cuanto uno de ellos le tocó el brazo, ella los hundió a golpes.

"Aria...", no pude evitar quedarme, a lo lejos, mirándola.

-Aria: imbéciles –espetó cuando terminó con aquella paliza, y siguió su camino.

Aunque era un camino extraño. No seguía el sendero, más bien, parecía ir directa hacia uno de los árboles cercanos.

Se chocó contra él.

"¿Qué?", enmudecí.

Y mis pies se movieron solos. Me teletransporté, prácticamente, a su lado. Ella ahora estaba tirada en el suelo, con las manos en la frente.

Odiaba tener que aparecerme delante de ella. Sentía vergüenza por todo lo sucedido, pero... ¿por qué demonios se acababa de dar contra un árbol?

-Xiao: ...Aria –intenté llamar su atención, mientras ella soportaba el dolor del golpe como podía.

Se apartó las manos, para poder atisbarme, e hizo una mueca de desagrado. Tal y como esperaba.

-Aria: ¿tú también quieres una sesión de tortas? –amenazó de pronto, desde el suelo.

Suspiré. Iba a ayudarla a levantarse, pero, probablemente, me rechazaría.

-Tartaglia: ¡Aria! –escuché a pocos metros.

El maldito Fatui venía corriendo, con un rostro colmado de preocupación.

"No debí haber venido", lamenté.

-Aria: ¿de nuevo en modo sobreprotector? –inquirió, molesta, refiriéndose al pelinaranja-. ¡Ya puedo salir sola!

-Tartaglia: Aria... me lo estás diciendo desde el suelo –rió, superado por las circunstancias.

Le ofreció su mano y ella la tomó, sin dudarlo por un segundo. Aquel simple gesto ya oscureció mi corazón.

-Aria: ¿qué haces aquí? –le preguntó a su quizá "nueva pareja", haciendo caso omiso de mi presencia.

Parecía no existir para ella.

-Tartaglia: no te vi en la cama y me temí justamente esto –explicó, aún inquieto. Entrelazó sus dedos sobre los suyos, y la guió de vuelta "a casa"-. Venga, nos vamos.

-Aria: ¡pero... pero...!

-Tartaglia: ¡nos vamos! –fue contundente, quizá él sí que tenía bien presente mi presencia.

Ella acató, aunque no parecía muy disgustada al respecto. Analizaba su rostro y... supe que se sentía segura con él.

Agonicé, mientras la veía marchar... de la mano de otro

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora