Capítulo 19

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Aria

20 de Enero – 15:33 PM

Liyue – Pantano Dihua - Casa de Aria y Xiao

Al igual que Xiao, aunque con sus propias vicisitudes, Albedo era también un mal enfermo. No obstante, yo afortunadamente lo conocía bien y sabía cuándo algo carcomía su cabeza. Se veía feliz de estar en mi casa, pero... ¡faltaba algo, lo sé!

-Aria: muchas gracias –agradecí al joven que incluso me había ayudado a meter en la entrada aquel gran paquete.

-Repartidor: de nada, ¡que pase un buen día! –deseó, antes de irse con una sonrisa.

-Aria: ¡igualmente! –devolví sus buenos deseos, mientras dejaba posar el cartón sobre la pared.

Él no tardó en aparecer.

-Albedo: ¿qué compra impulsiva has hecho ahora? –bromeó, nada más ver aquel, aunque fino, largo y voluminoso paquete.

Yo sonreí, juguetona.

-Aria: ¡adivina! –di inicio el desafío.

Dada mi desbordante ilusión, mi hermano comenzó a temer.

-Albedo: ... no sé si quiero saberlo –rió y examinó el cartón desde el exterior-. ¿Un cuadro? –parecía lo más evidente.

-Aria: ¡vamos, Al, ábrelo! –rogué, más que ansiosa-. Es... para ti –me sonrojé un poco y él levantó una ceja, confuso-. Aunque, si necesitas ayuda...

Me otorgó aquella espléndida sonrisa, que ahora a diario tenía el privilegio de contemplar.

-Albedo: puedo abrirlo por arriba, no te preocupes –llevó sus enguantadas manos al celo que tapaba la obertura.

Cuando abrió el primer orificio superior, trató de sacar su contenido. En ese momento, temí que fuera demasiado esfuerzo para su herida, así que, como una sobreprotectora hermana, tomé también el extremo de mi compra y la saqué junto a él.

-Albedo: un caballete... -expresó, sorprendido y encantado al mismo tiempo.

Sabía que iba a gustarle aquel regalo, pero disfruté como una niña de su reacción.

-Aria: ahora ya tienes uno en tu casa y otro para que puedas usar aquí –expliqué, aún con aquella infantil ilusión en mis ojos.

Soltó una ligera carcajada de alegría que me enterneció, y le ayudé también a colocarlo en el suelo para que no tuviéramos que seguir sujetándolo en el aire.

-Albedo: gracias, Aria –declaró, muy sinceramente.

Su rostro, ensimismado quizá en todo lo que podría retratar a nuestro derredor, se iluminó. ¡Y yo me sentí como la hermana más bendecida del universo!

Por supuesto, también había comprado varios lienzos.

-Nathaniel y Kairi: ¡¿Qué es eso?! –gritaron al unísono, en cuanto tuvieron la oportunidad de curiosear qué estábamos haciendo.

-Aria: eh eh eh... esto es para mi hermanito –sentencié, previendo sus ganas de toquitear aquel soporte de madera y tal vez también llevárselo consigo.

Profundamente ofendidos, ambos inflaron sus mofletes.

-Albedo: pueden probarlo, no pasa nada –continuó riendo.

***

Aria

20 de Enero – 18:59 PM

Liyue – Pantano Dihua

Fue una radiante tarde en la que los niños usaron (mancillaron) más el lienzo que el propio Al y, sin embargo, él pareció disfrutarlo como si hubiera estado aquellas horas pintando como acostumbraba. Por supuesto, también se embadurnaron de pintura por manos, cara, pelo y ropa (no preguntéis), así que tuve que encargarme de ellos y bañarlos mientras mi hermano por fin tenía su merecido "momento".

-Albedo: ¿ya has podido sacarles todo el óleo de encima? –reía, con un alegre ánimo que me recordó a aquellos años en los que convivíamos con naturalidad y cierta tranquilidad.

-Aria: lo que haya quedado, se lo quitarán en los lagos –suspiré, mientras los observaba correr a jugar en las proximidades de las orillas.

Para mi sorpresa, Al no había retirado el lienzo usado. Más bien, estaba pintando sobre el mismo y... no estaba quedando nada mal. Tenía creatividad incluso en aquel caos de pinceladas.

-Albedo: Kairi... ¿qué tal está? –preguntó, entristecido.

Sin duda alguna, ella no era su hija, pero la cuidaba casi como tal (incluso había usado su cuerpo como escudo para protegerla). Tenía mucha suerte de tener un tío como él.

-Aria: es una pequeña muy fuerte –tenía más que claro-. Lo extraña muchísimo, pero sabe cómo distraerse –bromeé, pues de fondo se escuchaba su jolgorio y chapoteos a ya casi unos quinientos metros de distancia de nosotros-. ¿Cómo estás tú?

-Albedo: yo estoy... quizá mejor que nunca –sonrió, dulcemente, sin apartar la vista de mí-. Hacía tiempo que no respiraba tanta paz –imaginé que la ausencia de Lain tenía mucho que ver en ello-. Pero...

Me senté en la silla de exterior que antes había colocado sobre la hierba, junto al caballete.

-Aria: ¿pero?

-Albedo: pero sé que tú no estás nada bien –se preocupó por mí, como siempre habituaba-. Intentas distraerte como Kairi, pero sé que tu mente a veces se pierde.

Suspiré.

-Aria: supongo que pensé que iba a regresar antes –me desahogué-, aunque quizá no era más que un deseo por mi parte.

Dejó el pincel sobre la pequeña tablilla que sujetaba el lienzo y se agachó a mi lado, para poder tomar mis manos y contemplarme con intensidad.

-Albedo: ¿qué te haría sentir mejor? –preguntó, impaciente por mejorar mi estado-. No sé si podré igualar la alegría que me ha dado este regalo –mi corazón agradeció escucharlo-, pero lo intentaré.

Yo me levanté y le ayudé a hacerlo también, pues volví a temer que aquella postura pudiera molestar a su herida.

-Albedo: puedo agacharme un poco, Aria –él se percató de mi sobreprotección-, estoy mejor.

Lo abracé por la cintura, evitando su dolorida espalda.

-Aria: que sanaras completamente me haría sentir muchísimo mejor –expresé con un melancólico tono de voz y dejé caer mi cabeza sobre su hombro-. Aunque, si te curas, te irás, por lo que... -cogí aire, en un intento de estabilizar mi tono y darle un aspecto menos entristecido- no sé si quiero que pase... Soy una egoísta –reí de mí misma.

Él también me envolvió entre sus brazos. Y, aunque recibiera con hondo gusto aquel gesto, fui rauda a contemplar su rostro por si hacía una mueca de dolor por aquel movimiento.

Pero sólo encontré aquella hermosa sonrisa y... aquellos profundos ojos azules.

-Albedo: entonces yo también soy un egoísta.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora