Capítulo 39

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Aria

24 de Enero – 19:12 PM

Liyue – Profundidades adeptus – Templo de Ming-yue

No encontré nada más sospechoso en aquel sótano más allá de la inmensidad de desconocidos artilugios que había ahí. No había trampillas... ni cámaras ocultas. Y lo único que captó nuestra atención fue aquel espejo. De hecho, mi instinto de madre me hacía clavar la vista en aquel cristal, y debía confiar en él... sobre todo cuando no había mucho más a lo que agarrarse.

Tras mi concienzuda investigación de la estancia, fui a la biblioteca (donde Al dijo que iba a ir), pero no encontré a nadie ahí. No obstante, tampoco me sorprendió, pues había pasado toda la tarde ahí abajo.

Fui a la habitación que nos habían preparado, donde al fin hallé a mi hermano, dolorido, sobre el futón.

-Aria: ¡¿Al?! –corrí hasta él sin dudarlo.

Él no tardó en responder lo de siempre:

-Albedo: estoy bien, Aria... -musitó, con los ojos entrecerrados-. Sólo ha sido... -pensó por unos segundos- un tirón.

Por supuesto, fui escéptica al respecto.

-Aria: venga ya... -espeté.

Pero, realmente, él consiguió evitar el asunto al lanzar una bomba:

-Albedo: he conseguido otra pista –anunció.

Nada más percibir que quería incorporarse, yo le ayudé sin pensarlo.

Al sentarse, pareció que el dolor había empeorado, pero no pude pararme a pensar, en aquel instante, en ello. ¡¿Sabría dónde está Kairi?!

-Aria: ¿Qué ha dicho esa zorra ahora? –me fue imposible llamarla de otra forma.

-Albedo: el portal del espejo se abrirá a las seis y media de la mañana –informó, dejándome desconcertada.

-Aria: ¿portal? ¿espejo? –repetí, víctima de una honda estupefacción.

"¡Así que sí era el espejo!", me enorgullecí de mi intuición.

-Albedo: no ha dicho a dónde conduce, pero parece que Kairi lo atravesó –explicó, y no supe si alegrarme o comenzar a temer más.

-Aria: conduzca a donde conduzca, la encontraré –tenía más que claro.

Levantó una ceja rubia.

-Albedo: la encontraremos –corrigió.

Apreté mis ojos verdes, enfadada ante aquella imprudente intención.

-Aria: ¿has visto cómo estás? –repliqué.

-Albedo: es sólo una molestia temporal.

Negué con la cabeza.

-Aria: tú te quedarás aquí –ordené, más que preocupada.

-Albedo: probablemente el mundo del otro lado del espejo sea más seguro que este templo –sostuvo, sin que pudiera quitarle razón.

Le lancé una mirada rabiosa.

-Aria: al menos déjame ver cómo está la herida –pedí, como digna hermana sobreprotectora que era.

Con inmenso cuidado, dado el evidente dolor que estaba sufriendo a cada movimiento, volvió a tumbarse. Sin embargo, no lo hizo para permitirme ver su espalda.

-Albedo: ¿podría pedirte algo, Aria? –me ilusionó que preguntara.

Que mi hermano me pidiera algo era todo un acontecimiento.

-Aria: ¡¡¡sí!!! –respondí, alegre.

Extendió su brazo hacia arriba, donde yo estaba.

-Albedo: tenemos que esperar hasta las seis y media, por lo que... ¿dormirías conmigo un rato? –rogó, visiblemente agotado-. Creo que hoy soy yo... el que necesita un par de caricias tuyas para poder descansar.

Reventó mi corazón.

-Albedo: ¿Aria? –expresó, al ver que no reaccionaba.

Cuando pude recuperarme de aquel primer impacto de extrema dulzura, fui rauda a tumbarme a su lado y me abalancé a su mejilla. La besé como si hubiera estado esperando toda una vida hacerlo. Si él me lo pedía... ¡tenía incluso más satisfacción hacerlo!

-Aria: te daré más caricias de las que puedas soportar, hermanito –amenacé, previendo que iba a tener que controlarme en innumerables ocasiones para no partirle la columna en uno de mis intensos abrazos.

Fue extraño, pero sentí que realmente odió que usara aquel término. De hecho, cada vez lo percibía más. No obstante, no dijo nada al respecto. Sólo siguió acelerando mis latidos.

-Albedo: hazlo, por favor –pidió, acariciando mi cabeza.

Y la sensación de "hogar" regresó a mi cuerpo, incluso en aquel malévolo templo.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora