Albedo
24 de Enero – 8:58 AM
Liyue – Profundidades adeptus – Templo de Ming-yue
Ya estábamos durmiendo en la misma cama en su casa, no obstante, allí era incluso imperativo. Era territorio hostil y lo mejor era que, ante cualquier ataque, estuviera lo más cerca posible de Aria.
Aquella mujer no era como el resto de psicópatas que habíamos tropezado en el pasado. Era mucho más calculadora y usaba un fuerte factor psicológico, por medio de la incertidumbre, para provocar en sus objetivos la desestabilización. Ante la pregunta de qué quería, ella respondió "nada", lo cual era toda una amenaza. No había ser más peligroso que alguien que ya no tenía nada que perder.
Debía... Debía dar con su punto débil cuanto antes. Aquello era siempre la clave.
-Albedo: la encontraremos, Aria –juré con absoluta seguridad, sin poder parar de abrazar su tembloroso cuerpo.
No era mi hija, pero estaba también aterrorizado por la preocupación, así que no podía imaginar cómo estaría ella por dentro. Ya había sido suficientemente duro la petición de divorcio, como para que ahora Kairi se encontrara en paradero desconocido y en manos de una demente.
-Aria: ¡¿y si le está haciendo daño en alguna parte de este maldito templo, Al?! –temía constantemente.
Desde que nos prepararon aquella amplia habitación, ella había intentado salir en busca de la niña. No obstante, lo mejor era pensar, trazar un plan y, sobre todo, memorizar los movimientos del enemigo. Un paso en falso podría ser fatal... pero comprendía su desesperación.
-Albedo: ella es también una adeptus, por lo que conocerá bien quién es su padre –intenté argumentar para tranquilizarla-. Dudo que se atreviera a hacerle algo inexorable a la hija del Cazador de Demonios.
-Aria: es que... es que... -musitó-. No sé por qué, pero tengo un horrible presentimiento.
-Albedo: es sólo tu miedo –continué con mis intentos.
No obstante, yo también tenía aquel horrible presentimiento.
Incapaz de poder consolarla, ella volvió a llorar de forma agónica. No existían palabras en aquel mundo que pudieran calmar el corazón de una madre.
Entonces, alguien más irrumpió en la estancia... por la ventana.
-Xiao: decidme que la habéis encontrado –rugió, nada más colarse sin llamar, como de costumbre.
Cuando se percató del estado de Aria, sus dorados ojos se helaron. Incluso se quedó en silencio y paralizado por unos segundos, conteniendo quizá sus ganas de ir por ella. No obstante, consiguió mantener la "compostura".
Dejé a Aria sobre el futón, cerré la ventana y me dirigí a la puerta que conectaba con una tarima exterior del edificio.
Por supuesto, él entendió que quería hablar con él a solas, así que me siguió hasta el exterior.
-Albedo: la dueña de este templo tiene algo que ver con la desaparición de Kairi –informé, nada más tomar ambos cierta distancia por el jardín que nos rodeaba.
-Xiao: eso no es posible... -contestó, raudo-. ¿Qué te ha hecho pensar algo así? –incluso percibí molestia en su voz.
El sol ya se había alzado sobre el horizonte por completo, pero unas oscuras nubes cubrían la mayor parte del cielo.
-Albedo: prácticamente lo ha dicho ella misma –dejé claro-, y parece que es el último lugar al que Kairi ha ido. Los tenderos del pueblo de abajo pueden corroborártelo si quieres...
Era una charla gélida, pero necesaria.
El adeptus tuvo que pensar por un largo instante, y pareció llegar a algún tipo de conclusión, pues su rostro se oscureció.
-Xiao: sí... -recapacitó de pronto- es posible que haya sido ella.
-Albedo: ¿la conoces? –era una pregunta obligada, pues, si había algún tipo de relación entre ellos dos, podía explicar lo sucedido.
-Xiao: sí –no dio más información.
Apreté mis puños.
-Albedo: tienes que contarme más si queremos resolver esto –procuré interrogarlo sin usar la fuerza, pero no era nada fácil.
-Xiao: es mi hija –dictaminó-, yo seré quien se encargue de esto.
Lo agarré de la camiseta en un feroz impulso. Ni siquiera él lo vio venir, pues yo era capaz de pasar de cero a mil en un único segundo. A veces incluso diría que no era muy distinto de Aria.
-Albedo: que tu asqueroso orgullo no te impida llegar hasta tu hija, Xiao –clavé mi mirada colmada de odio en él-. Si realmente la quieres, ¡debes reunir toda la ayuda posible! –pude atisbar que le afectaron un ápice mis palabras- ¡¡Te lo dice quien la protegió de tu maldita ceguera!! –aquella realidad fue lo que finalmente lo hizo tambalear.
Apartó mi mano de su cuerpo.
-Xiao: Ming-yue es una sacerdotisa adeptus que puede visibilizar almas y curar dolencias internas –comenzó a contar al fin, aunque con soberana seriedad y molestia-. Yo... -pese a su enfado, tuvo que apartarme la mirada- he tenido varios encuentros íntimos con ella en el pasado... y hace unos pocos días.
"¡¿QUÉ?!", enmudecí ante aquella última frase. "¿Le había sido infiel a Aria?", incluso habiéndolo escuchado de sus propios labios, me era casi imposible de creer. No era propio de su perfil...
Desde que lo vi, estuve tentado a recriminarle el hecho de pelear conmigo a muerte para después pedirle el divorcio. Pero aquello iba mucho más allá. Era un cambio de ciento ochenta grados que no me encajaba en absoluto.
No obstante, había asuntos mucho más importantes:
-Albedo: ¿sabes cómo hacer bajar su guardia? –pregunté, yendo al grano.
Suspiró.
-Xiao: ... creo que sí.
De alguna forma, percibí cómo podía conseguirlo. Y, por mucho que lo odiara, lo sentí por él.
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El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)
FanfictionCuarta parte de El Pecado del Alquimista. Tras el duelo a muerte, el alma de Xiao será sometida ante las tinieblas del deshonor. El más perverso temor lo hará caer en desgracia, mientras Albedo se alzará sobre sus cenizas y se dispondrá a abrir la c...